La separación y la expiación
V. La función del obrador de milagros
Antes de que los obradores de milagros estén listos para emprender su función en este mundo, es esencial que comprendan cabalmente el miedo que se le tiene a la liberación. De lo contrario, podrían fomentar inadvertidamente la creencia de que la liberación significa aprisionamiento, creencia que, de por si, ya es muy prevaleciente. Esta percepción errónea procede a su vez de la creencia de que el daño puede limitarse sólo al cuerpo. Ello se debe al miedo subyacente de que la mente puede hacerse daño a sí misma. Ninguno de esos errores es significativo, ya que las creaciones falsas de la mente en realidad no existen. Este reconocimiento es un recurso protector mucho más eficaz que cualquier forma de confusión de niveles porque introduce la corrección al nivel del error. Es esencial recordar que sólo la mente puede crear, y que la corrección sólo puede tener lugar en el nivel del pensamiento. Para ampliar algo que ya se mencionó anteriormente, el espíritu ya es perfecto, y, por lo tanto, no requiere corrección. El cuerpo no existe, excepto como un recurso de aprendizaje al servicio de la mente. Este recurso de aprendizaje, de por si, no comete errores porque no puede crear. Es obvio, pues, que inducir a la mente a que renuncie a sus creaciones falsas es la única aplicación de la capacidad creativa que realmente tiene sentido.
La magia es el uso insensato o mal-creativo de la mente. Los medicamentos físicos son una forma de “hechizo”, pero si tienes miedo de usar la mente para curar, no debes intentar hacerlo. El hecho mismo de que tengas miedo hace que tu mente sea vulnerable a crear falsamente. Es probable, por lo tanto, que no entiendes correctamente cualquier curación que pudiera producirse, y puesto que el egocentrismo va normalmente acompañado de miedo, tal vez no puedas aceptar la verdadera Fuente de la curación. En tal caso, es menos arriesgado depender temporalmente de artificios curativos físicos, ya que no puedes percibirlos erróneamente como tus propias creaciones. Mientras tu sensación de vulnerabilidad persista, no debes intentar obrar milagros.
He dicho ya que los milagros son expresiones de una orientación milagrosa, y una orientación milagrosa no es otra cosa que una mentalidad recta. Los que poseen una mentalidad recta no exaltan ni menosprecian la mente del que obra milagros ni la del que los recibe. En cuanto que medio de corrección, sin embargo, el milagro no tiene que esperar a que el que los ha de recibir goce de una mentalidad recta. De hecho, su propósito es restituirle a su mente recta. Es esencial, no obstante, que el obrador de milagros esté en su mente recta, aunque sea brevemente, o, de lo contrario, será incapaz de re-establecer la mentalidad recta en otros.
El sanador que confía en su propio estado de preparación pone en peligro su entendimiento. Estás perfectamente a salvo siempre que no te preocupes en absoluto por tu estado de preparación, pero mantengas firme confianza en el mío. Si tus inclinaciones a obrar milagros no están funcionando debidamente, es siempre porque el miedo se ha infiltrado en tu mentalidad recta y la ha invertido. Toda forma de mentalidad-no-recta es el resultado de negarte a aceptar la Expiación para ti mismo. Si la aceptases estarías en una posición desde la que podrías reconocer que los que tienen necesidad de curación son simplemente aquellos que aún no se han dado cuenta de que la mentalidad recta es curación.
La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo. Esto significa que reconoces que la mente es el único nivel creativo, y que la Expiación puede sanar sus errores. Una vez que hayas aceptado esto, tu mente podrá solamente sanar. Al negarle a tu mente cualquier potencial destructivo y restituir de nuevo sus poderes estrictamente constructivos, te colocas en una posición desde la que puedes eliminar la confusión de niveles en otros. El mensaje que entonces les comunicas es el hecho irrefutable de que sus mentes son igualmente constructivas y de que sus creaciones falsas no pueden hacerles daño. Al afirmar esto liberas a la mente de la tendencia a exagerar el valor de su propio recurso de aprendizaje, y la restituyes a su verdadero papel de estudiante.
Debe subrayarse nuevamente que al cuerpo le resulta tan imposible aprender como crear. En cuanto que recurso de aprendizaje se deja llevar simplemente por el estudiante, mas si se le dota falsamente de iniciativa propia, se convierte en una seria obstrucción para el mismo aprendizaje que debería facilitar. Sólo la mente es capaz de iluminación. El espíritu ya está iluminado, y el cuerpo, de por sí, es demasiado denso. La mente, sin embargo, puede hacer llegar su iluminación hasta el cuerpo al reconocer que éste no es el estudiante y que, por lo tanto, no tiene la capacidad de aprender. Es muy fácil, no obstante, poner al cuerpo en armonía con la mente una vez que ésta ha aprendido a mirar más allá de él hacia la luz.
El aprendizaje que verdaderamente corrige comienza siempre con el despertar del espíritu y con el rechazo de la fe en la visión física. Esto frecuentemente entraña temor, ya que tienes miedo de lo que tu visión espiritual te mostraría. Anteriormente dije que el Espíritu Santo no puede ver errores, y que sólo puede mirar más allá de ellos hacia la defensa de la Expiación. No cabe duda de que esto puede producir incomodidad, mas la incomodidad no es el resultado final de la percepción. Cuando se le permite al Espíritu Santo contemplar la profanación del altar, Él mira de inmediato también hacia la Expiación. Nada que Él perciba puede producir miedo. Todo lo que resulta de la conciencia espiritual simplemente se canaliza hacia la corrección. La incomodidad se manifiesta únicamente para traer a la conciencia la necesidad de corrección.
El miedo a la curación surge, en última instancia, de no estar uno completamente dispuesto a aceptar que la curación es necesaria. Lo que el ojo físico ve no es correctivo, ni tampoco es posible corregir el error mediante ningún medio físicamente visible. Mientras creas en lo que tu visión física te muestra, tus intentos de corregir procederán de un falso asesoramiento. La verdadera visión queda nublada porque te resulta intolerable ver tu propio altar profanado. Mas como el altar ha sido profanado, tu estado se torna doblemente peligroso a menos que percibas que así ha sido.
Curar es una habilidad que se desarrolló después de la separación, antes de la cual era innecesaria. Es temporal al igual que todos los aspectos de la creencia en el tiempo y en el espacio. Mientras el tiempo continúe, no obstante, la curación seguirá siendo necesaria como medio de protección. Esto se debe a que la curación se basa en la caridad, y la caridad es una forma de percibir la perfección en otro aun cuando no puedas percibirla en ti mismo. La mayoría de los conceptos más elevados que ahora eres capaz de concebir dependen del tiempo. La caridad, en realidad, no es más que un pálido reflejo de un amor mucho más poderoso y todo-abarcador, el cual está mucho más allá de cualquier forma de caridad que te hayas podido imaginar hasta ahora. La caridad es esencial para la mentalidad recta aun en la pequeña medida en que ahora puedas alcanzarla.
La caridad es una manera de ver a otro como si ya hubiese llegado mucho más allá de lo que en realidad ha logrado en el tiempo hasta ahora. Puesto que su pensamiento tiene fallos, no puede ver que la Expiación es para él, pues, de otro modo, no tendría necesidad de caridad. La caridad que se le concede es a la vez una confirmación de que necesita ayuda, así como el reconocimiento de que la aceptará. Estas dos percepciones denotan claramente su dependencia del tiempo, haciendo patente el hecho de que la caridad opera todavía dentro de las limitaciones de este mundo. Dije anteriormente que sólo la revelación transciende el tiempo. El milagro, al ser una expresión de caridad, tan sólo puede acortarlo. Hay que entender, no obstante, que cuando le ofreces un milagro a otro estás acortando su sufrimiento y el tuyo. Esto corrige tanto retroactivamente como progresivamente.
Principios especiales de los obradores de milagros
(1) El milagro elimina la necesidad de tener preocupaciones de rango inferior. Puesto que es un intervalo de tiempo que está fuera de las coordenadas temporales en las que normalmente operamos, las consideraciones normales con respecto al tiempo y al espacio no le afectan. Cuando obres un milagro yo haré los arreglos necesarios para que el tiempo y el espacio se ajusten a él.
(2) Es esencial hacer una clara distinción entre lo que se crea y lo que se fabrica. Toda forma de curación se basa en esta corrección fundamental de percepción de niveles.
(3) Nunca confundas la mentalidad recta con la mentalidad errada. Reaccionar ante cualquier clase de error de cualquier forma que no sea con un deseo de sanar es una expresión de esa confusión.
(4) El milagro es siempre la negación de ese error y la afirmación de la verdad. Sólo la mentalidad recta puede corregir de forma que sus efectos sean reales. De hecho, lo que no produce efectos reales en realidad no existe. Sus efectos, por lo tanto, son nulos. Al no tener contenido substancial, se presta a ser proyectado.
(5) El poder del milagro para ajustar niveles genera la percepción correcta que da lugar a la curación. Hasta que eso no ocurra será imposible entender lo que es la curación. El perdón es un gesto vacío a menos que conlleve corrección. Sin ella, lo que hace es básicamente juzgar, en vez de sanar.
(6) El perdón que procede de una orientación milagrosa tan solo ofrece corrección. No posee elementos de juicio en absoluto. La frase “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” no evalúa en modo alguno lo que las personas en cuestión estén haciendo. Es una petición a Dios para que sane sus mentes. En ella no se hace referencia resultado del error, pues eso es irrelevante.
(7) El precepto “Sed de un mismo sentir” es la aseveración que exhorta a todos a que estén listos para la revelación. Mi ruego “Haced esto en memoria mía” es una petición a los obradores de milagros para que colaboren conmigo. Estas dos aseveraciones no pertenecen a un mismo orden de realidad. Sólo la última entraña una conciencia de tiempo, ya que recordar es traer el pasado al presente. El tiempo está bajo mi control, pero la eternidad le pertenece a Dios. En el tiempo existimos unos con otros y unos para otros. En la eternidad coexistimos con Dios.
(8) Puedes hacer mucho en favor de tu propia curación y la de los demás si en situaciones en las que se requiere tu ayuda piensas de la siguiente manera:
Estoy aquí únicamente para ser útil.
Estoy aquí en representación de Aquel que me envió.
No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer, pues Aquel que me envió me guiará.
Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee, porque sé que Él estará allí conmigo.
Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar.