La cereza que tuvo su origen en Asia Menor, desde donde los pájaros
amantes de su sabor y los viajeros la distribuyeron por todas las zonas
templadas del planeta es la pariente de menor tamaño de una familia
(Prunus) de sabrosas frutas de hueso grande y pulpa carnosa, como el
melocotón, el albaricoque y la ciruela.
El efecto analgésico es el más característico de las cerezas,
pero no todas las personas tienen la misma respuesta. Algunas aprecian
un alivio en pocos días, en cambio otras no notan nada hasta que no han
pasado tres o cuatro semanas consumiéndolas regularmente. Los pacientes
que sufren un exceso de ácido úrico pueden tomar entre 15 y 25 cerezas
diarias o beber su zumo porque esta fruta reduce los niveles de ácido
úrico en la sangre y previene los ataques de gota.
La fibra y el potasio (210 mg por cada 100 g) de las cerezas favorecen
la circulación intestinal y la eliminación de líquidos, lo que asegura
el drenaje del sistema urinario y digestivo otorgándoles un efecto
depurativo. Por la misma razón previenen la formación de cálculos
renales y biliares.
Su azúcar en forma de fructosa o levulosa hace de la cereza un alimento
idóneo para diabéticos.
Una mención especial merecen las cerezas como alimento preventivo de
las enfermedades circulatorias y cardiacas gracias a la acción
protectora que las antocianinas ejercen sobre las arterias frente a la
acumulación de grasas. Además, la acción antioxidante se relaciona con
una acción preventiva frente a las enfermedades degenerativas y el
cáncer, en especial el de colon.
En cuanto a su aporte nutricional, las cerezas resultan especialmente
beneficiosas para las mujeres por las cantidades de calcio, hierro,
magnesio, silicio, fósforo y vitamina C, que ayudan a prevenir la
anemia y la osteoporosis, un problema frecuente a partir de la
menopausia. La vitamina A en forma de betacaroteno fortalece el tejido
subcutáneo, lo que previene la celulitis, la piel seca y el acné,
además de evitar problemas oculares. También aportan cantidades
significativas de vitaminas K, B1, B2 y B3.
En la cocina
Las variedades más dulces son ideales para tomarlas al natural.
Con las más neutras, se pueden elaborar tartas, mousses y sorbetes, de
sabores suaves y refrescantes. Las variedades más ácidas, como las
guindas, resultan más adecuadas para cocinar, preparar salsas y para la
elaboración de conservas y mermeladas.
Compra y conservación
Al tratarse de una fruta que no madura bien una vez ha sido
recolectada, es necesario elegir ejemplares que estén en su punto
óptimo de madurez para el consumo.Se deben escoger las cerezas que sean
pesadas, de matiz brillante y que conserven el rabillo, que debe de ser
verde claro y bien unido al fruto.
Una vez en casa se deben guardar en el frigorífico pero sin lavarlas y
no conviene almacenarlas junto a otros alimentos que despidan un
intenso olor, porque las cerezas tienen mucha facilidad para absorber
los olores y perder su natural fragancia.