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Los síntomas más frecuentes son: pérdida de peso, pérdida de apetito,
fatiga, náuseas, vómitos, diarrea, distensión abdominal, pérdida de
masa muscular, retraso del crecimiento, alteraciones del carácter
(irritabilidad, apatía, introversión, tristeza), dolores abdominales,
meteorismo, anemia por déficit de hierro resistentes a tratamiento. Sin
embargo, tanto en el niño como en el adulto, los síntomas pueden ser
atípicos o estar ausentes, dificultando el diagnóstico.

INFANCIA ADOLESCENCIA ADULTO
Vómitos Anemia ferropénica Diarrea malabsortiva
Diarreas fétidas,
abundantes y grasosas
Dolor abdominal
Diarrea malabsortiva
Apatía
Irritabilidad
Nauseas Estreñimiento,
meteorismo
Depresión
Anorexia Hepatitis Astenia
Astenia Estomatitis aftosa Inapetencia
Irritabilidad Queilitis angular Pérdida de peso
Pelo frágil Dermatitis atópica Dermatitis herpetiforme
Distensión abdominal Cefaleas, epilepsia Anemia ferropénica
Hipotrofia muscular:
nalgas, muslos y brazos
Estatura corta
Retraso puberal
Osteoporosis, fracturas,
artritis, artralgias
Fallo de crecimiento Menarquia tardía
Introversión Artritis crónica juvenil Colon irritable, estreñimiento
Dependencia Abortos, infertilidad, menopausia precoz, recién nacidos con bajo peso
Leucopenia, coagulopatías, trombocitosis Frecuentemente asintomática Epilepsia, ataxia, neuropatías periféricas
Defectos del esmalte dental Cáncer digestivo
Retraso pondoestatural Hipertransaminemia
Dislexia, autismo, hiperactividad
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