De repente… Hijastros
Cuando se forma una pareja en la que una o ambas partes aportan hijos, la familia debe adaptarse a diferentes formas de convivencia. De ello dependerá, en parte, el éxito o fracaso de la nueva relación.
La vida sentimental o de pareja de los separados y divorciados no finaliza en la ruptura matrimonial. Un significativo porcentaje forma una nueva pareja, ocasional o estable. De hecho, según estudios realizados, un 73% de los hombres encuentran nueva pareja sentimental después de su separación, frente a un 43% de mujeres.
De estos datos se deduce que los hombres están más dispuestos a nuevas relaciones después del divorcio que las mujeres. Las principales razones son que la mujer, normalmente, disfruta de la custodia de los hijos y por ello tiene menos tiempo disponible para relacionarse con personas del género opuesto. La posibilidad de perder la pensión o incluso la custodia de sus hijos, retrae a las mujeres a iniciar una nueva relación.
Problemas frecuentes
Cuando estas nuevas uniones se presentan en personas que ya tienen hijos de relaciones anteriores, la pareja debe enfrentarse a una serie de problemas añadidos. Una de las dificultades más habituales a superar en la nueva relación, es la conexión con las nuevas familias -hijos, padres…- que aportan uno o los dos miembros de la pareja.
De no tener hijos…
A veces, una las dos partes no tenía descendencia y, de repente, ya es padre. Esto psicológicamente a veces es difícil de asumir, ya que se pasa de no tener responsabilidades excesivamente importantes, a ser un pilar básico de una familia.
Uno de los principales cambios es que, debido a la responsabilidad que conlleva ser padre, la pareja no disfruta de la libertad ni privilegios que de no ser así podría tener. Las salidas, lo viajes y los planes en pareja se limitan a la posibilidad de encontrar a alguien que se ocupe de los niños.
Incluso la intimidad y los tiempos de descanso y tranquilidad se reducen considerablemente. No sólo el tiempo de estar juntos, sino la forma en la que se está cambian. Con el niño, adolescente o adulto por medio, la intimidad de la pareja posiblemente se vea reducida.
Miedos en relación a los hijos
Es importante superar la posesión de los hijos respecto de sus padres. Algunos se sienten con miedo a perder la atención que hasta ahora sus padres depositaban en ellos, y con ello impiden que sus padres rehagan su vida con una nueva pareja.
Si una de las partes de la pareja, se centra más en la educación de su hijo que en la propia pareja, ésta puede sentirse relevada a un segundo plano. Erosionando así, gradualmente la relación. Otra de las cosas que con frecuencia cuesta superar es no ser para el hijo de tu pareja el sustituto de alguno de sus padres biológicos.
Miedos ante la nueva relación
Son muchos los temores al comienzo de una relación. Estos se multiplican cuando las anteriores relaciones se ven como un fracaso. La existencia de hijos de uniones anteriores también incrementa los miedos y las dificultades.
La desconfianza es un factor que suele primar cuando se viene de una relación fallida. Se ha de combatir o puede repercutir negativamente en la nueva pareja. Además, a la nueva relación no siempre se le admiten las mismas cosas, derechos o privilegios que a la primera, algo injusto para el recién llegado, pero situación o reacción habitual en las personas con anteriores relaciones de fracaso.
El recuerdo de la anterior relación también puede constituir un fantasma difícil de combatir. Esto hace que se sienta impotente ante la presencia mental de su respectivo.
Las familias sin nombre
A pesar de ser una de familia que últimamente se da mucho, constituye sin embargo un caso concreto de cambio social no reconocido en lo institucional. En nuestro país, no hay leyes que amparen a este tipo de familias constituidas por personas separadas y sus respectivos hijos.
El no tener nombre colabora aún más a su invisibilidad estadística y social. Algunos terapeutas hablan de familias mixtas, otros de familias ensambladas y Virginia Satir en un libro en el cual les dedicó un capítulo, las denominó: “familias segundas o posteriores”. Un poeta Samuel Johnson llegó a definir a éstos segundos matrimonios como” el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”.