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Todos sabemos que tener un hijo con un trastorno como el retraso mental constituye una gran herida abierta en los padres. Pero no os preocupéis, si conocéis con profundidad el problema llegaréis a comprender mejor a estos niños, que como todos, también tienen derecho a ser felices.

Un poquito más sobre los trastornos mentales existentes.

Los niños que sufren trastornos mentales son aquellos que tienen un coeficiente de inteligencia inferior al de la media. Hay distintos grados de retraso. El leve, que lo padecen los que tienen un coeficiente entre 70 u 85. Estos niños comprenden casi todo y con una ayuda especial pueden llegar a ser totalmente independientes.

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Los retrasos moderados lo tienen los niños que tienen un coeficiente entre 50 y 70. Con una enseñanza especial pueden llegar a saber lo básico: leer, sumar, restar… por lo que pueden llegar solo a ser semi-independientes.

Cuando tienen un coeficiente inferior a 50, el retraso es profundo y necesitan constantemente a alguien a su lado. Su vocabulario será muy escaso y limitado.

Los motivos por los que se producen los retrasos son muy variados, pueden deberse a lesiones orgánicas como traumatismos cerebrales sufridos nada más nacer, por alguna enfermedad cerebral, por malformaciones del cerebro o por trastornos glandulares.

Como en todas las enfermedades, si se descubre con el tiempo los efectos negativos que pueden tener disminuirán. Nada más nacer a los niños se les realiza un análisis de sangre donde se ve si el bebé sufre alguna anomalía.

Hay otro tipo de retraso que se produce sin ningún motivo, es el llamado retraso mental esencial o oligofrenia y quienes lo sufren desarrollan su inteligencia progresivamente, pero siempre por debajo de lo normal.

Todos estos niños necesitan un cuidado especial para poder desarrollar poco a poco todas sus capacidades. Si se les trata de forma inadecuada lo único que se consigue es que lleguen a parecer más retrasados de lo normal.

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La sociedad tiende a rechazarles, pero todos nosotros debemos cambiar esta actitud, son gente especial y debemos darles lo mejor de nosotros. Nuestro apoyo y confianza son esenciales para que se sientan integrados.

Si tienes un hijo con este problema, debes de saber que tu hijo necesita mucho más cariño que un niño normal, porque precisa a alguien que le dé seguridad. Pero una cosa, no debes sobreprotegerlo porque se estancará y su limitación será mayor. ¡Déjale que desarrolle su imaginación, que juegue y que haga lo mismo que hace un niño normal! Ellos tienen derecho a disfrutar tanto de la vida como nosotros.

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