Cómo son las relaciones en función al padre
El padre ausente
Los cambios que se han sucedido e los últimos 20 años en las sociedades modernas han puesto en evidencia la necesidad de que el padre asuma parte de la responsabilidad de la educación de los hijos. Antes, ese papel correspondía sólo a la madre: ella se ocupaba de cuidar, alimentar y educar a los niños y el padre (realmente ausente) sólo tenía la responsabilidad de traer dinero a casa. Los niños no eran su tarea.
Con la incorporación de la mujer en el mundo laboral los papeles han comenzado a cambiar y la sociedad, especialmente los adolescentes, demandan también la presencia del padre, por eso ahora se añora más su presencia cuando no se implican en la educación y cuidados de los hijos.
El padre despreocupado
Son padres que no encaran la realidad y delegan en la madre la tarea de conversar, aconsejar o simplemente escuchar a su hijo adolescente. Los hijos captan esta despreocupación y enfrían aún más las relaciones.
No les alarma el fracaso escolar de sus hijos, o si beben o toman drogas, todo parece un problema menor y sus funciones se limitan a trabajar y vivir en la casa que comparte con el resto de su familia, pero nunca termina de integrarse realmente e ella.
El padre demasiado protector
El tipo de relación protectora en exceso se da, sobre todo, con las hijas, especialmente cuando se trata de las posibles relaciones sexuales que podrían mantener con novios y amigos. Son padres a los que les cuesta asumir que su “niña” comienza a hacerse mayor y pasa de jugar con las muñecas a colgar póster de cantantes jóvenes y guapos en su habitación .
Las hijas, rehuyen contarles sus problemas pues en el fondo asumen también el papel de niñas, por lo que la comunicación es siempre un tanto ficticia.
El padre amigo
No regaña a los hijos y deja la disciplina familiar en manos de la madre. Intenta ser cómplice de los adolescentes e, incluso, acude con ellos a conciertos o reuniones de gente joven. Hace la vista gorda a muchos de los problemas de sus hijos, lo que provoca que la madre tenga que asumir un excesivo papel disciplinar: es ella quien fija los horarios para llegar a casa, quien regaña a los hijos si vienen demasiado o quien se ocupa de revisar las notas escolares.
Esta situación puede provocar un excesivo rechazo a al actitud de la madre, favoreciendo la mala relación con ella.
El padre equilibrado
No se trata del padre perfecto, pero si de un padre consciente de su condición pero también de sus limitaciones. Es consciente de la necesaria emancipación de sus hijos y sabe que esa nueva situación le va a suponer a él un proceso de adaptación no siempre fácil. Es un padre que no pide nada a cambio: quiere a su hijos y disfruta viéndolos crecer.
La comunicación con los hijos adolescentes suele ser fluida, pero sin perder nunca los papeles: él es el padre y les regaña si beben más de la cuenta, coquetean con la drogas o descuidan sus estudios.
Esta relación proporciona mucha seguridad a los adolescentes que ven en su padre una persona más o menos satisfecha con su vida.