Si está pensando en elegir su árbol de Navidad a continuación le indicamos varias opciones para ayudarle a decidir.
ABETO:
Dependiendo del lugar del mundo en el que estemos, hay muchas clases de coníferas y de árboles que se utilizan como “árboles de Navidad”, entre otras el abeto.
El Abeto (abies alba) de la familia de las pináceas, comprende más de 40 especies, las más conocidas son el abeto blanco o plateado y el abeto rojo o abeto alemán. Este árbol perenne se caracteriza por ser de forma estrecha y cónica, corteza gris y lisa, agrietada con la edad. Su fruto es una piña, cuyo color cambia del verde al pardo al madurar. Éstos suelen salir en la mitad superior de la planta. Florece en primavera y sus flores son amarillas (las masculinas) y verdes (las femeninas). Su hábitat natural son los bosques de montaña de todo el mundo. Puede alcanzar los 60 metros de altura y vivir hasta los 800 años.
Sus características los hacen muy codiciados como árboles de Navidad. Tienen una fragancia agradable y perdurable, buena apariencia y un follaje verde oscuro que le da una forma muy atractiva.
Si tenemos un abeto u otra conífera en nuestro jardín, es una buena idea aprovecharlo, ya que no tendremos que cambiarlo de lugar, ni cortarlo, ni sacarlo de su entorno natural, el exterior, para poder adornarlo. En cuanto al interior de las casas, aunque hubo una época en que se puso de moda comprar abetos “naturales”, muchas veces cortados y sin raíz, poco a poco se fue prohibiendo esa práctica y ahora, la gran mayoría de árboles naturales que se venden para adornar están en maceta. Aun así, el mercado del árbol vivo es un inmenso negocio en todo el mundo y antes de estar regulado originó la tala indiscriminada de algunas de estas especies. A pesar de que parece más “humano” comprar el árbol con raíz, lo cierto es que se suele tratar de ejemplares muy jóvenes y las posibilidades de que un árbol de estos sobreviva a la calefacción, los baños de purpurina, nieve artificial, etc, dentro de una casa, son pequeñas y por eso muchos mueren cuando, tras las fiestas, sus compradores deciden plantarlos en el exterior, con mayor o menor fortuna y a veces con escasos conocimientos acerca de cómo transplantar un árbol.
Si bien, los primeros modelos de árboles artificiales eran poco realistas, los modelos que ahora se venden están bien hechos, son decorativos, utilizan materiales más ecológicos y duran muchos años; esto último es algo a tener muy en cuenta si pensamos que comprar un árbol artificial puede indultar como mínimo a otros cinco o seis árboles, uno por año.
La tradición del árbol de Navidad, data de muy antiguo, tanto que existen diversas versiones sobre sus orígenes más remotos. Así, por ejemplo, los antiguos egipcios celebraban el fin de año con una ceremonia en que llevaban una penca de palma que tenía doce hojas. Cada hoja representaba un mes del año. Al terminarse la ceremonia, encendían la punta de cada hoja y apilándolas todas, en forma de pirámide, formaban una hoguera en honor del dios Tor.
Por otro lado, entre el segundo y tercer milenio A.C., una gran variedad de pueblos indoeuropeos, que se estaban expandiendo por Europa y Asia, tenían a los árboles como expresión de las fuerzas fecundantes de la Madre Naturaleza, motivo por el cual les rendían culto. El fuerte roble fue en muchos casos el árbol rey. Al llegar la caducidad de sus hojas, su aspecto desolado era compensado con diferentes adornos, tratando de atraer el espíritu de la Naturaleza que se creía huido.
Pero, no es hasta la primera mitad del siglo VIII, en Alemania, cuando la costumbre del árbol de Navidad nace como tal. Estando predicando el misionero británico San Bonifacio un sermón, el día de Navidad, a unos druidas alemanes para convencerles de que el roble no era ni sagrado ni inviolable, el “Apóstol de los alemanes” derribó uno. El árbol al caer fue destrozando todos los arbustos excepto un pequeño abeto. San Bonifacio, interpretó la supervivencia del arbolito como un milagro, concluyendo su sermón: “Llamémosle el árbol del Niño Dios”. Su forma triangular se explicó como representativa de la Santísima Trinidad, con el Dios Padre en la cúspide.
En lo que se refiere a su ornamentación, se afirma que fue Martín Lutero (1483-1546) quien “inventó” el árbol de navidad.
Según la leyenda, una noche en la que Lutero regresaba a casa, observó que la luz de las estrellas centelleaba en las ramas de los árboles cubiertos de nieve. Esto, le hizo recordar la estrella de Belem, que guió a los pastores la noche en que nació Jesús, e inspirado por esta imagen taló un árbol, lo llevó a su casa y lo decoró con velas, nueces y manzanas, tratando de explicar así los dones que los hombres recibieron con el nacimiento de Jesucristo.
Al correr de los años, esta idea se esparció por algunas provincias de Alemania y la gente empezó a colocar un abeto en sus hogares. Hasta el siglo XIX no llegaría a Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Puerto Rico, China y Japón. En España empezó a penetrar en el primer cuarto del siglo XX y en la actualidad, esta costumbre se encuentra arraigada en la mayoría de Europa y Latinoamérica.
El árbol de Navidad tiene varios significados religiosos. Ha sido utilizado como símbolo de la unión del cielo y la tierra, nos recuerda la redención y se asocia con el árbol de la vida, que lucía en medio del jardín del edén. Las bolas, estrellas o herraduras que hoy cuelgan de él representan las primitivas piedras, manzanas u otros elementos que en el pasado adornaban el roble, predecesor del actual árbol navideño. Cada uno de estos ornamentos tiene de por sí un significado. Así por ejemplo, antes de que fueran sustituidas por bombillas eléctricas de colores, las velas eran uno de estos adornos: simbolizan la purificación y su llama se entendía como la representación de Cristo, la luz del mundo. Las herraduras son un clásico amuleto que atrae la buena suerte. Las habituales piñas se utilizan como un símbolo de la inmortalidad y las campanillas como muestra del júbilo navideño. Las manzanas o las bolas de colores, son signos propiciatorios de abundancia. Por último, las estrellas anuncian los designios de Dios. Según cuenta la Biblia, cada estrella tiene un ángel que vela por ella, creencia que soporta la antigua idea de que cada una de las que puebla el firmamento es en sí misma un ángel. La que copa el árbol de Navidad se refiere a la de Belén.
ACEBO:
El acebo (Illex aquifolium) es un árbol o arbusto de hoja perenne, de 2 a 5 metros de altura que pertenece a la familia de las Aquifoliáceas. Vive en diferentes tipos de suelos y soporta incluso los climas más secos. Suele encontrarse entre bosques de robles o hayas. Su crecimiento es muy lento y puede vivir más de cien años. Su floración se produce de finales de primavera a principios de verano. Los frutos maduran en otoño y de ellos se alimentan roedores, herbívoros y aves.
El acebo es un arbusto o árbol protegido en la mayoría de Europa debido, sobretodo, a la depredación salvaje a que fue sometido con objeto de servir de decoración en las fiestas navideñas. En España podemos encontrarlo en estado natural en zonas como el Moncayo (Aragón) o el Montseny (Catalunya). Cuando paseemos por estas zonas o otras es posible que caigamos en la tentación de arrancar una rama: esto, además de ser un atentado contra la especie es un hecho sancionable.
Si queremos adquirir acebo de cara a las próximas fiestas, deberemos hacerlo en mercadillos navideños o en tiendas autorizadas, lugares en el que los ejemplares que se venden proceden de la poda de ejemplares de vivero y no de aquellos que se encuentran en estado natural.
El acebo es una planta de exterior, muy utilizada en la decoración de setos y jardines, que se puede comprar en los viveros. Se venden diversas variedades, desde la más común hasta la más sofisticada, con bordes blancos y bayas de color amarillo. Aunque en su medio natural puede llegar a superar los diez metros de altura, se vende con el tamaño de un pequeño arbusto y tiene un crecimiento lento. Le gustan los lugares húmedos y sombreados, pero al adquirirlo debemos asegurarnos de que en el vivero nos dan las instrucciones oportunas para un mantenimiento a largo plazo y, sobre todo, debemos tener en cuenta que si no podemos ofrecerle un lugar en el que sobrevivir pasadas estas fiestas, es mejor no comprarlo. Por otra parte, tener un acebo en nuestro jardín o terraza nos permite aprovechar las ramas podadas al comienzo del invierno, para decorar la casa sin dañar la naturaleza.
La introducción del acebo como planta navideña se atribuye a la Iglesia Católica, en un intento por sustituir al pagano muérdago, que era un símbolo utilizado por los druidas en las festividades del solsticio de invierno. Pronto la tradición se extendió por toda Europa y Norteamérica. Sin embargo, el acebo ya era utilizado por los antiguos celtas que colgaban guirnaldas hechas con este arbusto para proteger a los moradores de las casas y evitar visitas indeseadas.
Una antigua historia celta “El rey Roble y el rey Acebo” que se representaba de forma popular al comienzo del invierno, narraba cómo el Rey Roble reinaba sobre la mitad luminosa y cálida del año, cuando sus hojas verdes estaban en su mayor esplendor, y cómo el Rey Acebo reinaba sobre la parte oscura y fría del año, cuando el Roble perdía sus hojas y el Acebo, sin embargo, mantenía el verde de sus hojas y se adornaba de bayas rojas, símbolos de fertilidad y vigor que se asocian a los buenos comienzos.
RUSCO:
Rusco o brusco (Ruscus aculeatus).También es conocido con los nombres de acebo menor o arrayán salvaje. Es un pequeño arbusto de la familia de las Liliáceas, de un metro de altura. Sus hojas son diminutas escamas y lo que parecen las verdaderas hojas son tallos ensanchados, rígidos y acabados en pincho, donde nacen las flores, entre marzo y abril, y en invierno, los frutos rojizos que lo hacen tan atractivo como adorno navideño. Su hábitat natural son zonas umbrías en los bosques, matorrales o setos de suelos secos y fértiles. Se puede encontrar en Europa central y meridional, así como en el norte de las Islas Británicas, África y en Asia. Está en peligro de desaparición en algunas zonas. Tiene propiedades diuréticas, depurativas, antiartrítico y vasoconstrictor muy fuerte. Se emplea para trastornos capilares y afecciones venosas como varices y hemorroides. También se ha usado contra “la gota”. En algunos sitios se consumen los brotes jóvenes de forma similar a los espárragos. Las semillas se usan como sucedáneo del café
Es una bonita especie para tener en el jardín si no nos preocupan sus bordes espinosos. En algunos mercados de adornos navideños, lo podemos encontrar de forma habitual en ramas cortadas.
El rusco, al igual que otras plantas de hoja perenne y bayas rojas se utiliza como adorno en las fiestas navideñas. Tradicionalmente, el verde simboliza la tierra, la fertilidad y la abundancia, mientras que el rojo es símbolo de la suerte, la buena salud, el vigor, la pasión y los buenos comienzos. Por este motivo, es normal que los colores rojo y verde, y las plantas que los contienen de forma natural, sean los más utilizados para simbolizar las fiestas navideñas y el comienzo del año en gran parte del hemisferio Norte.
MUÉRDAGO:
El muérdago (viscum album) es una planta parásita de tallos articulados y siempre verdes. Tiene flores y da bayas, primero de color verde y después, al madurar de color blanco. Éstas maduran a finales de otoño y no son comestibles. Crece preferentemente en las ramas de encinas, pinos y robles, en lo que a simple vista asemeja una madeja de tallos en forma de pelota.
Esta planta se compra ya cortada, en mercadillos navideños, con frecuencia formando parte de pequeños ramos con otras plantas de color verde y con bayas. En la antigüedad, el rito de cortar el muérdago era respetuoso y complejo. El mejor muérdago para cortar, el más valioso era aquel que crecía en los robles. Según la tradición, antes de cortarlo había que pedir permiso a la planta, ya que quien no lo hiciera con la debida reverencia, padecería todo tipo de males. Además, debía ser cortado cuando la luna tuviese seis días, de un tajo, utilizando una hoz de oro y evitando que cayera al suelo.
La costumbre de colocar unas ramitas de muérdago sobre los marcos de puertas y ventanas o en los techos, entronca con su particularidad de enraizar sobre el tejido vivo de otras plantas y no sobre la tierra, a diferencia de la mayoría de los vegetales.
Según una antigua superstición, se colgaba sobre las cunas de los niños, para evitar que las hadas los robasen y los sustituyeran por otros.
La tradición dice que la muchacha que recibe un beso bajo el muérdago en Nochebuena encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene. En el caso de una pareja, obtendrá el don de la fertilidad. Esta costumbre navideña, poco extendida en España, procede de los países del norte y centro de Europa.
Gracias a su característica de permanecer siempre verde, el muérdago ha sido considerada, desde tiempos inmemoriales, como una planta sagrada, un signo protector y símbolo de paz que aporta suerte y fertilidad. Además, representaba a la masculinidad en contraposición al acebo que representaba a la feminidad. Dentro del período navideño, en pleno solsticio invernal, encarna esta demanda de prosperidad a la divinidad.