Superando etapas en pareja
En la primera parte de este artículo vimos como todas las parejas, si no se rompe su relación antes de tiempo, acaban recorriendo una serie de etapas:
Para algunos, pasar de una etapa a la siguiente, puede constituir un obstáculo insalvable, que puede acabar con el amor y llevar a la ruptura de la pareja. Para otros, sin embargo cada nueva etapa supone un reto, una forma de reafirmar su amor y desarrollar juntos un proyecto de vida. Cuatro son las etapas reconocidas por los expertos:
- La luna de miel.
- El conflicto del presente o los primeros momentos de vida en común.
- El conflicto del futuro o la búsqueda de la estabilidad
- El conflicto del pasado o la aceptación de la vejez.
En la primera parte de este tema vimos las dos primeras fases: luna de miel y conflicto del presente. En la segunda parte, veremos las restantes.
La Búsqueda de estabilidad
La búsqueda de la estabilidad y la organización de la pareja a largo plazo, constituye lo que conocemos como conflicto del futuro.
Cuando una pareja sale adelante con éxito de la etapa precedente, su relación suele durar con mucha frecuencia hasta la siguiente etapa, la cual, en general, se inicia tras cinco o siete años de vida en común o tras el nacimiento del primer hijo.
La vida de la pareja se transforma radicalmente al convertirse repentinamente en “familia” con la llegada del primer hijo. Pero puede suceder lo mismo, aunque la pareja no tenga niños. Basta, por ejemplo, con que la vida profesional o la carrera de uno u otro, ocupe un lugar cada vez más importante en la organización de la vida de la pareja.
En cualquiera de estos casos, la pareja debe hacer ciertos ajustes en su modo de vida, adaptarse a la nueva realidad, acomodarse a las nuevas necesidades. Tras el conflicto del presente, viene el conflicto del futuro. El porvenir de la pareja se ve peligrosamente afectado: una familia por cuyas necesidades materiales y afectivas hay que velar; un momento decisivo de la vida profesional en el que hay que decidir qué sacrificios personales hay que aceptar para llegar a la meta esperada.
El paso a esta nueva etapa suele exigir una limpieza completa del pasado. La pareja hace balance y renueva su compromiso a la vista de las experiencias, errores y aciertos que ha vivido. Si continúa su proyecto de vida en común, generalmente intentará asentar definitivamente su relación aportándole una estabilidad emotiva y material sólida. Al mismo tiempo, tendrá que afrontar y solucionar otras dificultades totalmente nuevas.
A título de ejemplo, el paso del estado de pareja al estado de familia supone un acuerdo renovado sobre el reparto de los papeles de cada uno. Lo mismo sucede en relación con las actitudes que se han de adoptar de cara al cuidado de los niños, a su educación, a las reacciones que se mostrarán ante los problemas que éstos puedan plantear. La misma decisión de tener hijos o no, se vive en esta etapa con gran intensidad, pues la pareja siente el paso del tiempo y deben decidir de mutuo acuerdo sobre este punto tan delicado.
Se puede observar el mismo proceso de redefinición y cuestionamiento en el plano profesional y material. Ambos cónyuges evalúan sus perspectivas profesionales y se ven enfrentados a unas opciones que podrían comprometer seriamente la calidad afectiva y material de su vida en común. Paralelamente, los bienes que la pareja acaba de adquirir (o piensa adquirir en breve): casas, muebles, vehículos, fuerzan al establecimiento de unas prioridades presupuestarias. Estas decisiones van a comprometer a la pareja durante muchos años.
En este mismo momento, es posible que cada uno de los cónyuges se cuestione internamente sobre la capacidad de la pareja para responder a sus esperanzas más profundas: ¿Realmente es esto lo que yo quiero hacer con vida? De la respuesta que encuentre cada uno en sí mismo y en el otro depende, en gran medida la continuación de su vida en común.
Durante este periodo de confusión, hay otros elementos que pueden quebrantar la relación de la pareja. Puede tratarse de dificultades sexuales, de aventuras extraconyugales, del nacimiento de un hijo minusválido, de una enfermedad prolongada de uno de los cónyuges, de graves dificultades económicas, etc. Sea lo que fuere, se añade al problema más general de la búsqueda de la estabilidad y la organización a largo plazo de la pareja.
Para vencer la dificultad que supone el inicio de esta nueva etapa, la pareja debe encontrar en ella misma ciertos recursos que hasta entonces nunca había llegado a utilizar plenamente. Superar los obstáculos es complicado y difícil y muchas parejas no lo consiguen y su relación se rompe. Otras rodean hábilmente, los escollos y navegan alegremente, si es necesario contra viento y marea, para consolidar su relación y superar esta fase.
La aceptación del envejecimiento en la pareja
Tras una veintena de años de vida en común, los cónyuges comienzan poco a poco, la cuarta y última etapa de su viaje: El conflicto del tiempo pasado o la aceptación por los miembros de la pareja del paso de los años y del mutuo envejecimiento.
Ambos se acercan a eso que se suele llamar la edad crítica. Los hijos (si los han tenido) se han hecho mayores y han adquirido cierta autonomía o son ya totalmente independientes. Quizás los más pequeños pueden ser todavía bastante jóvenes. Las ambiciones profesionales han quedado satisfechas o han sido dejadas definitivamente a un lado. Pocas personas empiezan a abrirse camino más allá de los 45 ó 50 años, salvo algunas excepciones notables. Los proyectos para el futuro que se habían hecho al inicio de la etapa precedente, se han visto realizados u olvidados para siempre. En definitiva que el “porvenir” es de nuevo el presente.
Muchas personas viven una crisis personal aguda al inicio de esta etapa, lo que tiene fatales repercusiones en la vida de pareja.
Sin darse cuenta cómo, comienzan a hacer balance, a tomar conciencia de que el tiempo ha pasado. Algunos sufren un verdadero shock. No quieren envejecer, pero saben que el proceso ya se ha iniciado y no se va a detener. Otros reaccionan luchando contra el tiempo y transformando radicalmente su aspecto, aparentando que son todavía jóvenes.
Las fugas, las aventuras extraconyugales, los comportamientos en apariencia extraños agrietan la relación. Los cónyuges no están siempre en la misma onda y puede que tengan la impresión de que ya no se comprenden, de que ya no se aman. Pero, al mismo tiempo, no pueden negar los lazos que el tiempo y el amor ha tejido entre ellos.
Si la pareja logra vencer este nuevo conflicto, si acepta gozar del presente y de todo lo que han conseguido (familia, bienes, relaciones sociales) renovará su compromiso. Si no, vivirá una profunda ruptura, la cual puede tomar la forma de una separación afectiva o de un divorcio oficial de la pareja.
En el caso de que triunfe el amor, el resto de la vida en común se desarrollará, en general, apaciblemente. Los problemas de salud, las dificultades económicas o las crisis familiares pueden, todavía, enturbiar esta vida, pero muy raramente pueden llegar a romper la relación entre los cónyuges.
Los conflictos de la vida en común.
Desde que se inicia hasta que termina, la vida en común comprende pues, cuatro grandes etapas. Los momentos críticos de esta vida se sitúan, en general, en el paso de una etapa a otra, lo que suele ocasionar auténticos problemas.
Desde el conflicto amoroso (luna de miel) al conflicto del tiempo pasado (aceptación de la vejez), la vida de la pareja está sembrada de dificultades, pero también de alegrías, esperanzas y recompensas. No es, en absoluto, fácil evitar los escollos y quedarse sólo con las alegrías, pero hay que procurar que cuando llega el momento de hacer balance, éste resulte positivo. Este es el desafío de la vida en común.
Autor:
Gerardo Castaño Recuero, psicólogo especializado en “cómo superar una ruptura amorosa”.
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