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Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley se publicó por primera vez en 1932.

El libro trata, por medio de la fantasía científica, sobre la irracionalidad a la que puede llegar la naturaleza humana.

 

Es el año 632 después de Ford y gracias al desarrollo de las ciencias, el mundo vive en un estado de felicidad absoluta, libre de patriotismos y de guerras. Triunfan los dioses del consumo y el bienestar.

La base de su estabilidad reside en el gran perfeccionamiento de la reproducción humana in vitro: al prescindir de la cópula y del útero materno, el proceso reproductor pasa a manos de los biólogos, que controlan la cantidad y calidad de las futuras generaciones en sus laboratorios: los ALFA serán los dirigentes, los BETA los profesionales cualificados y los ÉPSILON los trabajadores de base.

Al protagonista de la novela, que somos nosotros mismos, se le ofrecen tres alternativas.

  • Una es alienarse en la sociedad: ocupar el lugar que se le ha asignado; llevar una vida insensata y de autómata en Utopía (así se llama su ultramoderno e hipercontrolado país)…
  • Otra retirarse a un primitivo poblado indio para llevar una vida de salvaje, y correr el riesgo de enloquecer hasta el suicidio.
  • Y la tercera, la más esperanzadora: la posibilidad de crear una comunidad de desterrados, que han huido del mundo feliz para organizar una reserva donde se imponga la cordura. Un espacio social donde la ciencia y la tecnología estarían al servicio del hombre y no como en la actualidad, en que es el hombre quien debe adaptarse y esclavizarse a ellas.

Procusto moderno, el científico preparará el lecho en el cual deberá yacer la Humanidad; y si la Humanidad no se adapta al mismo... bueno, será una pena para la Humanidad. Habrá que forcejear un poco y practicar alguna amputación…

Procusto es un personaje de la mitología griega que ofrecía posada a los viajeros solitarios y los atraía hacia su trampa. Una vez dentro de la casa, tumbaba desnudo a su huésped en una cama de hierro. Si era alto de estatura, le serraba las piernas y la cabeza, pero si era bajo, lo que hacia era estirar a martillazos su cuerpo… todo con tal de que el huésped se ajustara a la medida de la cama.

Aldous-Huxley

 

¿No ocurre algo parecido hoy en día? ¡Todos tasados o igualados por la misma medida!

 

Los gobiernos del mundo son más o menos totalitarios, y no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo (un gobierno de porras y piquetes de ejecución, de encarcelamientos en masa y deportaciones). Un estado totalitario totalmente eficaz sería, más bien, aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla, es la tarea asignada a los Ministerios de Propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela.

Los mayores triunfos de la propaganda se han logrado, simplemente no mencionando ciertos temas, guardando silencio en torno a ellos:

  • Los chanchullos políticos, económicos y la corrupción; la inexistencia de una educación en la libertad.
  • La doble moral; el consumo feroz e irresponsable inducido por la publicidad, que repercute en el cambio climático.
  • La creación artificial de deseos que quedan insatisfechos.
  • La sobrevaloración de un modelo de belleza inalcanzable. En definitiva, la deshumanización del ser humano…

Pero el silencio no basta, si se quiere evitar la fricción social, es preciso que los aspectos positivos de la propaganda sean también tan eficaces como los negativos:

Que la gente ame su servidumbre.

Este amor a la servidumbre sólo puede lograrse como resultado de una intervención profunda, personal, en las mentes y en los cuerpos humanos; deberá lograrse, no en el mundo externo, sino en las almas y en la carne de los seres humanos…

Para amar la servidumbre se necesitan:

  1. Una técnica basada en el condicionamiento de los infantes.
  2. Una ciencia que permita a los dirigentes destinar a cada individuo a su adecuado lugar en la jerarquía social y económica.
  3. Y por último, la ayuda de las drogas. Un sustitutivo para el alcohol y los demás narcóticos, algo que sea al mismo tiempo menos dañino y más placentero que la ginebra o la heroína, que en Utopía es el SOMA. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino. A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar.

Parece como si ese mundo de esclavos se hallara más cerca de nosotros de lo que nadie hubiese podido suponer.

Huxley la imaginó para dentro de 600 años. Hoy parece posible que tal horror se implante entre nosotros en el plazo de un sólo siglo. Es decir, en el supuesto de que sepamos reprimir nuestros impulsos de destruirnos en pedazos en el entretanto…

¿Nos hemos dado cuenta de lo absurdo que es pasarte todo el día trabajando para pagar una hipoteca sobrevalorada y pensar que todo va bien?

¿Lo absurdo de no tener tiempo para ti ni para tus seres queridos?

Somos como robots o autómatas, reprimidos emocionalmente y condicionados para producir y para consumir. Tenemos que humanizarnos: necesitamos cariño, comunicación, contacto, afectos. Tenemos hambre de caricias. Ciertamente, a menos que nos decidamos a emplear la ciencia como el medio para producir una comunidad heterogénea de individuos libres y humanizarnos.

El mensaje de Huxley está bien claro:

si la sociedad occidental prosigue su actual camino, el resultado habrá de ser un mundo así. Cada cual podrá preguntarse si lo encuentra deseable o no. Usted es quien paga con su dinero, y puede elegir a su gusto.

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