Se trata de una ancestral paranoia que consiste en desconfiar de los demás de una forma desproporcionada e injustificada, hasta el punto de que este tipo de personas afectadas por esta neura, llegan a aislarse en su propio mundo incapaces de dar su brazo a torcer.
Las acciones de los demás las interpretan siempre de una forma negativa. Llegan a sospechar que la gente trata de aprovecharse de ellos. Dudan de la lealtad y fidelidad de su pareja y amigos.
Por lo general, en esa actitud se esconde una falta de seguridad en la propia capacidad del afectado. Algo que no se debe confundir con la esquizofrenia paranoide, una enfermedad en la que las ideas sin sentido también se mezclan con alucinaciones.
Soluciones. Es posible librarse de este tipo de neurosis, pero una cosa es padecer una obsesión y otra muy distinta adoptar conductas que se pueden parecer a este tipo de dolencias. Por eso es conveniente buscar soluciones antes de que el problema vaya a más. A veces sólo es cuestión de planteárselo y cambiar de actitud ante la vida.
Dieta contra el estrés
El estrés reduce el aporte de vitaminas y minerales que el cuerpo absorbe de la comida; y es que incluso los alimentos más sanos pierden gran parte de su valor nutricional si son tomados con el cuerpo en tensión. Por ello, ante una situación de estrés lo mejor es alimentarnos con aquellos nutrientes que contrarresten sus efectos.
Lo aconsejable es entre un 20 y un 25% de proteínas (pollo, leche, queso,…), entre un 55 y un 60% de hidratos de carbono (arroz, trigo, centeno, maíz,…) y un 15 o 20% de grasas vegetales y no saturadas. También hay que consumir más fibra (frutas, verduras y cereales recargan las energías).
Deporte y relajación
La práctica habitual de ejercicio físico y el contacto con la naturaleza resultan imprescindibles si se quiere dejar a un lado el estrés. Entre sus numerosos beneficios destacan el de contrarrestar los efectos de la contaminación y favorecer la relajación, puesto que el deporte actúa positivamente sobre el organismo. Sin embargo, los primeros días hay que ser prudente para evitar lesiones.
Lo mejor es consultar a un especialista sobre cuáles son los ejercicios más adecuados para cada persona. Es necesario calentar los músculos antes de comenzar cualquier actividad deportiva y marcar cada uno su propio ritmo. Cuanto más ejercicio se practique, más oxigenado estará el cerebro.
Las crisis y el papel de las hormonas
Cada persona vive a su manera las crisis emocionales. Pero existen también algunas causas desencadenantes. Los cambios evolutivos naturales son situaciones distintas a las habituales. Es necesario adaptarse a ellos. Están impuestos por la propia biología humana. Por ejemplo los pasos de la infancia a la adolescencia, menopausia, etc. Se deben la mayoría a procesos hormonales.
También influyen los acontecimientos traumáticos. Estos se producen sin que hayan sido programados por la persona (muerte de alguien querido, quedar en el paro, ruptura sentimental). El individuo suele perder sus referencias. Por último, los cambios estacionales afectan directamente al estado de ánimo. Acentúan el estado positivo y el negativo. Por otra parte cualquier cambio climático obliga al organismo a adaptarse a los cambios climáticos. Cambia la secreción de ciertas hormonas como la serotonina o melatonina, que influyen directamente en el estado de ánimo.
Las ocho etapas del cambio
Todos los seres vivos evolucionan permanentemente a lo largo de su vida. En el ser humano esa evolución sucede de una manera cíclica. Su característica central es el surgimiento de diferentes crisis. El psiquiatra y psicoanalista norteamericano Eric Erikson consideró ocho etapas diferentes. Van desde los 18 meses hasta los 50 años aproximadamente.
Se entra en cada una de estas etapas dependiendo de si se ha resuelto con éxito una crisis. Este es un hecho que necesita ser resuelto en un momento particular del desarrollo de la persona. El superar o no una crisis es fundamental para el adecuado desarrollo de la personalidad en un futuro.