La relación que establezcamos con nuestros hijos se basa básicamente en dos factores: los que exigimos y lo que damos a cambio. Según esta teoría, existen 4 tipos de padres:
Autoritarios:
Dan poco y exigen mucho. Son rígidos y valoran sobre todo la obediencia. Las cosas se hacen por que yo lo digo, sin razones adjuntas. Esto da lugar a hijos dependientes e irresponsables que cuando no se sienten vigilados se comportan mal.
Permisivos:
Dan mucho y exigen poco. Dejan a los niños que hagan lo que quieran sin exigir nada a cambio. Con gran probabilidad los hijos serán inmaduros y tendrán problemas para controlar sus impulsos.
Despreocupados:
Ni exigen ni dan. Su actitud es la de padres excesivamente permisivos, a veces tan radicales que los hijos pueden tener auténticos conflictos de personalidad
Equilibrados:
Exigen y dan en la misma medida. Dejan independencia a los hijos pero proporcionando una estructura sólida basada en normas claras. Son flexibles y cariñosos, pero firmes cuando es necesario. Los hijos serán responsables, independientes, con un mayor bienestar emocional y con menos problemas de conducta.
Es evidente que los adolescentes utilizan un léxico diferente al de sus padres, a veces, incluso imposible de descifrar.
Se trata de un vocabulario creado por los propios jóvenes formado por palabras inventadas o modificando el significado de éstas.
Ya sea voluntaria o involuntariamente, el argot juvenil es una forma de diferenciarse de las demás generaciones y así reforzar el sentimiento generacional.
Se convierte en un signo más de identificación, como el pendiente o el tatuaje. Un adolescente no utilizará por igual el argot cuando esté entre los miembros de su generación que cuando esté hablando con su abuelo.
Pero también se podría dar la situación en que el joven acentúe esta característica de su comunicación para remarcar una distancia. Por ejemplo, en el caso de una discusión con sus padres.
Lo que no está claro es que sea bueno que los padres adopten esta jerga en un intento de acercamiento. Esto puede producir una reacción de rechazo en el hijo por lo grotesco que suele resultar.
Para lograr que las diferencias generacionales no sean conflictivas es necesario crear un buen ambiente familiar ¿De qué manera? Dejando fuera los problemas y procurando una vida armónica y, sobre todo, intentando comprender a los hijos adolescentes.