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“Cuando la exigencia académica
en una institución educativa no encuentra óptimas vías de canalización,
se transforma definitivamente en presión…”

Algunas consideraciones para comenzar

·
Ante la creciente competitividad del mercado educativo y frente a la
necesidad de brindar “excelencia” a través de una rica canalización de la exigencia
académica, las instituciones educativas deben replantearse sus objetivos, siendo
éstos un verdadero desafío.

Entiendo,
desde mi óptica, que los objetivos deben tender a la formación integral de la
persona en sus dimensiones: biológica, psicológica, social, ética, vocacional
y trascendental, capacitándola para enfrentar la realidad actual y desarrollar
con plenitud y convicción el proyecto de vida construido desde los espacios
diversos que la institución, en su ciclo educativo, debe brindar en los ámbitos
académico, reflexivo, orientador y de ideales y valores.

Consecuentemente,
si esos son los objetivos, el perfil del egresado de nuestra institución
será el de una persona integral, con una
identidad propia basada en un profundo compromiso con sus ideales y valores,
con voluntad para crecer, valiéndose de sus propios recursos y de las herramientas
recibidas necesarias para desarrollarse humanamente en plenitud y desplegar
su proyecto de vida
.

·
La exigencia académica debe
ser una prioridad en una institución educativa y hasta podría considerarse una
virtud, que, entre otros elementos conduce a la “excelencia”.

·
La exigencia de aprender todo
cuanto el docente desea y enseña magistralmente en sus clases es fundamental
para ir incorporando progresivamente una flexibilidad para incrementar la capacidad
de aceptar un mayor nivel de exigencia.

La
exigencia también otorga un perfil particular a una institución educativa
y a sus alumnos, entrenándolos para mayores niveles de exigencia en el ámbito
universitario y laboral futuro.

·
Pero, la exigencia no se agota
en si misma, ya que si pasa por alto a la persona misma del alumno y su libertad,
ignorando sus posibilidades, limitaciones y capacidades enmarcadas por un momento
evolutivo crítico como la adolescencia, que encierra características y conductas
particulares, deja de ser exigencia para transformarse definitivamente en presión.

·
La presión se manifiesta de
formas múltiples entre los alumnos que dependen a su vez de variadas razones
de diferente origen.

La
presión, como resultado del sentirse cautivo, se observa en los alumnos
que expresan su agotamiento en falta de atención y concentración, entre otras,
sumados al desgano y a la debilidad propia de esta etapa crucial del ser humano,
que hacen declinar el nivel de su rendimiento académico general.

·
La presión conduce al alumno,
definitivamente, a una sobreadaptación a las supuestas exigencias del docente
sin opción libre, es decir, a un riguroso cumplimiento del deber que le exigen,
siendo esta una tarea displacentera, en lugar del disfrutar del deber como el
placer de la superación, del degustar la libertad y el enriquecimiento intelectual
creciente y constante.

·
Aprender,
por lo tanto, es aburrido, displacentero y enseñar
también, y se irá convirtiendo progresivamente en un objetivo irrealizable mientras
no nos animemos a CAMBIAR.

·
El alumno, especialmente
adolescente, necesita, hoy en día, motivaciones extras para abordar cualquier
asignatura y exigir su aprendizaje.

Nuestros
cuestionamientos habituales

·
¿Son óptimas y útiles las motivaciones, es decir las vías de canalización
de la exigencia hoy en día en una
institución educativa?

·
¿El docente y la institución educativa exigen
al alumno de acuerdo a lo que éste puede devolverles como resultado de su exigencia?

·
¿Poseen tanto el docente como la institución educativa la voluntad suficiente
para desprenderse de su lugar del saber, salirse de él y de sí mismos e introducirse
en el mundo de los alumnos para desde allí analizar sus necesidades y posibilidades,
y de acuerdo con ellas definir su exigencia?

·
¿Siente el docente una presión
por parte de la institución?

·
En definitiva: ¿Quién exige?
¿Quién presiona?

Algunas
reflexiones

·
El docente,
reflejo de una institución edcativa, en mi opinión, debe desprenderse de las
antiguas estructuras, salirse de ellas y de sí mismo e introducirse en el mundo
de los alumnos, empáticamente, para desde allí analizar sus necesidades y posibilidades,
y de acuerdo con ellas definir el nivel de su exigencia.

·
El docente y la institución deben analizar su nivel de exigencia y lo que el alumno puede devolverles como resultado de ésta,
ya que en ciertas ocasiones la producción del alumno puede resultar pobre frente
a los objetivos institucionales, mientras que para el alumno implica un esfuerzo
y una autoexigencia rica y profunda.

·
Enseñar
debe ser una tarea permeable a los contenidos personales, a los valores, tanto
del alumno como del docente, situados entre lo público y lo íntimo.

·
Enseñar
debe tener caminos abiertos para que los significados personales se expresen,
otorgándoles a las personas de los docentes y de los alumnos, sus historias
y sus experiencias, un lugar pedagógico pertinente, ya que considero, son la
verdadera fuente de enseñanza.

·
Entonces, la
resonancia emotiva de los contenidos que se enseñan, la oferta del lado débil,
el compartir relatos de historias de vida propias y el encuentro con otras de
actores extraescolares, representan la verdadera senda para enseñar y exigir
desde los propios valores y desde la propia debilidad, sin presión
de ningún tipo, abriendo la posibilidad de gozar y hacer gozar con los contenidos
y la dinámica en cada asignatura.

Lic.
Sebastián A. Vázquez Montot
o

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