El amor es la base de un hogar feliz.
Independientemente del sitio donde viva, de si su casa es grande o pequeña, modesta o lujosa, hay un hecho cierto: el amor es lo que hace feliz un hogar. La creación de una atmósfera de cariño en el hogar requiere la cooperación de cada miembro de la familia y el resultado puede ser inmensamente satisfactorio para todo el mundo.
Cuando abrimos la puerta de nuestra casa, ¿cuántos de nosotros sentimos que vamos a encontrar una atmósfera de cariño? Para el éxito de cualquier relación, resulta importante que la atmósfera hogareña sea un reflejo de lo mejor que existe en una pareja. Una vida familiar feliz depende de que todos los miembros disfruten del tiempo que pasan en casa.
Para crear una atmósfera de cariño es necesario identificar los problemas que pueden socavar los sentimientos de felicidad y tranquilidad en el hogar.
Conflictos en el hogar.
Cuando una pareja experimenta problemas en su relación, la primera en acusar su influencia será la atmósfera del hogar. El resentimiento puede ser uno de los problemas que afecten a la pareja y por tanto a su ambiente familiar. Una mujer a quien no le gusta quedarse en casa con los niños pequeños, y que añora el tiempo en que trabajaba fuera de casa y tenía ingresos propios, no generará sentimientos de satisfacción que hagan del hogar un rincón de felicidad.
Por otro lado, un hombre a disgusto en su trabajo, que piensa que su esposa disfruta en el hogar “como una reina” no llegará a su casa de buen humor y estará predispuesto a enfrentamientos y disputas ante el menor motivo.
Cuando los dos trabajan, la división de las responsabilidades es a veces fuente de discusión. Es posible que el hombre espere que, tras una jornada de trabajo, la mujer desempeñe las tareas tradicionales femeninas de la cocina y de la limpieza. Pero no sería de extrañar, que ella se sienta demasiado cansada para encarnar el papel de “ama de casa”. De aquí pueden surgir conflictos y discusiones. Es mucho mejor que toda la familia comparta las tareas domésticas.
La creación de un hogar feliz depende de una transacción. Las diferencias entre la pareja pueden ser limadas si hablan sobre el tema y tratan con honestidad de entender el punto de vista del otro.
Otro terreno de conflicto, es la diferencia de ideas en relación con la limpieza y el orden en la casa. Vivir en una casa limpia y ordenada puede constituir todo un placer, pero la obsesión por la limpieza y el orden de alguno de los miembros de la pareja, puede inducir al otro, a encontrar razones para ausentarse de casa continuamente.
Por otro lado, el amontonamiento accidental de los juguetes o de las revistas, puede dar a la casa una sensación de vida, pero si nadie los recoge nunca y el desorden aumenta cada día, las condiciones de vida de esa casa, se convertirán en una pesadilla. Sin embargo, una casa desordenada no es peor que otra excesivamente ordenada, siempre que a la pareja le guste vivir de esa manera.
La creación de un hogar confortable.
Uno de los factores más importantes que contribuyen a crear una atmósfera de agrado y de relajación en el hogar es la comodidad. Debe tenerlo en cuenta la hora de escoger el mobiliario, especialmente el que corresponde a las zonas de vida en común. Ahora bien, las personas pueden tener ideas muy distintas sobre la comodidad. Algunas pueden gustar los sillones y los sofás profundos, otras se sienten más a gusto con un montón de almohadones.
Evite las ideas de decoración que no tienen en cuenta las necesidades de los seres humanos. La casa es para vivir en ella y no para observar su mobiliario como si fuera un museo. Es posible que parezca elegante una sala acondicionada con las tendencias más vanguardistas, pero tenga en cuenta, que además, debe resultar acogedora cuando quiera ver la televisión o cuando regrese a casa tras una dura jornada de trabajo.
Un ambiente cariñoso es la mejor prueba del respeto que cada uno de los cónyuges muestra por el otro. Probablemente un hogar tranquilo y ordenado favorece la existencia de un ambiente de amor y felicidad, pero habrá ocasiones en que la pareja desee expresar su alegría de una forma más ruidosa y caótica como, por ejemplo, bailando con la música a todo volumen. El ambiente del hogar puede y debe variar con el humor y las apetencias de la pareja.
Tensiones creadas por los hijos.
La paz del hogar puede hacerse añicos por obra y gracia de los hijos. Los hijos tienen una tendencia natural a desordenar todo, sin pensar en que alguien tiene que recoger las cosas que van tirando por todos lados. Suelen también, tener la costumbre de poner la televisión o la música a todo volumen. A veces, ante estas conductas tan frecuentes, los padres pueden llegar a sentirse como extraños en su propia casa.
Lo mejor es que los padres hablen abiertamente con los hijos de estas cuestiones. Es mejor que la familia decida en conjunto unas líneas de conducta, en lugar de que sean los padres quienes impongan unas normas a los hijos. Esas líneas de conducta pueden ser aceptadas mutuamente de buen grado y deben referirse a las habitaciones que toda la familia comparte.
Deberá buscarse un acuerdo flexible, que permita los padres contar con su propio tiempo, para estar ellos solos en el salón o viendo la televisión. Las luchas por el mando de la “tele” deben evitarse y cada miembro de la familia debe tener su horario para ver sus programas favoritos. El consenso será imprescindible para alcanzar un acuerdo. Al mismo tiempo hay que respetar el tiempo que los hijos deseen pasar en sus habitaciones, pues también tienen derecho a su intimidad.
En un hogar donde sea difícil el aislamiento, unos cónyuges con poco tiempo y oportunidades para estar solos, pueden sentirse molestos y cada vez más separados el uno del otro. No hay nada que sexualmente inhiba más a una pareja, como el temor a que entren los niños mientras están haciendo el amor. Una puerta cerrada les protegerá de las interrupciones y les dará el tiempo necesario para disfrutar de sus relaciones.
Buscar tiempo para dialogar.
Una familia unida y feliz suele ser aquélla que tiene una buena comunicación entre todos sus miembros. Es preciso compartir las preocupaciones, esperanzas y pensamientos de cada día. Es necesario también buscar tiempo para reunirse sin formulismos y para que cada uno diga lo que desee. Una ocasión propicia para esta finalidad puede ser la hora de la cena. Si no es posible hallar una buena ocasión, en una atmósfera de sosiego, deberá reservarse un día a la semana: la comida del domingo a mediodía puede ser un buen momento para dialogar entre todos los miembros de la familia.
Hay veces, en que una reunión familiar no es el mejor momento para dialogar. Cuando los presentes acusan los efectos del cansancio de la jornada o los ánimos están exaltados, la más mínima queja puede resultar explosiva.
Las muestras de cariño.
Algunos padres reservan sus caricias y muestras de cariño para la intimidad, olvidando que los besos y los abrazos son medios de revelar afecto en cualquier momento del día. Algunos creen que no es conveniente que los hijos vean a sus padres besándose o mostrándose cariñosos. En realidad es exactamente al revés. Para el normal desarrollo de los hijos, es importante que vean un afecto físico entre sus padres, especialmente si han sido testigos de disputas y riñas en otros momentos. Así pueden llegar a comprender, que las personas son capaces de manifestar mutuamente su hostilidad o sus diferencias, sin que su relación resulte dañada y que sus padres verdaderamente se quieren.
Los hijos deberían beneficiarse de un afecto físico que sea algo más que un simple beso formalista la hora de irse a la cama. Se ha demostrado, que los niños que son frecuentemente acariciados por sus padres, se muestran más brillantes y atentos que los privados de ese contacto físico.
Tampoco desaparece a una determinada edad la necesidad de besos y caricias. El desgarbado adolescente de gestos torpes, todavía necesita el contacto físico con sus padres. Aunque es triste decirlo muchos padres consideran que sus hijos son poco viriles si solicitan afecto. Piensan que, como llorar, se trata de algo que “no es cosa de hombres”. Hay padres a quienes cuesta mostrar afecto físico por su familia y son sólo capaces de tocar a sus hijos cuando les hacen cosquillas o participan con ellos en juegos violentos.
Un padre con esa actitud no cambiará de un día para otro, pero una madre cariñosa, puede mostrarle que pasar un brazo por los hombros de su hijo mientras están sentados juntos, viendo la tele puede ser una buena manera de que cualquier padre se comunique físicamente con su hijo.
En otras ocasiones, al crecer los hijos y distanciarse de la vida familiar, muestran un rechazo hacia las caricias de sus padres. Aunque es posible que esta conducta duela a un padre afectuoso, deberá respetar los sentimientos del hijo. Los padres deberán tener una actitud abierta, para que los hijos sepan que en cualquier momento pueden cambiar de conducta y mostrar un mayor afecto físico sin avergonzarse, cuando se sientan seguros de su identidad como adultos.
Los problemas económicos.
Probablemente la causa principal de la infelicidad de muchos hogares es la constituida por las preocupaciones económicas. En esos momentos de incertidumbre y penurias materiales, es cuando cada uno de los miembros de la pareja debe sentirse seguro del amor del otro. La mejor manera de sobrellevar los tiempos difíciles consiste en mantenerse unidos y no perder el tiempo haciéndose recriminaciones.
En las reuniones familiares se puede, también, hablar de los problemas relacionados con el dinero. Es posible que los hijos no puedan comprender que sus padres no pueden permitirse el lujo de gastarse el dinero en juguetes caros o en unas vacaciones. Sí toda la familia está informada y opina en relación al presupuesto doméstico, los hijos podrán entender que sus padres no son unos tacaños, cuando se niegan a comprarles determinadas cosas. Cuando se deja participar a los niños en el mundo de las realidades económicas se les ayuda a que se formen un buen criterio al respecto. Esto les ayudará cuando sean adultos y tengan que administrar su propio dinero.
La presencia en casa de otros parientes.
La presencia de parientes en el seno de la familia puede ser a veces causas tensiones insoportables. Cuando la situación se vuelve especialmente complicada y no es posible evitar la presencia de los huéspedes, habrá que abordar los problemas de una manera civilizada. No se debe consentir o ceder ante los caprichos de los parientes difíciles. Es preciso explicar los motivos de las irritaciones y hacer sugerencias sobre cambios de comportamiento que pueden resultar beneficiosos para todos. Si se trata de abuelos (¡los suegros!) ya mayores, no debe permitírseles que dominen a la familia o que se interpongan con sus actitudes entre marido y mujer.
Una cuestión de equilibrio.
Crear un ambiente hogareño supone ser conscientes de las necesidades de los demás y no prescindir de la propias. Significa escuchar tanto como hablar, discutir con sinceridad y buscar la concordia. Sólo pueden crear una atmósfera de felicidad las personas que se muestran tranquilas y sinceras entre sí y que no albergan resentimientos. Los hijos informados de los problemas de la familia pueden contribuir a hacer del hogar un refugio de paz.
Autor: Psicologos Madrid – Gerardo Castaño Recuero.