¿Os ha pasado alguna vez?
¿Habéis tenido un día, o una semana, o una racha… en la que os habéis sentido mal (tristes, de mal humor, inquietos) sin saber exactamente por qué? Y a lo mejor lo habéis atribuido al tiempo, a haberos levantado con la pata izquierda o a la alineación de las estrellas.
Y, permitidme que os sea sincero: rara vez la causa se encuentra en el tiempo, en la pata con la que os habéis levantado o en la alineación que han formado las estrellas.
Lo primero de todo: “sentirse mal” es un estado del ánimo no deseado, pero no hay que alarmarse por ello, ya que a todo el mundo le pasa, ya que es imposible estar bien todo el rato y hasta es desaconsejable obligarse a estar bien todo el rato. Sentirte un desgraciado o un fracasado por sentirte mal no te ayudará a sentirte mejor. Liberar tus emociones para que no sean ellas las que te atrapen a ti y hacer a continuación algo que sabes que te hace sentir bien, sí que te ayudará.
Igualmente, no hay que alarmarse si no encontramos una causa a nuestro desasosiego. Hay veces que nuestro estado de ánimo puede estar influido por muchas pequeñas cosas y no por una grande en concreto. Es decir, aunque haya motivos, no tiene por qué haber un motivo principal. Y más importante que la causa, son las soluciones, siempre. Lo que no quita que conocer la causa, nos ayude a encontrar las soluciones.
Porque sí que, en ocasiones, existe un motivo, una causa, un conflicto. Y es el principal. Y es importante. Y seguramente incluso sabemos de qué se trata. Lo que pasa es que aplicamos una solución que en lugar de aliviar nuestro malestar, lo cronifica:
EL POSTERGAR
En ocasiones, ese “no sé por qué” es en realidad un “no sé cómo”, o un “no me atrevo”. Y en lugar de encarar el conflicto, lo que hacemos es evitarlo, y esa conducta de escape es la que mantiene el malestar que provoca ese conflicto no resuelto.
¿Debo continuar con mi pareja, debo cambiar de trabajo, debo conservar mi círculo de amistades, debo trasladarme a vivir a otro lugar…? Debo, debo, debo… Cuando actuamos desde el “debo” lo hacemos más presionados; la presión psicológica del “debo” inhibe la conducta, justo en un momento en el que lo que más necesitamos, ¡es actuar! Por qué no reformulamos la pregunta: ¿quiero…?
Y te aseguro una cosa, aunque implique cambio, esfuerzo o sacrificio, y normalmente implica esas tres cosas al mismo tiempo, las personas nos sentimos mejor cuando hacemos lo que queremos.
Puede que sin embargo algunas veces no estés segura de lo que quieres o dudes entre varias alternativas. Hay una técnica orientada a facilitarnos la búsqueda de soluciones, en estos casos.
Pero ésa ya la comentaré, en el siguiente post. 🙂