No siempre somos tímidos cuando no nos atrevemos a preguntar algo, o a cruzar por mitad de una sala, o a defender nuestras opiniones…, esto siempre puede ocurrir en algunas circunstancias.
Lo somos cuando estos hechos suceden habitualmente y nos ponemos nerviosos siempre que nos vemos obligados a hacerlos.
La timidez no es siempre un problema, una timidez con moderación no tiene por qué ser perjudicial, pero sí llega a serlo cuando es excesiva, ya que nos lleva a un círculo vicioso: nuestro estado mental, nuestros sentimientos, son de angustia, ansiedad e insatisfacción.
A raíz de ello, todo lo que hacemos delante de la gente, tiende a salirnos peor y peor todavía nos volvemos a sentir con nosotros mismos. Si el círculo no se rompe por algún lado, continúa haciéndose más fuerte y produciéndonos más daño cada vez.