Relacionar la ayuda de psicólogos y psiquiatras con la locura es uno de los mayores errores que, aún hoy, cientos de personas cometen. El miedo a acudir al psicólogo está injustificado. Aparcar la idea de acudir a uno de estos especialistas por temor o inseguridad puede desembocar en un agravamiento del problema.
¿Cuándo es necesario acudir a la consulta de los terapeutas? Cada persona es la que mejor puede tomar esta decisión. La voz de alarma debe sonar en varios casos: si se encuentra mal físicamente o sufre dolores sin que haya una razón concreta y fisiológica para ello, si no es feliz, si las personas de su entorno cercano se lo sugieren, si no duerme o come los suficiente, si cree que nadie le entiende ni le quiere,…
Cuando los problemas se agravan hasta el punto de interferir en la vida cotidiana, imposibilitando o dificultado en extremo la realización de las tareas diarias, es el momento de acudir a un especialista. Acuda a la consulta sin miedo y teniendo presente que para comenzar un tratamiento es necesario que haya cierta motivación en mejorar su vida.
Ciencia médica
La psicología forma ya parte de la cultura occidental. Cada vez hay más procesos en los que los psicólogos juegan un papel imprescindible. Según el cardiólogo Valentín Fuster “la psicología es el 50% de la enfermedad cardíaca”. Esta disciplina tiene a estas alturas de la Historia los suficientes elementos como para ser considerada una ciencia médica capaz de ayudar a las personas a resolver sus problemas. Eso sí, hay que advertir que estos procesos no siempre se coronan con éxito.
Es sumamente importante que el profesional merezca su confianza. Parte de su trabajo se basa en su capacidad para escuchar y a su vez entender al paciente. Si en las primeras visitas no percibe estas virtudes en la persona que ocupa el otro lado del diván, es mejor que se busque otra.
Psicoanálisis y conductismo
El buen psicólogo tiene también que contar con una buena preparación. Se debe desconfiar de quienes no puedan acreditar una cierta formación como psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas o psicoanalistas. También se debe huir de charlatanes esotéricos. Aunque sea posible que alguno le ayude a solucionar su problema, su salud y su bolsillo asumen riesgos muy importantes.
Los psicotratamientos se pueden dividir en dos escuelas: el psicoanálisis y el conductismo. El psicoanálisis lo fundó Sigmund Freud, y es el estereotipo del tratamiento psicológico, diván incluido. Consiste en una serie de sesiones de unos 45 minutos en las que una persona habla de sus preocupaciones, sueños y su vida. El psicoanalista escucha y ayuda al paciente a poner de manifiesto sus deseos y frustraciones.
Eficacia probada
La terapia psicoanalítica puede ser eficaz en trastornos de la personalidad, como histeria o psicosis, pero muchos la consideran contraindicada en otros, como los maníaco depresivos y, dependiendo del caso, los de adicción a las drogas o el alcohol. Algunos psicólogos acusan al psicoanálisis de tener escasas consecuencias terapéuticas, pues venciendo los traumas de la infancia no se solucionan los conflictos de la personalidad adulta.
La otra gran escuela psicoterapéutica es el conductismo. En sus orígenes, los conductistas consideraron que el objetivo de la psicología era observar y estudiar la conducta humana externa. Los partidarios de esta teoría asumen que la conducta es modificable, que hay varias formas de lograrlo, y que la más simple es condicionarla.
Los pasos conductistas
Al paciente se le realiza primero un análisis funcional. Se trata de determinar de forma detallada los elementos que influyen en la aparición de una conducta y las ventajas que se obtienen de ese comportamiento. Con esos datos se elabora el programa de intervención.
Ambos sistemas tienen sus diferentes seguidores y sus detractores. Aún así, como se menciona al principio, cada persona deberá elegir, según la gravedad y la tipología de su problema a quién quiere delegar la responsabilidad de ayudarle. También es importante saber que existen distintas modalidades terapéuticas: individuales, de grupo, de pareja, de familia…