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Los hábitos alimentarios inadecuados son una de las causas más destacadas que se esconden tras la anorexia y la bulimia, dos de los trastornos de la alimentación más frecuentes que, junto a la obesidad, podrían evitarse desde su origen con una correcta educación desde la infancia y la adolescencia.

Distinguir entre alimentarse (ingerir productos) y nutrirse (aportar al organismo los elementos que necesita), conocer las necesidades del organismo y saber seguir una dieta sana son algunos de los objetivos con los que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales quiere prevenir los trastornos alimentarios.

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Un equipo de expertos dirigido por la doctora María Sainz orienta a los jóvenes y sus familias sobre los trastornos alimentarios más frecuentes entre los adolescentes: la anorexia y la bulimia nerviosa, enfermedades que aborda desde todas sus causas y, en especial, desde la prevención a través de una correcta alimentación.

El objetivo se centra en fomentar la salud física y psíquica a través de la valoración de la autoestima y el aprendizaje de los correctos modelos sociales y de comunicación a seguir.

Y lejos de atacar sistemáticamente la puesta en práctica de dietas, insiste precisamente en lo contrario, en seguir una, la que hasta el momento se ha presentado como alternativa más saludable de alimentación:

la dieta mediterránea, un hábito que hasta los países tradicionalmente exportadores de “comida rápida” se están apresurando a recomendar.

Así, frente a dietas extremas e imposibles de realizar sin dañar la salud con el fin de perder peso -constante obsesión entre los adolescentes de ambos géneros-, y ante la cada vez más frecuente “comida basura” en el menú diario, la alternativa correcta comienza por conocer las necesidades nutritivas de los adolescentes, cómo cumplirlas con alimentos sanos y cómo hacer apetecibles los menús ante las atractivas hamburguesas, pizzas y bollos.

Precisamente es en este punto donde los sanos cereales, verduras, frutas, pescado y legumbres encuentran su mayor enemigo; y para combatirlo, cuentan con el mejor arma: la variedad, que puede hacer más apetecible el plato menos llamativo con algo tan simple como sustituir la habitual guarnición de patatas fritas con atractivas ensaladas o purés, o los pesados e hipercalóricos postres con sofisticados platos a base de fruta natural o leche.

Pero además de esta causa no hay que olvidar más factores que se esconden tras la anorexia y la bulimia nerviosa, como la falta de autoestima, la preocupación excesiva por la imagen corporal y la necesidad de cumplir expectativas a veces imposibles para satisfacer a otros, que generan más hábitos insanos de consumo.

Ropa diseñada para cuerpos extremadamente delgados y sin curvas o cines y canales de televisión plagados de esculturales modelos no hacen sino fomentar el culto a una belleza que se aleja bastante de la realidad y consolidan la idea de que un cuerpo “rellenito” no puede ser sinónimo de éxito ni prestigio social.

La educación sobre estos aspectos también ha de cuidarse, aunque no sólo entre adolescentes, sino entre quienes acercan por primera vez los productos al consumidor. Terminar con el hábito de promocionarse con formidables modelos, como si la talla 38 fuera imprescindible para usar una colonia, calzar zapatillas deportivas, conducir un coche o llevar un reloj, es la mejor forma de acabar con la ya institucionalizada identificación de belleza y delgadez.

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