Los adolescentes suelen ser casi siempre los “culpables” de las malas relaciones que se crean entre ellos y sus padres. Para disfrutar de esta etapa sin que las diferencias nos hagan entrar en conflicto, es necesario intentar entender a nuestros hijos y recordar los años que nosotros también fuimos adolescentes.
Diferencias generacionales
Sólo con mis amigos
La adolescencia no es una etapa estable emocionalmente. Los cambiantes estados de ánimo representan obstáculos ciertamente graves para la convivencia. Esta inmadurez emocional conlleva que el joven crea que solo entre los miembros de su propia generación puede sentirse a gusto y comprendido.
Además tiene una gran necesidad de sentir que forma parte de un grupo. Como consecuencia es corriente encontrarnos que los jóvenes muestren un cierto rechazo a las otras generaciones. Es evidente que este distanciamiento o rechazo constituye un gran obstáculo para que fluya la comunicación inter generacional.
La fuerza de este sentimiento de pertenecer a un grupo provoca hostilidad contra todos aquellos que no formen parte de él. Esta actitud está especialmente presente en el ámbito familiar.
Los padres: “unos viejos”…
Como promedio, los padres de un adolescente tienen entre 40 y 50 años, una edad también difícil: cuando ya no se es tan joven hay que enfrentarse a la inconsciencia de un muchacho o muchacha con toda la vida por delante.
Es frecuente pensar que la juventud de ahora “no es como la de antes”. Seguramente todos hemos oído (o pensado) que nosotros no éramos tan rebeldes, n tan irresponsables, ni tan inmaduros… Sin embargo la historia nos demuestra que ese sentimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor es sólo fruto de nuestra imaginación.
Veamos un texto sorprendente:
“Nuestros jóvenes de ahora aman el lujo tienen pésimos modales y desdeñan la autoridad, muestran poco respeto por sus superiores y pierden el tiempo yendo de un lado para otro, y están siempre dispuestos a contradecir a sus padres y tiranizar a sus maestros ”.
Podrían ser palabras de cualquier padre de un muchacho de 16 o 17 años, pero es un texto de Sócrates, del siglo IV a de J.C. Es decir, desde siempre los padres han pensado que los jóvenes eran unos irresponsables.
…pero parecidos a los hijos
A pesar de las diferencias generacionales, padres e hijos se parecen mucho. Tal vez, los padres de ahora no llevaban el pelo de colores, tatuajes o escuchaban heavy rock, pero seguramente llevarían el pelo más largo de lo tolerable y odiaban a Antonio Machín.
Las diferencias entre padres e hijos se limitan más a los gustos musicales o la forma de vestir, pero las ideas, los valores y las actitudes que han visto en los padres son firmes y convincentes, las adaptarán como propias, es decir, las compartirán con su padres.
Distintos tipos de relación
La relación que establezcamos con nuestros hijos se basa básicamente en dos factores: los que exigimos y lo que damos a cambio. Según esta teoría, existen 4 tipos de padres:
- Autoritarios: dan poco y exigen mucho. Son rígidos y valoran sobre todo la obediencia. Las cosas se hacen “por que yo lo digo”, sin razones adjuntas. Esto da lugar a hijos dependientes e irresponsables que cuando no se sienten vigilados se comportan mal.
- Permisivos: dan mucho y exigen poco. Dejan a los niños que hagan lo que quieran sin exigir nada a cambio. Con gran probabilidad los hijos serán inmaduros y tendrán problemas para controlar sus impulsos.
- Despreocupados: ni exigen ni dan. Su actitud es la de padres excesivamente permisivos, a veces tan radicales que los hijos pueden tener auténticos conflictos de personalidad.
- Autoritarios: exigen y dan en la misma medida. Dejan independencia a los hijos pero proporcionando una estructura sólida basada en normas claras. Son flexibles y cariñosos, pero firmes cuando es necesario. Los hijos serán responsables, independientes, con un mayor bienestar emocional y con menos problemas de conducta.
Diferentes lenguajes
Es evidente que los adolescentes utilizan un léxico diferente al de sus padres, a veces, incluso imposible de descifrar. Se trata de un vocabulario creado por los propios jóvenes formado por palabras inventadas o modificando el significado de éstas. Ya sea voluntaria o involuntariamente, el argot juvenil es una forma de diferenciarse de las demás generaciones y así reforzar el sentimiento generacional.
Se convierte en un signo más de identificación, como el pendiente o el tatuaje. Un adolescente no utilizará por igual el argot cuando esté entre los miembros de su generación que cuando esté hablando con su abuelo. Pero también se podría dar la situación en que el joven acentúe esta característica de su comunicación para remarcar una distancia. Por ejemplo, en el caso de una discusión con sus padres.
Lo que no está claro es que sea bueno que los padres adopten esta jerga en un intento de acercamiento. Esto puede producir una reacción de rechazo en el hijo por lo grotesco que suele resultar.
Para lograr que las diferencias generacionales no sean conflictivas es necesario crear un buen ambiente familiar ¿De qué manera? Dejando fuera los problemas y procurando una vida armónica y, sobre todo, intentando comprender a los hijos adolescentes.