Cuando se pregunta a las personas por el concepto de ancianidad, por lo general piensan en enfermo, cansado, amargado, arrugado, etcétera.
Es triste que en la mayoría de la gente exista una idea tan negativa al respecto. ¿Por qué pasa esto? ¿No sería mejor eliminar el pesimismo y valorar esta etapa de la vida?
Es cierto que muchas personas de edad avanzada padecen enfermedades, se sienten solas y tristes, y por lo general siempre se están quejando, repiten las mismas historias y repelan de todo.
Pero, ¿no tendremos nosotros parte de la responsabilidad de que algunos ancianos se comporten de esa manera?
Tal vez las personas mayores no se enfermarían tanto si no se les hiciera sentir como inútiles. Si por el contrario, se les anima a seguir teniendo una vida activa aumenta su autoestima. Recordemos que la salud psicológica está muy relacionada con la salud física.
Si repiten siempre las mismas historias, tal vez no sea porque “ya están viejitos”, sino porque ya no salen, su vida sedentaria les impide tener novedades que comunicar. Su amargura o tristeza puede disminuir si se les visita más seguido, si se sienten amados por todos sus seres queridos.
Jóvenes por dentro
A pesar de todo, hay un gran número de adultos mayores que son jóvenes interiormente, pues llevan la alegría de vivir por dentro y la reflejan con su deseo de seguir desarrollándose personalmente y, ¿por qué no?, también profesionalmente. ¿Por qué cortarles las alas?
No es justo que muchas personas les cierren las puertas a los mayores cuando intentan conseguir trabajo. Todavía tienen mucho que aportar a la sociedad, y si sienten esas ganas de desarrollarse laboralmente, lo más probable es que pongan lo mejor de su parte para que todo salga bien.
En nuestra cultura occidental es común la discriminación a los ancianos, y no sólo laboralmente, sino también social y familiarmente.
Socialmente no se crean los suficientes centros de esparcimiento para ellos, además se vuelve difícil que en un mundo tan acelerado como el nuestro, una persona de la tercera edad muestre su independencia para trasladarse de un lugar a otro.
Muchas veces familiarmente, cuando no quedan olvidados en un asilo, se les trata mal, o simplemente es un tedio para los hijos estarlos cuidando. Hay familias que se turnan para cuidarlos cada quien una semana, pues no aguantan más tiempo con ellos.
Esta actitud de discriminación que se toma algunas veces (o siempre) es poco inteligente, pues, pensándolo bien, un día todos llegaremos a esa edad, y se nos tratará de la misma manera.
El valor de los ancianos
Las personas mayores son una fuente abundante de conocimientos que han obtenido de su experiencia. Estoy segura de que cualquier persona se siente satisfecha de compartir lo que ha aprendido, y ellos no son la excepción. Tanto adultos como jóvenes y niños podemos escuchar sus sabios consejos y palabras.
Son un vínculo entre el pasado y nuestro presente. Nos comparten su alegría cuando llegan a su vejez satisfechos de lo que han hecho en su vida.
El abuelito se puede comportar como un niño, un joven y un adulto, dependiendo de la situación, y jugar, bromear o contarnos sus historias.
Estrada Inda dice: “Una familia sin viejos es una familia sin complemento histórico, una familia mutilada”
La autora es colaboradora de Desarrollo y Formación Familiar, A.C. Cursó la licenciatura en ciencias de la familia del Instituto Juan Pablo II de Monterrey.
Déles su lugar
Qué hacer para rescatar el valor de los adultos mayores.
-Imitar la cultura oriental.
Según el Dr. Lauro Estrada Inda en “El Ciclo Vital de la Familia”, en Oriente existe entusiasmo y veneración por alcanzar una mayor edad. En China, el joven trata de igualar la pose y dignidad que le son propias al viejo, y los ancianos tienen privilegios como dejarse crecer la barba o de hablar mientras los demás escuchan.
-Educar a la infancia del país.
Con programas escolares donde se trate el tema de la tercera edad, se les enseñe el valor de la ancianidad y se les lleve a visitar las instituciones dedicadas a su cuidado.
Es importante mostrarles a los niños que no sólo existen asilos donde muchas veces hay ancianos tristes y enfermos, sino instituciones donde se les dan clases de baile, de manualidades y demás talleres, que esta edad puede ser productiva.
-Educar a nuestros hijos en el seno familiar.
Con palabras y, sobre todo, con el ejemplo, llevando a visitar a los abuelitos, hablando bien de ellos, tratándolos bien, etcétera.
-Involucrar a los ancianos a la sociedad.
Creando centros de esparcimiento, aceptándolos en trabajos adecuados a su edad. Que el anciano no se sienta excluido del resto de la población y que pueda seguir sintiéndose productivo.