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Ver pasar la vida por la ventana [18-05-2020]

 

Hoy el cielo está despejado como hacia tiempo que no se veía. Limpio, inmáculo, azul profundo antes del amanecer, tan negro oscuro en mitad de la noche, que se podían apreciar perfectamente varias constelaciones a pesar de la contaminación lumínica.

 

Resulta curioso que tras tanto desear la venida de días soleados, durante muchas de estas semanas tan primaverales, tan revoltosas meteorológicamente hablando, tras dos días de cielo despejado, echo de menos las nubes. Ésas que me han acompañado poniendo un telón de fondo a mi visión del mundo desde mi ventana, a veces de formas moteadas como las marcas de la piel de un azul jaguar, otras como filigranas arabescas en el artesonado de una mezquita, en ocasiones como encrespados mares de algodones, o que asemejaban querubínicas caras de mofletes hinchados.

 

Este pensamiento me lleva a reflexionar sobre como tenemos tendencia a no valorar las cosas hasta que nos faltan. En estos días de confinamiento que hemos pasado, hemos sido conscientes del verdadero valor de la libertad de movimientos, de los besos y abrazos, del gran privilegio que supone estar bien y tener salud. De cómo esta pandemia ha actuado como un tremendo igualador de sentires, de sentimientos. Todos hemos transitado por la angustia del obligado encierro descubriendo que podíamos ser vulnerables a la enfermedad.

 

Pero hay un sector de la población que ha hecho del defecto virtud en la mayoría de los casos, hablo de las personas con enfermedades crónicas, o de larga convalecencia. Un colectivo muy sensible, que más allá de ser susceptible de elevado riesgo, ha tenido, hemos tenido, que bregar con la actual situación, con la mochila añadida de las limitaciones propias de cada paciente.

 

Quien padezca cualquier condición que le obligue a estar pendiente de su salud, de las revisiones hospitalarias constantes, de la acción rehabilitadora, sabe que la vida ya no es igual. Tiene otro ritmo, otro color, otro estrés con el que lidiar. Pero a pesar de la presumible mayor vulnerabilidad, hay algo que muchos tienen, tenemos, una gran resistencia interna, una fortaleza psicológica adquirida en tantos días difíciles. El haber pasado por el miedo, el cansancio, la frustración, la angustia, la ansiedad, además de por el dolor físico y las limitaciones propias de cada enfermedad, ha hecho que para muchos el confinamiento no significara algo nuevo. El hecho de ver pasar la vida por la ventana ya era algo conocido.

 

Generalmente, el relato vital tras los “crónicos” va más allá de sus problemas médicos, ese relato también sabe mucho de resistencia, de encarar momentos difíciles, de asumir la propia vulnerabilidad y fragilidad física. De revestirse de fortaleza, de coraje, de actitud. De ganas de seguir viviendo al fin y al cabo.

 

Así pues, buena parte de estos crónicos han afrontado, hemos afrontado, esta crisis con habilidades adquiridas con el tiempo, asumiendo este hecho con mayor “normalidad” que el resto de la población. También se suspendieron muchas rehabilitaciones, tratamientos y seguimientos, lo cual no significó un incremento de las visitas a las urgencias ni las solicitudes de consultas.

Ahora mientras se recobra tímidamente cierta normalidad, los crónicos proseguirán con su movilidad limitada, en muchos casos continuaran siendo personas de riesgo extremo.

 

En estos nuevos tiempos que se abren ante nosotros, seguramente, hemos aprendido el gran privilegio que supone la salud y el bienestar. Sería conveniente no olvidar esta enseñanza de la vida.

 

Igualmente deberíamos comprender y valorar a quienes conviven con la enfermedad en su día a día batallando con las recaídas, los ingresos de urgencia, los largos tratamientos y terapias rehabilitadoras, las constantes visitas al hospital.

 

Rendir un homenaje a todos: pacientes de enfermedades raras, con cardiopatías crónicas, insuficiencia renal, diabetes, esclerosis múltiple, luchadores del cáncer, del sida, accidentados de larga duración… enfermos mentales y psiquiátricos…y todos los que ahora se me olvida mencionar. Un especial recuerdo a los cuidadores también, a los que deberíamos cuidar igualmente y mostrar nuestro cariño por el enorme esfuerzo que realizan, con extenuantes jornadas de atención constante, de enorme esfuerzo físico, también psicológico. Preguntarnos, porque así se lo merecen, ¿Quién cuida al cuidador?

 

Pero ante todo mantener el buen humor como base de la buena salud, el buen humor es la salud del alma. Sin olvidar lo que decía el irónico Mark Twain, aquello de que la única manera de conservar la salud era comer lo que no queremos, beber lo que no nos gusta y hacer lo que no preferimos hacer. Un cachondo, el tío Mark.

 

Buen y saludable día a tod@s!!!

 

Os quiero Bandid@s!!!

“Una actitud saludable es contagiosa, pero no esperes a tomarla de otras personas, se un portador” Tom Stoppard

Hoy os dejo un tema icónico en la lucha por la visibilización, aceptación y contra la estigmatización de los enfermos de sida, en los duros inicios de la enfermedad. Sin más palabras, “Streets of Philadelphia” de Bruce Springsteen, ahí os quedáis con “el jefe”.

el-pinche-feliz

Aquí a diario Mis Gastrotapasdesde la “Oronja Home”
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