Después de un parto más o menos difícil, el cansancio que te ha producido tanto esfuerzo realizado se apodera de ti y, a menudo, no logras tener conciencia de cómo transcurren las primeras horas de vida de tu bebé.
Normalmente, después de tener a tu pequeña/o en brazos durante unos instantes y comprobar que se encuentra en perfecto estado, sueles quedarte profundamente dormida, confiando su cuidado a las personas que te han atendido.
Para que no pierdas detalle de cómo vive y siente tu bebé desde el mismo momento en que le cortan el cordón umbilical hasta que, después de un tiempo, vuelve a estar cerca de ti en la habitación del hospital, aquí te lo contamos absolutamente todo. ¡No vuelvas a perder la oportunidad de descubrirlo!
El primer contacto con un mundo hasta ahora desconocido
En primer lugar, el personal del hospital que te ha asistido en el parto se ocupa de dejar las vías respiratorias de tu hija/o completamente libres de mucosidad y de los restos de líquido amniótico que aun retiene. Con solo mantenerle unos instantes boca abajo, ya es suficiente para que el bebé lo expulse por la boca. Pero si este procedimiento no resulta, habrá que utilizar utensilios especializados para succionar estos líquidos y conseguir así una limpieza eficaz.
Una vez se ha conseguido esto y el bebé comienza a respirar con normalidad, hay que reconocerlo para comprobar que no existen malformaciones ni problemas en su sistema nervioso que le impidan desarrollarse con normalidad. Para ello, se han de estudiar sus reflejos de recién nacido.
Reflejo de búsqueda y succión. Al rozar suavemente con los dedos sus pequeños labios, el bebé busca apresarlos con la boca y, cuando lo consigue, comienza a succionar. Este reflejo es muy importante, pues va a permitirle alimentarse cuando le des el pecho.
Reflejo de prensión palmar. Tu pequeña/o tiende a cerrar sus manos para ejercer presión cuando se le coloca un objeto en la palma de la mano. La fuerza que llega a tener es tal, que el bebé puede mantenerse suspendido únicamente agarrado a tus dedos.
Reflejo “del abrazo”. Mantienen a tu hija/o semi-incorporada/o y, al soltarle momentáneamente, mueve los brazos buscando algo para poder agarrarse y no caer.
Reflejo de marcha. Cuando se pone en contacto al bebé con cualquier superficie, éste trata de apoyar sus pies al notar la textura sólida.
Después de comprobar que sus reflejos funcionan perfectamente, se pasa a una detenida exploración de los órganos internos para asegurarse que no sufren ningún daño. Con el fin que el reconocimiento sea efectivo, hay que dejar que pasen unas horas y esperar que el bebé tome las primeras gotas de líquido que se le ofrece, haga su primera deposición y orine.
Una vez comprobado su estado de salud, se suele bañar al niño. Que se haga o no depende de la filosofía del hospital. Hay profesionales que prefieren esperar a que hayan pasado varias horas, o incluso un día, antes de lavarle, ya que el manto sebáceo que le cubre (llamado vermix) le protege y favorece su adaptación a la temperatura ambiente.
Tras el baño, se suelen aplicar unas gotas de colirio antiséptico en sus ojos para evitar las frecuentes conjuntivitis del recién nacido.
Una vez realizados todos estos cuidados, y después de pesarle y medirle, se le viste y se le acuesta en la cuna. Y allí es donde le encontrarás cuando despiertes y le cojas en tus brazos con todo el amor del mundo. Hasta el momento en que le des por primera vez el pecho, después de unas horas, las puericultoras le alimentarán con una solución glucosa muy parecida al calostro (la primera sustancia que sale de tus pechos antes de la leche).
Y así es como tu hija/o comienza su andadura una vez deja de estar dentro de ti. Como ves, se encuentra en las mejores manos. No tienes nada que temer.