El derrocamiento del derecho materno produjo la derrota histórica de la mujer en todo el mundo. Dicha derrota resultó de una revolución una de las más profundas que la humanidad ha conocido.
El derrocamiento del derecho materno produjo la derrota histórica de la mujer en todo el mundo. Dicha derrota resultó de una revolución una de las más profundas que la humanidad ha conocido. Fue una revolución, en la que no se tocó uno de los miembros de la gens. El derecho materno consistía en que la descendencia y la repartición de los bienes se contaban por línea femenina.
Las riquezas, a medida que iban en aumento daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue. Precisamente, dicha abolición concretó la gran derrota histórica de la mujer.
Solamente así, el hombre empuñó las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción.
El primer efecto del poder exclusivo de los hombres, desde el momento en que se fundó, lo observamos en la nueva forma de familia que surgió, denominada patriarcal. Lo que caracteriza, sobre todo, a esta familia no es la poligamia, sino la monogamia. Los rasgos esenciales son la incorporación de los esclavos y la potestad paterna. Con la familia patriarcal entramos en los dominios de la historia escrita. La comunidad familiar patriarcal, posee y cultiva el suelo en común.
La monogamia, de ninguna manera fue fruto del amor sexual individual, con el que no tenía nada de común, siendo el cálculo, ahora como antes, el móvil de los matrimonios. Fue la primera forma de familia que no se basaba en condiciones naturales, sino económicas, y concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia y procreación de hijos que sólo pudieran ser de él y destinados a heredarle.
El resultado final de tres mil años de monogamia determinó que “el hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre el marido”. La familia monogámica refleja fielmente su origen histórico y expone con claridad el conflicto entre el hombre y la mujer, originado por el dominio exclusivo del primero, asimismo, muestra un cuadro en miniatura de las contradicciones y de los antagonismos en medio de los cuales se mueve la sociedad, dividida en clases desde la civilización, sin poder resolverlos ni vencerlos, hasta ahora. Un rasgo salvaje e inmisericorde desde el inicio de la familia monogámica -hasta nuestros días- es la brutalidad física y psicológica para con las mujeres por parte del hombre. La monogamia corresponde al estadio de la evolución conocido como civilización, y tiene dos complementos: el adulterio y la prostitución.
Resumiendo, la monogamia nació de la concentración de grandes riquezas en las mismas manos -las de un hombre- y del deseo de transmitir esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre excluyendo a los de cualquier otro. Para eso era necesaria la monogamia de la mujer, pero no del hombre; tanto es así, que la monogamia de la primera no ha sido el menor obstáculo para la poligamia descarada u oculta del segundo. Pero, con la transformación de los medios de producción en propiedad social desaparecerá el trabajo asalariado y la necesidad de que se prostituyan cierto número de mujeres. Desaparecerá la prostitución, y en vez de decaer, la monogamia llegará por fin a ser una realidad, hasta para los hombres.
María Linares