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Se
taladran la ceja, el labio, los pezones, la lengua, incluso se atreven
con los genitales. Casi todos están cortados por el mismo patrón: joven
adolescente que quiere pertenecer a la banda de los rebeldes y siempre
está subido en el tren de la última moda. Pocos son los que se paran a
pensar en las consecuencias derivadas de las perforaciones en el cuerpo
que, si se ejecutan en lugares sin las medidas de esterilidad
necesarias, pueden ser muy graves. Una vez colocado el piercing, el orificio puede no vuelve a cerrar nunca, debido a que se genera una cavidad definitiva.

La
donación de sangre no está permitida por varios meses para las personas
que se hayan hecho algún agujero en su cuerpo, evitando así el riesgo
de que esté contaminada. Depende del sitio perforado, las afecciones
varían. Las reacciones más serias son las infecciones, las alergias,
los sangrados y el daño en nervios y dientes. “Las infecciones pueden
desembocar en una hepatitis o incluso en sida”, advierte la doctora María Teresa Gutiérrez, profesora de dermatología de la Universidad de Granada y miembro de la Junta Directiva de la Academia Española
de Dermatología y Venereología. Si la persona que realiza la
perforación lleva las manos limpias y usa guantes y equipos estériles,
y la persona perforada cuida de su perforación, el riesgo de infección
se reduce considerablemente, aunque no desaparece.

Las
infecciones se dividen en tres clases. Las víricas, las menos
frecuentes pero las más severas, que se enganchan al cuerpo humano “por
la mala esterilización del lugar empleado”, resume la doctora
Gutiérrez. Las infecciones bacterianas son las más comunes entre los
‘perforados’. Aparecen cuando “el adolescente no mantiene un cuidado
con su perforación y aparece una infección cutánea alrededor del
agujero, muchas veces obligando a la retirada del pendiente y con
difícil cicatrización”. Mención especial merecen las infecciones
cardíacas, muy común entre pacientes con problemas cardíacos que pueden
desembocar en problemas de este tipo “muy serios”.

En
los labios se puede llegar a perder la sensibilidad e, incluso,
deformarse. La nariz tiene cartílagos que son muy sensibles y los piercing
pueden destruir su estructura hasta desfigurarla, provocando una
“necrosis del cartílago, además de problemas respiratorios, olfativos y
en el orificio”. Perforar la oreja puede causar la pérdida del
movimiento. Como en la nariz, la cicatrización es de tipo hipertrófica:
voluminosa, causa dolor y comezón. “Todos los piercings
que se colocan en la boca pueden traer muchos problemas si a la persona
que lo luce tienen que entubarle o hacerle una maniobra de reanimación.
Puede causar un problema obstructivo de las vías respiratorias”,
advierte Gutiérrez.

Cicatrices queloideas: problemas sin solución

El
cartílago de la oreja es el más propenso a coger infecciones crónicas
“que derivan en una condritis que puede llegar y no irse jamás”. Muy
comunes son las “cicatrices queloideas”: una piel que no deja de crecer
y puede llegar a alcanzar el tamaño de un garbanzo. “Es un problema sin
solución. Si se interviene quirúrgicamente, la cicatriz queloidea
vuelve a crecer. En algunos casos se extingue con radioterapia. En
otros, nunca desaparece”, advierte.

En
el ombligo, la infección puede pasar “de la piel al intestino” y un
pendiente en los genitales puede provocar infecciones serias tanto en
hombres como en mujeres. Partiendo de la base de que es muy probable
que rompa el preservativo, en las mujeres puede favorecer la entrada de
gérmenes estafilococos además de sufrir el síndrome del shock tóxico:
“un cuadro muy severo que puede acabar incluso en muerte”, adelanta
Gutiérrez.

Las joyas de metal en la lengua pueden dañar encías y el esmalte de los dientes. De hecho, la Asociación Americana de Odontología (ADA, American Dental Association,
grupo de dentistas que determina las conductas ideales para los
dentistas en Estados Unidos) está en contra de cualquier tipo de
perforación oral dados los riesgos que implica. En algunos casos, las
perforaciones en los pezones puede dañar alguna de las glándulas
productoras de leche en la mama, provocando fuertes infeccionas o
problemas cuando la mujer quiera amamantar al bebé.

La
doctora Gutiérrez reconoce que la sociedad y, sobre todo los jóvenes,
no están concienciados de las consecuencias derivadas por lucir un
pendiente en alguna parte del cuerpo y, sobre todo, del alto coste que
en alguna ocasión tienen que pagar. Para los que aún así siguen
pensando en colocarse un abalorio en alguna zona, les recomienda un
lugar acondicionado para el efecto y contárselo a sus padres. “Muchas
veces acuden a sitios sin esterilizar porque son más baratos, pero no
son conscientes de las infecciones y alergias que pueden llevarse a
casa”. Piercings, siempre con cuidado y en el establecimiento adecuado.

Fuente: Ana I. Gracia-El Confidencial

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