La envidia es un sentimiento universal, todos hemos sentido envidia en algún momento u otro. Sin embargo hay personas que tienen más tendencia a experimentar este amargo sentimiento. El envidioso siente malestar interno, siente tristeza por lo que no tiene y rabia por lo que el otro sí. La envidia es dolor por lo que el otro ha conseguido. Para aliviar ese dolor, necesita destruir.
El envidioso no soporta que la gente sea reconocida. Se alegra cuando al otro le va mal. Descalifica los logros de los demás porque no se ve capacitado de prosperar: “Llegaste a ese puesto por “pelota””. La descalificación para ellos es una necesidad, pues así logran aliviar momentáneamente ese malestar que experimentan.
Suelen ser burlones. Esta actitud demuestra inseguridad. Así se cobijan en las imperfecciones de los demás. Ejemplo: “¡Ufff vaya grano te ha salido!” , sienten alivio en las desgracias ajenas. Como yo no tengo ese grano, me siento mejor que tú.
El origen de la envidia es la baja autoestima. Se comparan con los demás constantemente, rivalizan y compiten. Cuando se tiene buena autoestima se está en paz consigo mismo, se conocen con aceptación (no resignación) las propias limitaciones y virtudes. Debido a la baja autoestima se sienten incapaces de conseguir sus objetivos. Por ello desisten cuando encuentran dificultades en el camino, pues le invade el pesimismo “es muy difícil”, “no lo voy a conseguir”. Con este tipo de esquema mental aprendido se debilita la asociación “si me esfuerzo con persistencia y disciplina, estaré mas cerca de mi objetivo”. De este modo, se centran más en el resultado que en el proceso.
La envidia positiva o envidia sana, realmente no existe. La envidia siempre es un malestar por el logro del otro. Lo que más se podría parecer a lo que llamamos envidia sana, sería la admiración o alegría por lo que ha conseguido la otra persona.
¿Cómo un envidioso puede dejar de serlo?
Lo principal sería trabajar en la autoestima y en las creencias limitadoras de ser incapaz de. Una vez hayamos realizado este entrenamiento, resultará más fácil transformar la emoción negativa de la envidia en admiración. Para ello, debemos focalizar la atención en que detrás de cada logro siempre hay un gran esfuerzo continuado en el tiempo, persistencia y disciplina. Si hemos adquirido una buena autoestima, nos autopercibiremos capaces en trabajar en nuestros objetivos y conseguirlos. En segundo lugar, transformar las emociones destructivas en constructivas. En vez de descalificar, intentar aprender, construir algo productivo de ello, es decir, que el logro ajeno inspire para crecer, que sirva de ejemplo. Si “menganito” ha conseguido tal cosa, me inspira a que yo también puedo conseguirlo si empiezo a trabajar en ello.
¿Te has sentido identificado con el perfil del envidioso? Quizás sea bueno mejorar la autoestima. ¡Te ayudamos!
Montse Jiménez, Psicóloga Sanitaria col. Núm. 19853