“La vida es bella” [07-04-2020]
He leído un artículo, en realidad una entrevista a un prestigioso neurocientífico, un psicofisiólogo estadounidense, interrogado sobre el aislamiento social producido por el confinamiento y sus consecuencias. Según él, que considera un trauma severo la situación de confinamiento, la reacción fisiológica de nuestro sistema nervioso ante el peligro serían la huida, la lucha y la inmovilización o nuestro autoapagado. Comenta, que las dudas generadas por esta crisis vírica, si nos contagiaremos, si sobreviviremos, cuanto durará la cuarentena…nos llena de incertidumbres, nos deja sin la posibilidad de interactuar con otros y nos deja sin certezas, dos necesidades básicas, produciendo un estado neurofisiológico muy extraño que a nuestro cuerpo no le gusta nada. Después de plantear diversas consecuencias y cicatrices que puede traer consigo el aislamiento social, matizado por el acceso a las redes sociales y de comunicación, que pueden ayudar pero no son una panacea, pues se ha demostrado que se puede sentir una inmensa soledad incluso teniendo muchas “relaciones” por estos medios, nos puede dejar un alto sentido de vulnerabilidad, de falta de seguridad, que puede desembocar en volvernos más inaccesibles. Pero también acaba expresando que esta situación puede ser una oportunidad para una experiencia transformadora.
Pone un ejemplo contundente, abrumador, habla del Holocausto y la determinación de los supervivientes por salir adelante (esto me hace recordar a GUIDO en “LA VIDA ES BELLA” y como he conversado de ello con alguno de vosotros éstos días). Esto desemboca en el sentimiento de culpabilidad que se puede generar por sentirse mal pese a no sufrir una gran desgracia cerca, en el entorno más próximo, por creer que deberíamos tener más compasión y empatía por los otros, que nuestro malestar no tiene ningún sentido, visto como está el resto del mundo, que incluso reír o utilizar el humor como vía de escape es cuestionable. A este respecto, comenta que deberíamos ser compasivos también con nosotros mismos, yo lo suscribo, que esto es una democratización de la humanidad porque todos estamos acorralados, da igual quienes seamos, no hay distinción de clase social, el virus no distingue, el sentimiento de estar todos en el mismo barco puede transformarnos profundamente.
Todo esto me hace plantearme la diferencia entre estar solo y sentirse solo, de como podemos combatir y transformar el sentimiento de soledad, intentando cambiar nuestra percepción acerca de la soledad, de algo que nos puede causar pesar, a sentirlo como algo superable e incluso, en algunos momentos, beneficioso, al intentar disfrutar de algunas fases de la soledad como una oportunidad para el crecimiento personal y el autoconocimiento. Quizá intentar de vez en cuando pasar un valioso y agradable tiempo con uno mismo. También sacudirnos culpabilidades y reír, utilizar el humor, de forma respetuosa, como válvula de escape sin remordimientos, no desconectarnos víctimas del apesadumbramiento de las horribles cifras y realidades, porque van a seguir estando ahí, lo queramos o no, y nuestro primer deber es sobrevivir, física pero también emocionalmente. Igualmente comunicarnos, ofreciendo y aceptando disponibilidad, porque como decía Gustavo Adolfo Bécquer “La soledad es muy hermosa…cuando se tiene alguien a quien decírselo”, así que yo estoy disponible…
Saldremos de ésta, a pesar de escepticismo y de las dudas razonables que generamos los humanos sobre nosotros mismos, espero y deseo que seamos mejores, que esta vez aprendamos la lección, sólo hay una manera, todos juntos, todos a remar, pero no como en una galera romana a latigazos, sino como en una festiva regata, con buen humor, con alegría, con la motivación de otear ya la playa de destino dibujada en el horizonte.
Os quiero Bandid@s!!!
Buen día a tod@s!!!
“Cuando estés de noche en tu alcoba, aun cuando tengas las puertas y ventanas cerradas y apagada la luz, no digas que estás solo: nunca se está solo.” Epicteto
Ésta mañana os dejo una canción de Miguel Ríos, “El Blues de la Soledad”, escrita por Joaquín Sabina, que disfrutéis del “Abuelo del Rock” patrio.