Muchas veces los padres se alarman frente al noviazgo
de sus hijos, sobre todo cuando es el primero.
En ocasiones sucumben a
al tentación de imponer su voluntad a los hijos, y esto siempre resulta
nefasto, aún en el caso de que los padres tengan razón.
No hay que
olvidar que es una etapa de consolidación de la personalidad, donde el
adolescente deberá optar por un modelo que sirva para su futuro, y
cuanto más los presionemos, más los alejaremos de nosotros.
Es
necesario dejarlos cometer sus propios errores, incluso cuando sabemos
que saldrán lastimados. Nadie puede aprender de los sermones, sí de los
ejemplos.
Lo mejor que se puede hacer es comprenderlos, mostrarles
cariño y apoyo. Advertirles sí de los peligros, informarlos, pero la
decisión siempre debe ser de ellos.
Es necesario confiar en su
criterio, deben aprender a tomar decisiones y sufrir las consecuencias
de sus actos.
Claro que siempre debemos estar allí para ayudarlos, no
vale el resentimiento ni el orgullo.
Intentar ponerse en su lugar ayuda
mucho a sobrellevar el trance, tratar de conocer a la pareja y
encontrar lo que nuestro hijo ve en esa persona.
Conversar con los
hijos sobre su relación, de una manera amistosa, demostrarles que nos
interesa, como todo lo que concierne a su vida, es una manera de
facilitar para todos la convivencia y evitará enfrentamientos inútiles,
que sólo pueden conducir a deteriorar la relación filial.