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El ayuno es considerado como especialmente efectivo en la tarea de fortalecer el sistema inmunológico. Esto se basa en la detección, tras tres días de ayuno, de un aumento de los glóbulos blancos en un 25%, que se interpreta como el inicio de una depuración automática para deshacerse de las toxinas acumuladas.
El tránsito intestinal continúa realizando su función habitual y evacua los alimentos acumulados de los días anteriores, así como gran cantidad de bacterias, mucosidad y células muertas del intestino.
Las glándulas sudoríparas también trabajan en este proceso. A pesar de que la cantidad de sudor se reduce, el olor es más penetrante, en parte por el catabolismo de las proteínas. La concentración de las sustancias desechables en los poros de la piel hace que sea indispensable una mayor higiene corporal, con el fin de que ésta pueda transpirar.
Aunque un ayuno de 2 ó 3 dias tiene un riesgo médico muy bajo, intervalos mayores deben ser realizados bajo estricto control médico. La ingesta de líquidos debe ser muy abundante para evitar la deshidratación y el daño a nivel renal. Incluso ayunos breves están contraindicados en pacientes con enfermedades graves, especialmente aquellas que afectan el metabolismo como la diabetes o las enfermedades del tiroides.

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