Hubo un tiempo en que los alquimistas buscaban la piedra filosofal con la que poder convertir el plomo en oro.
Ahora la meta es diferente, lo que se desea alcanzar es la eterna juventud, poder mirarnos al espejo y ver el reflejo de un rostro libre de arrugas, de líneas firmes y perfectamente dibujadas. Pero, al no ser como la madrastra de Blancanieves, debemos conformarnos con los cambios que la edad deja en nuestro rostro, intentar frenarlos con tratamientos cosméticos o buscar soluciones algo más duraderas como las que nos ofrecen los Institutos o clínicas de estética.
Al igual que la experiencia y los recuerdos van llenando nuestra vida, con el paso de los años aparecen otros signos que también reflejan la andadura seguida por el camino de la edad. Unas de estas muestras de envejecimiento, a pesar de que a muchas personas no les atraiga este término, son las arrugas, pequeños pliegues en la piel que van eliminado del vocabulario la palabra “jovial”.
La piel que cubre la cara es la más afectada por el medio que nos rodea. El frío, los rayos solares, la polución, el tabaco, la alimentación… son factores que imprimen su impronta en el organismo humano, siendo la más visible la del rostro, sobre todo porque su efigie es la que primero se ve, además hay que tener en cuenta que la sociedad actual da gran importancia a la imagen.
La aparición de las arrugas se debe a una falta de elasticidad de la piel debido a que los componentes que se encargan de mantenerla firme empiezan a debilitarse, nos referimos a la elastina y el colágeno: unas proteínas fibrosas, cuya función consiste en sostener a la epidermis (la capa externa). Unido a esto, la dermis comienza a tener un grosor cada vez menor, ya que las células encargadas de renovarla continuamente actúan más lentamente, sobre todo porque los radicales libres van encontrando cada vez menos resistencia y pueden dañar más fácilmente los revestimientos que protegen a las células. Además las glándulas secretoras de la grasa tampoco realizan su función al 100 %, por lo que la sequedad se va apoderando del lugar ocupado por la tersura y firmeza. Claro que hay otros factores: los gestos que hacemos al hablar, reírnos, llorar, al fruncir el ceño, etc. van dejando su sello en la frente, en los ojos, en la boca… Junto a todo esto, nos damos cuenta de que la fuerza de la gravedad no nos mantiene sólo fijos al suelo, sino que también hace que la piel de nuestra cara tienda hacia las capas más superficiales de la tierra, es decir, el suelo. Aquellas líneas tan bien dibujadas comienzan a presentar ciertas “ondulaciones”.
Todo este proceso entra dentro de los cánones que rigen las celebraciones anuales llamadas cumpleaños, es “tan natural como la vida misma”. Pero hay otras causas que llevan al mismo resultado, mejor dicho, lo adelantan. Entre ellas destacan las emisiones de rayos solares que recibimos diariamente a las que se suman aquellas que buscamos en los soleados días veraniegos, sobre una playa de doradas arenas, en cabinas de rayos UVA o practicando diversos deportes: esquí, senderismo, etc. Ante exposiciones prolongadas de rayos UVA, que afectan a las capas más profundas, y UVB (llegan hasta la epidermis) la piel se resiente y comienza a envejecer prematuramente. Este fotoenvejecimiento ocasiona la deshidratación y el deterioro de la dermis, además de perturbar el desarrollo natural del colágeno y la elastina, por lo que, junto a los muchos problemas que sufre la piel, las arrugas comienzan a aparecer.
Los tipos de arrugas dependen de su profundidad y localización, estrechamente relacionadas con los músculos: frente (arrugas frontales), ojos (patas de gallo), boca (líneas labiales, nasolabiales). Las más superficiales aparecen como líneas de expresión o a causa del tabaco o el sol; las más profundas se localizan en la zona de la boca.
Una vez que han aparecido las arrugas hacerlas desaparecer, por ahora, es muy difícil, nos referimos a que el propio organismo actúe sobre ellas hasta que la piel quede igual que en sus mejores tiempos. Hay diversos tratamientos que las previenen, frenan su avance o las mitigan, incluso se evaporan cuando los métodos utilizados se relacionan con la cirugía, como el lifting.
Una buena prevención comienza con la limpieza de la piel, utilizando un jabón suave e hidratante que no la reseque y que a la vez la mantenga elástica. Lo mejor es establecer una rutina diaria que consista en limpiar y/o desmaquillar, aplicar un tónico que cierre los poros y poner una crema hidratante y/o nutritiva (según la sequedad que presente) sobre la piel de la cara. Cada cierto tiempo es aconsejable emplear un exfoliante que ayudará a retirar las células muertas, dando un aspecto más luminoso y suave a nuestro rostro.
Son muchos los productos de uso externo que ayudan a que nuestra piel muestre durante más tiempo un aspecto juvenil. Contienen componentes que neutralizan los radicales libres (antioxidantes); que favorecen la eliminación de las células muertas (alfahidroxiácidos), potenciando la producción de colágeno; que estimulan la renovación de la piel (retinol); o que impiden que los rayos solares actúen negativamente sobre la piel (fotoprotectores).
Las cremas hidratantes y humectantes evitan la evaporación del agua y la llevan hasta las capas más externas; entre ellas destacan las específicas del contorno de ojos, ya que esta zona es más delicada.
Sin embargo, las arrugas aparecen y nuestro deseo de disimularlas, mejorarlas o hacerlas desaparecer se puede despertar, no siempre es así, pero si se aviva y las cremas que venden en el mercado no son la solución, se puede recurrir a otros tratamientos efectuados en centros especializados de estética.
Uno de estos tratamientos es la Infiltración de materiales líquidos (ácidos grasos, colágeno, Gore-tex, Artecoll, Ácido Poli-Láctico…) para rellenar las arrugas; actualmente, se está empleando un tratamiento consistente en inyectar una sustancia llamada Botux que relaja el músculo e impide que los rasgos gestuales se intensifiquen. Otro de los métodos más utilizados es la exfoliación, dividida en: Peelings químicos; Dermoabrasión (con un cepillo rotatorio se retiran las capa más superficial de la piel); Laser-resurfacing (mediante un láser CO2, para arrugas más profundas, o Yag; ambos eliminan la epidermis y potencian la síntesis de colágeno). Y el I.P.L. (Luz Pulsada Intensa), de última generación, que atenúa las líneas de expresión, las manchas y enrojecimientos, siendo menos agresiva que la Resurfacing.
Entre estos tratamientos el más utilizado para despedir a las arrugas de nuestro rostro, es el Lifting facial.
Si bien ayudamos a nuestra epidermis con estos productos de uso tópico, externamente, o la mejoramos con tratamientos estéticos, también podemos prevenir las arrugas con una alimentación sana, evitando ciertos elementos que perjudican su equilibrio natural, como la cafeína, el alcohol o el tabaco.
Una alimentación equilibrada repercutirá positivamente en el estado de nuestra piel. Nos aportará todos aquellos componentes, como las vitaminas que nos ayudan a luchar contra la oxidación provocada por los radicales libres.
Además no debemos olvidarnos de beber líquidos y agua. Ésta es el mejor hidratante para nuestro organismo y por supuesto para la piel.
Ya lo dice el refrán: “Reír es sano”, ¿qué nos importan esas arruguillas si nos lo hemos pasado fenomenal?