Porqué cuando preparamos carne, ya sea friendo o asando, notamos la mayoría de los casos cómo la sartén se llena de agua y la carne se cuece, o el asado pierde gran parte de su volumen y se queda “en nada”? Nos estamos refiriendo a carne de vacuno, pero sin olvidarnos del porcino o del pollo del que consumimos mayor cantidad.
Esto es así por el uso de ciertas substancias “aditivos” que se añaden a los alimentos en “vivo”, a través de los piensos de los animales: correctores, medicamentos, hormonas, extractos, elementos químicos, colorantes e incluso substancias como organofosforados y organoclorados. Todos estos aditivos se podrían detectar como resíduos en un análisis de una canal de vacuno, por ejemplo.
En un principio, estos “aditivos” se utilizaban porque sus efectos sobre el animal eran beneficiosos, combatían enfermedades o producían un mayor aumento del peso del animal, se utilizaban para sanar animales o para evitar que enfermasen. Sin embargo, poco a poco se fueron descubriendo por qué estas substancias tenían esos efectos sobre el peso de los animales, y también, que la mayoría de ellas eran nocivas para el humano que las consumía. Aumentaban el peso de los animales porque les hacía retener más agua, o porque convertía la grasa en masa muscular, que pesa más, sin pensar que podían quedarse retenidas en el Hígado, en los Riñones o simplemente en los músculos de los que luego salen los filetes que nos comemos. Sólo cuando se empezaron a conocer más en profundidad estas substancias, se empezaron a relacionar intoxicaciones con la administración de estos “aditivos” a los animales vivos, o a la utilización de harinas de animales tratados en la alimentación de otros animales, que es tan peligroso como lo primero; no hay que olvidar que el llamado mal de las vacas locas pudo haber comenzado por la utilización de ovejas enfermas como base de piensos para vacuno.
En 1989 aparecieron los primeros casos de intoxicación alimentaria en España debidos al consumo de hígados de vacuno, lo que puso de manifiesto la importancia del problema relacionado con el consumo de carnes procedentes de animales tratados con sustancias no autorizadas.
Desde 1943 se había demostrado que el uso de ciertas sustancias producía malformaciones en los animales tratados y desde 1972 se prohibe en Estados Unidos la utilización de alguna de ellas. Pasaron 17 años y un número indeterminado de intoxicaciones hasta que en Europa y en España se empezaron a tomar medidas para atajar este problema, Real Decreto 1262/1989. Aún así, según los datos del Plan Nacional de Investigación de Residuos (PINR), publicados por la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Consumo correspondientes a 1994, aparecieron en toda España, excepto en Islas Canarias y Baleares, casos positivos en substancias prohibidas. Lo más grave de estos datos es que el 91,5 % de los positivos se detectaron en mataderos y sólo el 8,5 % en granja, lo que quiere decir que el control en granja no es lo suficientemente adecuado por una parte y por otra parte quiere decir que si de granja a matadero “pasan” el 91,5 % de animales “positivos” en substancias prohibidas, cuántos animales “pasan” del matadero al consumidor “positivos” y cuántas intoxicaciones no se relacionan con el consumo de estas carnes.
Después de estas consideraciones cabe preguntarse en qué fase se añaden estos “aditivos” y por qué. La primera pregunta es fácil, en la fase de engorde añadido por el ganadero para aumentar el peso del animal y aumentar la rentabilidad del mismo, aún a costa del consumidor final. ¿Qué controles proponen las autoridades competentes para su control? Dados los resultados insuficientes. Por qué la CEE parece que no quiere meterse mucho en el tema e incluso piensa en legalizar alguna de estas substancias, obviamente por motivos económicos y de competencia de otros países que los tienen legalizados y controlados de tal manera que la carne tratada se etiqueta de manera que se sepa su tratamiento, desde cuando se trata y cuando se suspendió dicho tratamiento y a un precio distinto, más barato.
La presión de intereses económicos de Estados Unidos, Argentina, Japón, Canada, Australia etc. es lo suficientemente fuerte y contundente como para que la CEE (España incluida) acepte esta política y permita la utilización de estos “aditivos” en su territorio como la importación de carne tratada. Es labor de los consumidores ejercer la presión suficiente para parar esta política y evitar la utilización de productos artificiales para el engorde del ganado que será nuestro alimento y por supuesto la importación de carnes tratadas.
No hay que esperar a que se produzca otro desastre como el de las VACAS LOCAS con muertes entre la población para que se propongan medidas A POSTERIORI.