Los tatuajes
Ahí están: los hay muy atrevidos, que les da igual ser vistos y admirados por las miradas más indiscretas y los hay más vergonzosos, que se ocultan y se disfrazan ante nuestra curiosidad; pero lo cierto es que una vez que llega el verano casi ninguno se libra de ser descubierto. Hablamos, por supuesto, de los tatuajes.
Lo que parece ser actualmente una moda, en realidad se trata de un acto con una amplia y curiosa tradición milenaria.
Tatuarse ha tenido múltiples significados a lo largo de los siglos: desde motivos afectivos, religiosos o místicos hasta los que se realizaban como preparación ante una batalla (era el caso de algunas antiguas poblaciones británicas que se tatuaban cara y cuerpo para espantar a sus rivales).
Pero no siempre el tatuarse ha sido un acto voluntario; a los delincuentes, como castigo a sus crímenes, se les grababa una marca identificativa que les convertían en auténticos relegados de la sociedad. Un ejemplo de ello lo encontramos en el Japón del año 500 D.C., donde los individuos tatuados eran separados de su familia y se les negaba su relación con la comunidad a la que pertenecían.
El dicho popular de que “cada persona es un mundo“, nos hace entender el amplio abanico de tatuajes con que podemos encontrarnos y sus diferentes significados.
Quien decide plasmar en su piel un tatuaje, hace que éste sea la representación de algo que ha calado en su vida, algo que le haya marcado y que desea expresarlo de una manera artística; porque el tatuaje no es sino una de las muchas representaciones de un tipo de arte que cada vez está más en auge.
Este arte que ha atraído a numerosos personajes de la Historia como el Zar Nicolás II, el archiduque Francisco Fernando, Churchil, Roosvelt, Stalin, Madonna…, debe realizarse por profesionales y no debe dejarse en manos de aficionados que nos pudieran hacer correr riesgos innecesarios.
Cuando decidimos hacernos un tatuaje, debemos procurar que se cumplan ciertos requisitos si no queremos tener complicaciones a posteriori. En primer lugar: no todas las personas pueden tatuarse. Padecer hemofilia, diabetes, ataques epilépticos… pueden ser algunas de las enfermedades que pueden constituir un impedimento para hacernos un tatuaje.
Pero si ya sabemos que podemos hacernos un tatuaje sin ningún problema, veamos que aspectos tenemos que considerar.
Por ejemplo. Es imprescindible que los instrumentos de trabajo y mostradores se encuentren perfectamente desinfectados y esterilizados para evitar infecciones y contagios. Debemos asegurarnos que el material con el que nos van a tatuar sea de un solo uso y lo abran delante de nosotros cuando vayan a empezar a tatuarnos, así como el uso de guantes de látex por el tatuador.
Una vez que hemos comprobado que todo está en regla, que las condiciones sanitarias del establecimiento donde nos van a tatuar son óptimas, ya estamos listos para acoger en nuestra piel ese símbolo con el que tanto nos identificamos.
Bien, “maestro tatuador”, manos a la obra.
Ya está hecho. Por fin ese deseado tatuaje está fundido en nuestra piel; pero si deseamos que cicatrice correctamente y que luzca el mayor tiempo posible como el primer día, debemos seguir una serie de consejos.
– No debemos olvidar que el tatuaje es, nada más hacérnoslo, una herida que debemos curar.
– Evitar el proceso de cicatrización es imposible, así que debemos seguir unas pautas para su cura.
– Una vez que nos han hecho el tatuaje nos lo taparán con una venda o algo similar. Deberemos mantenerlo cubierto de una a cinco horas, cuando ya empecemos las curas lo dejaremos al aire; siempre es mejor que transpire, aunque en el caso de habernos tatuado en una zona donde el roce con alguna prenda nos moleste, podremos usar papel de manteca o de glasine sujeto con cinta adhesiva y, eso sí, siempre bien impregnado de crema.
Ya han pasado esas horas posteriores a tatuarnos. Empecemos a cuidar nuestro tatuaje.
– Una vez que nos quitamos la venda deberemos lavarlo con agua y jabón neutro, no frotándonos muy bruscamente y procurando no secarnos con una toalla. Es mejor dejarlo al aire.
Ahora es cuando empezamos a humectarlo. Durante, aproximadamente, las dos primeras semanas siguientes, deberemos tener el tatuaje siempre hidratado, mañana, tarde y noche. Para ello emplearemos vaselina o cualquiera de las muchas cremas que nos pueda recomendar el tatuador (hay muchísimas).
– Es muy importante evitar el agua de las piscinas y del mar, así como la exposición del tatuaje a los rayos del sol. Todos estos agentes pueden provocar reacciones alérgicas en la piel tatuada, provocando la aparición de ampollas o pequeñas infecciones.
Una de las molestias que suele aparecer cuando nos hacemos un tatuaje es cierto picor en la zona. Podemos recurrir a dos trucos: rascar la zona de alrededor para “engañar” al picor y desviar su atención de la zona tintada, o bien aplicar alcohol. Esta última no es muy recomendada dado que reseca la piel, y lo que se intenta conseguir en estas semanas posteriores a hacernos el tatuaje es la mayor hidratación de la piel para su pronta regeneración. Lo que nunca debemos hacer es rascarnos el tatuaje.
Un tatuaje es algo para toda la vida y por eso es muy importante conocer a priori qué nos van a hacer y qué debemos hacer nosotros después para mantenerlo como el primer día. No os quedéis con ninguna duda, preguntad siempre. No perdéis nada y lo ganáis todo.
Pero si por razones de salud no podemos hacernos un tatuaje o simplemente estamos recelosos a hacernos uno permanente, siempre podremos recurrir a los tatuajes temporales, se eliminan al cabo de dos o tres años, o a los de henna, puestos de moda en los últimos años.