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Me he sumado a las estadística, mañana se nos sumara otra, otras madres llorarán de rabia y dolor imaginando como pudieron ser los últimos momentos de vida de sus hijas asesinadas a base de torturas.

Me llamo Rosa, o quizá Karina o Cristina, eso no importa, soy del norte del país, o del sur o del centro, la verdad eso tampoco importa en estos momentos. Mi estatus socioeconómico ahora no es muy relevante, no imprta si nací o crecí en el campo o la ciudad, tampoco mi nivel máximo de estudios. En estos momentos ya nada de eso importa, lo único que importa es mi historia, una historia que día a día viven miles de mujeres.

Mi cuerpo fue encontrado abandonado a las orillas de una carretera, ahí estaba yo, tirada en medio de la nada, si acaso unas aves de rapiña se empezaban a cercar, ellas eran mi única compañía cuando unos transeúntes pasaron por aquel lugar y espantados por el macabro hallazgo dieron parte a la policía.

Los médicos forenses detallaron cada herida producida, en principio por la fuerza que opuse, ya después por el simple placer de herirme, cada señal de tortura encontrada en mi cuerpo fue registrada; hicieron notar la violencia con la que fue tratado durante los últimos momentos en que este cuerpo femenino se mantuvo con vida. Muchos de mis huesos están rotos, como resultado de la brutalidad ejercida sobre mí. En mis muñecas y mis tobillos quedaron marcadas perfectamente las cuerdas con las que permanecí atada durante el tiempo que permanecí bajo el dominio de mis agresores. Algunas partes de mi piel fueron arrancadas con los dientes, todavía no logró entender el porqué de tanta saña, tanto odio, no logro entender porqué me paso esto.

En el parte médico señalan que fui violada una y otra vez antes de que se escapara el último aliento de vida de mí ser. Mi cuerpo fue torturado, humillado, lastimado, destrozado y aun no entiendo bien porqué ¿Acaso sólo porque se trataba de un cuerpo femenino? Frágil en apariencia, muchos se sentían con el derecho poseerlo a su antojo como si de cualquier objeto se tratase.

Mi familia tuvo que reconocerme por medio de mis ropas, o más bien lo que quedó de ellas, mi rostro estaba totalmente desfigurado, era prácticamente imposible ver en él a aquella chica llena de vida que antes era. A mi madre casi le da un colapso nervioso al verme ahí, acostada en un cuarto frío, sin la más mínima señal de vida. Desolada se pregunta quien pudo ser capaz de descargar tanto odio sobre mi ser. Llena de rabia se pregunta si algún día quien o quienes me hicieron esto pagaran su delito. Yo también me lo pregunto.

Los fiscales han dicho que buscaran a los culpables de este terrible homicidio… ¿Homicidio? esto no se llama homicidio, perdón pero se equivocan, esto tiene otro nombre: Feminicidio. Me secuestraron, humillaron, me violaron, me torturaron durante varios días, destrozaron mi cuerpo, mi rostro, acabaron con mis sueños y con los de mis padres y mis hermanos, ¿Por qué lo hicieron? Por una razón, porque se trataba de un cuerpo de mujer y porque tenían la seguridad de que nada les iba a pasar a ellos, porque ya lo habían hecho antes.

Mi familia está destrozada, luchan todos los días para que se haga justicia, pero todos los esfuerzos realizados parecen ser en vano, al igual que los esfuerzos de otras madres y padres, de otras hermanas y hermanos, que todos los días se tienen que enfrentar a una dura realidad: sus hijas, sus hermanas, sus novias, sus primas, al igual que yo pagaron el precio de ser mujeres. Fueron victimas de feminicidio, ¿acaso es un delito muy grave nacer siendo mujer?

Algunos tienen el cinismo de decirle a mi madre que al menos ella pudo encontrar mi cuerpo, otras madres ni siquiera eso pueden tener, viven con el dolor de desconocer el paradero de sus hijas; es duro, sin embargo tienen razón.

Mi expediente ha sido archivado en las bodegas de un juzgado, ahí esta llenándose de telarañas junto a otros expedientes parecidos a los míos. Todo parece indicar que no pasará nada más, quienes me hicieron esto hoy permanecen impunes, tranquilos sabiendo que todo seguirá así. Que podrán volver a hacerlo y que este sistema de justicia totalmente podrido nada hará por castigarlos, por impedir que sigan disponiendo de otros cuerpos femeninos a su antojo.

Hoy me he sumado a las estadísticas, una muerta más, una más, mañana se nos sumara otra, otra madre llorará de rabia y dolor imaginando como pudieron ser los últimos momentos de vida de sus hijas, asesinadas a base de torturas. ¿Hasta cuando seguiremos pagando el precio de ser mujeres?

Lorena Aguilar Aguilar

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