AMOR: VIVA LA NUEVA ÉTICA DEL AMOR
Florence Thomas lanza propuesta a hombres y mujeres
“¡Vivan la nueva ética del amor!”
La psicóloga francesa invita a amar al otro en su diferencia. Premisas.
Por Isabel Peláez Reportera de El País
“El amor fiesta es una utopía que se construye cada mañana, cada atardecer, cada noche, cuando siento la posibilidad de acercarme al otro o a la otra sin posesión”.
Llegar a vivir esa clase de amor, nada posesivo ni asfixiante, es la nueva propuesta de la socióloga francesa Florance Thomas, quien el viernes pasado, en el Teatro La Máscara, de Cali, presentó a una multitud de hombres y mujeres las seis premisas de una nueva ética del amor.
Ese día decenas de vallecaucanos salieron del atiborrado recinto deseosos de amar de otra forma y la invitación de Florance se repetía en los comentarios de los asistentes: “¡vivan la nueva ética del amor¡”.
Por eso quienes aún creen que amar es asfixiar al otro con posesivas y engañosas promesas como “tú eres yo y yo soy tú” y “te amaré toda la vida” o con patriarcales elogios que no son tal: “me gustas cuando callas” (Neruda), tendrán la posibilidad de salirse del paradigma o por lo menos estudiar los nuevos adverbios del amor y conjugar otros verbos como madurar, tolerar y liberar…
Necesitamos…
El amor, la locura más curativa y civilizadora del mundo, siempre y cuando aprendamos a amar sin promesas, sin juramentos de felicidad eterna, sin engaños. Con el augurio de amar al otro o a la otra libre, sabiendo que no por esto evitaremos el dolor, pero siempre seremos en el amor.
Menos cópula, genitalidad e instinto y más lenguaje, erotismo y escucha del otro u otra.
Menos afán, más calma.
Menos consumo y más satisfacción del otro y de la otra.
Menos verdad absoluta, menos adverbios de un amor totalizante, como el asfixiante: ‘yo soy tú y tú eres yo’.
Dejar de pedir al otro que nos ame para siempre.
Menos símbolos de un amor totalizante, del machismo, de la ignorancia y una opción madura desde la tolerancia.
Menos madres desde la confraternidad y más mujeres protagonistas modernas de sus existencias y dueñas de sus cuerpos.
Menos hombres producto de una ideología trasnochada de la virilidad, más paternalización y discursos masculinos de una vida cotidiana. Más compromisos decididos de los hombres para cambiar el poder por una caricia, una fragilidad.
Preguntarnos por una posibilidad de reconstruir los viejos pactos del amor, que se habían construido sobre cimientos de poder que imposibilitan todo diálogo y convivencia.
No hay un otro u otra para mí
El amor de los boleros, de las baladas y de los vallenatos, que extraen sus contenidos de nuestros imaginarios amorosos son simples metáforas que nos ayudan a soportar la realidad que es otra, aun a cuento del enamoramiento, la primera fase del amor.
Ilusiones muy arcaicas toman la delantera y abren la puerta al deseo de colmar el vacío, de calmar ese deseo de fusión y perderse en el otro.
El enamoramiento es la trampa fantástica: “por fin encontré al otro que me va a complementar, me colma de todo, yo soy tú y tú eres yo, amor mío”. “Veo el mundo con tus ojos”.
Una mañana ese yo se estrella contra una pared y mientras más se haya creído tales promesas, más duro o más apegado esté a esa etapa, más fuerte va a ser el golpe.
Derecho a la indiferencia
El amor es complejo y diverso, heterosexual y homosexual, explica Florance Thomas.
Repensar el amor es ampliar sus fronteras y abrirlas a otros encuentros que permitan que dos hombres o dos mujeres puedan vivir el deseo amoroso, desde el legítimo deseo a la diferencia, para luego exigir el derecho a la indiferencia.
En Colombia apenas se está buscando el derecho a la diferencia. En los países europeos la consigna es el derecho a la indiferencia, es decir que homosexuales y heterosexuales bailen juntos y no obligar a los primeros a vivir en guetos.
Derrumbar las fuentes de la homofobia. Gays y lesbianas nos incitan a cultivar la voluntad de ir más allá y de actuar sobre nuestro futuro, a partir del cual sería posible reintentar nuevas formas de relaciones consigo mismo y con los otros, rechazando modos de vida impuestos y resistiéndose a la liberación sexual obligada.
Hablar de tolerancia y de diferencia se debe hacer desde la tierna edad y en la cotidianidad.
Cómo amar de otra manera
Las formas de amar que subsisten fueron articuladas por el lenguaje, la historia y la cultura. Hoy en día se ha pasado de la cópula y del instinto, al deseo y al amor, se ha convertido el sexo en sexualidad.
El reto no es hacer el sexo, copular, sino hacer dramáticamente el amor con un otro o una otra desconocido e innacesible, aunque se llega a creer tramposamente que ese otro u otra se conoce. Para el amor existe una nueva ética.
Entre el demandar amor y su respuesta hay una distancia, un vacío. Demandar amor es pedir algo que el otro u otra no me puede dar. Es confrontarse con el vacío, con la insatisfacción o con una satisfacción que siempre será parcial.
Madurar en el amor es aceptar esa carencia, entender que no existe un otro o una otra que se acopla perfecto a mis demandas y que gracias a este vacío existe el deseo.
Porque siempre falta amor sigo buscando y así vivo y me vuelvo sujeto de la cultura. Si el otro me colmara entraría en un nirvana y me dejaría morir.
Y el origen del amor que podemos dar se encuentra en el amor recibido, pero recibido bien, no de la sobreprotección.
Cuando uno entiende que no hay un otro para mí uno se vuelve capaz de amar. Ningún otro podrá satisfacer mis demandas y el otro espera de mí lo que no le puedo dar. Entenderlo significará que toleramos que el otro o la otra no va a ser mío(a) y que siempre subsitirá en su diferencia.
El otro subsiste en su diferencia
El otro siempre va a penetrar el límite de mi libertad.
El enamoramiento no supone un paso cerrado, una fusión asfixiante: “respiro por tu boca”, “veo el mundo con tus ojos”, es un proceso amoroso casi sicótico y paradójicamente solitario, porque finalmente negamos al otro.
Los protagonistas del amor han cambiado, ya no son Efraín y María. Las mujeres están aprendiendo a hablar y desear desde nuevos lugares y el viejo guión amoroso de la eternidad ya no sirve.
A partir del reconocimiento de la diferencia existencial de sujetos libres y autónomos y del aprender a definir “yo soy yo, tú eres tú” se logrará una nueva manera de amar. Reconociendo que “no tengo para ti lo que esperas de mí” y admitiendo así que la soledad es el meollo de la condición humana.
Ellas y ellos
Las colombianas apenas están aprendiendo que sólo desde una imagen de sí mismas gratificante y menos culpable, el amor se torna en una fuente límpida de goces .
Sólo aprendiendo a enamorarse de la distancia que nos separa hay posibilidad de encuentro. Sólo desde la libertad es posible el amor. Desde su propia palabra del amor y el erotismo las mujeres descubrirán un goce que no se tiene que alimentar del goce masculino.
Mientras no haya mujeres en las mesas de negociación no va a ver nadie que ponga sobre el tapete la vida cotidiana, los problemas domésticos, el amor, el erotismo y esos temas hacen parte de la paz.
La masculinidad no es una esencia, es una ideología, una construcción. Hay que desterrar sueños de hombre como: “La amo a usted dependiente, luego adorable”, “Me gustas cuando callas…”.
Abandonando los privilegios que les otorgó una cultura patriarcal, dejando de ser amos del saber del mundo, del saber sobre las mujeres y dejando de ser dueños de sus existencias los hombres podrán encontrarse, sin vacilaciones y ambivalencias, con ellos mismos y luego con las mujeres.