Lo que quiero es que me escuches…
Ayer por la tarde mientras regresaba a mi casa, venía escuchando un popular programa de radio en el que se invita a las personas a llamar al locutor para pedir “recetitas” que les ayuden a solucionar sus problemas.
Más de cinco oyentes llamaron en 15 minutos, y sin importar quién los escuchara, compartieron con el público desconocido problemas sumamente delicados.
A casos de infidelidad, malas compañías y falta de comunicación, el “experto” recetó untar una mezcla de miel y cenizas de cigarro sobre la puerta de la casa, guardar debajo de la almohada una foto en un fieltro rojo cosido con hilo amarillo y repetir cinco veces el nombre de la persona mientras trapeaba su habitación con esencia de rosas.
Las personas que llamaron, después de aclarar pequeñas dudas acerca del procedimiento que se les indicó, agradecieron varias veces y colgaron el teléfono para que entraran más llamadas y otras personas recibieran las indicaciones del tan famoso terapeuta.
Quisiera pensar que, aunque sea algunos de los que llamaron, lo hicieron solamente con el afán de escuchar su voz al aire. Pero probablemente, y con tristeza, los problemas de la mayoría eran reales.
Que estas personas, confiadas en obtener una solución, llamaran a un desconocido y platicaran a miles sus problemas conyugales, habla de una falta de comunicación con sus parejas y un profundo deseo de ser escuchados.
“Escúchame por favor”
La queja sobre la falta de comunicación es una de las más frecuentes que se escuchan de quienes se acercan a pedir orientación conyugal. La descripción de la pérdida de comunicación en la mayoría de ellos es muy semejante.
Se empiezan a tener pequeñas incomprensiones hasta llegar a desconfiar de la capacidad de comprensión del propio cónyuge. El siguiente paso es el de los pleitos, discusiones prolongadas, ofensas verbales y amenazas de separación.
Quienes deciden seguir juntos, toman una actitud de apatía y, cada vez más, se va perdiendo la comunicación entre ellos.
El ser humano, sociable por naturaleza, necesita al otro para compartir sus experiencias, pensamientos y sentimientos, y al faltarle su pareja, busca diferentes salidas para sus inquietudes.
Estas salidas, muchas veces terminan haciendo el problema más grande, en lugar de darle solución. Esoterismo, magia, brujería, misticismo, son prácticas cada vez más acostumbradas y menos ocultas. La gente acude a ellas ante el deseo de sentirse escuchada y comprendida en medio de sus problemas.
Lamentablemente, las respuestas que reciben estas personas por parte de charlatanes son un engaño a cambio de fuertes cantidades de dinero, y en el caso del programa de radio, pasan a ser un simple objeto para aumentar el raiting y hacer el programa más rentable para la estación.
Otras salidas como confidencias, nuevas amistades y alcoholismo, apartan aún más a la persona de la verdadera solución a su problema, pues lo alejan de su pareja. Todos olvidan que en el problema está la solución.
Una recetita para la buena comunicación
Ante todo, hay que recordar que el hombre y la mujer son diferentes interna y externamente. Por lo que sus exigencias y necesidades se manifiestan de forma distinta, y la búsqueda de satisfacción de estas necesidades los lleva a la complementariedad.
Esta complementariedad es posible cuando hay una buena comunicación entre ambos miembros. Por ello es importante aprender y mejorar cada día el arte de la comunicación, y esto sólo se consigue con la práctica.
Una “recetita” para lograr una buena comunicación con su pareja puede ser la siguiente:
1. Contrólese a sí mismo, procurando un diálogo sereno que busque aclarar las diferencias y trate de comprenderlas.
El diálogo en momentos de enojo termina convirtiéndose en una pelea a gritos, por lo que si uno piensa que no se podrá controlar, es mejor guardar los comentarios para otro momento.
2. Aprenda a escuchar (no sólo a oír) al otro y aceptar los propios errores y defectos. Una vez que se aceptan, hay que empezar a mejorar en los detalles diarios para superar los propios límites que impiden una relación de amor y cariño.
3. Cuando surjan diferencias entre la pareja, es importante no ponerse en actitud de defensa ni tratar de encontrar formas de atacar al otro, pues esto agrava la situación y los distancia aún más de lo que están. Es preferible descubrir el lado positivo de una conversación y de la pareja.
4. Abrirse a la pareja sin recelos y dispuesto a aceptar la ayuda del cónyuge para mejorar las cualidades y superar los defectos. Es preciso tener plena confianza en el otro y no tener miedo a los cambios necesarios que se deben hacer para crecer y mejorar.
5. Comprender y aceptarse uno mismo y al cónyuge es condición indispensable para establecer un diálogo enriquecedor que inspire confianza para compartirse hasta las más pequeñas inquietudes, construyendo una relación cada vez más transparente y sincera.
Si uno tiene una buena comunicación con su pareja, no tendrá que acudir a otras personas ajenas a la relación, que en lugar de ayudar en los problemas, terminan agrandándolos. Uno, además de compañero, debe ser el primer confidente y amigo de su pareja.