¡Niñooo, baja esa música!
Desde que se levantan hasta que se acuestan. Escuchar música y ver vídeos musicales son dos de las actividades más importantes realizadas durante la adolescencia.
Los adolescentes utilizan la música para expresar su rebeldía, para expresar una identidad distinta a la de sus padres, o a veces para evitar el sentimiento de soledad.
La música puede desempeñar un importante papel en el proceso de socialización y en la formación de la identidad del adolescente. Utilizan la música como un refuerzo para identificarse con su grupo. Supone todo un estandarte que simboliza una identidad y cierta autonomía.
Por otro lado, despierta emociones y reacciones. La música hace algo más que entretener al adolescente. Se ha demostrado mediante estudios que determinados tipos de música provocan diferentes emociones. La elección de un adolescente por una música determinada y su consiguiente respuesta emocional puede variar dependiendo de cultura, el sexo o la raza.
Las letras de las canciones
A veces pueden contener mensajes que inciten a la violencia, el suicidio…, o que inciten al consumo de drogas.
Sin embargo, no nos asustemos, la mayoría de los adolescentes no presta demasiada atención hacia este tipo de contenidos, si no que “le llegan” más aquellas que se refieren a conceptos como el amor, la amistad, temas trascendentales y otros tópicos relacionados con el mundo adolescentes.
A si que no te espantes si oyes alguna canción con contenido radical.
Hay adolescentes que prefieren las canciones que hablan sobre escabrosos temas como los mencionados, tampoco hay que alarmarse, generalmente suele ser música heavy-metal, aunque muestran una tendencia menor a pensar que esta música pudiese tener influencias negativas en su comportamiento, comparado con estudiantes que prefieren otro tipo de música.
Los vídeo- clips: Cuestión de imagen
Los adolescentes suponen la audiencia masiva de los vídeos musicales. Producto comercial al cien por cien, persuasivos hasta el punto de que ha modificado los hábitos de ver la televisión y de escuchar música.
Algunos vídeos son conceptuales, es decir, que reproducen una historia paralela a la canción, y a veces han suscitado situaciones comprometidas, al promover temas como la violencia o la promiscuidad sexual. En ocasiones, llegan a ser censurados en ciertos países. Según un estudio realizado por DuRant y clb, los vídeos musicales más violentos son los de música Rap y Rock.
Los menos violentos serían los pertenecientes a los géneros Country, música ligera y el Blues.
Pero parece que los adolescentes están básicamente interesados en ver los vídeos para disfrutar de la música y encontrar un significado a las canciones que les gustan, más que para dejarse influir por los contenidos visuales radicalmente negativos.
Bien es cierto, que el protagonismo de las modas va desde la ropa y el aspecto externo, hasta la forma de pensar, de sentir y hasta de convivir... y en esto sí tienen cierta influencia los vídeos musicales. Como ejemplo recordemos el fenómeno que fue “Spice Girls” que arrasó con las adolescentes de todo el mundo.
El poder de la imagen es el segundo gran recurso en la comunicación social, detrás de la palabra. Y los adolescentes cambian bajo las influencias o modelos que se derivan del ámbito del las ideas y las imágenes.
La creación de ídolos
Quizá alguno de tus hijos adolescente te haya empapelado la habitación con posters de Enrique Iglesias o Britney Spears. La manía de idolatrar a los artistas musicales por parte de los adolescentes, desempeña un papel importante en el fenómeno del fanatismo.
Esos “fans” sumidos en un verdadero estado de nervios, que aguantan interminables colas durante días a la intemperie, que se conforman con ver a su estrella favorita a una distancia de prismáticos, mientras son espachurrados por otros miles de adolescentes en su misma situación. Todo por su ídolo. Esta es otra de las manifestaciones acerca del poder que puede tener la industria musical en el mundo adolescente.
Si eres de las que sufre las manías de un hijo “loco por la música”, acepta el reto; porque después de todo, supone un escalón más en el camino hasta que alcancen la madurez.