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Conversar sin dejar de ser nosotros mismos

 

No podemos pretender que nuestras conversaciones resulten atractivas para todo el mundo, pero sí podemos conseguir que resulten interesantes a la hora de iniciarlas.

Recordando que nunca debemos dejar de ser nosotros mismos, puede ayudar el buscar en revistas o periódicos relatos de interés general que sean peculiares, buscar entre nuestras vivencias acontecimientos que creamos puedan ser interesantes y estemos dispuestos a compartir o tratar de conocer los temas preferidos de nuestros interlocutores para charlar sobre ellos.

Si nuestro conocimiento sobre estos temas es escaso o nulo, nunca está de más el mostrar interés por recibir información de su mano, siempre y cuando este interés exista en cierto grado. Aunque en determinados contactos sociales no está bien visto el demostrar desconocimiento respecto a ciertos temas, demuestra más inteligencia aquel que piensa que no es ignorante el que no sabe, sino el que no quiere saber o no se esfuerza por hacerlo.

Cuando nos encontramos en una reunión en la que sólo conocemos a una de las personas, la manera más fácil de romper el hielo es presentándonos a una o varias de las personas que nos parezcan más receptivas (si es que aún no nos han presentado) y contar o preguntarles de qué conocemos a esa persona en común escuchándoles atentamente por ver si tenemos algún interés en común.

El ritmo de conversación

El ritmo de la conversación también ha de ser regulado, pues si resulta atropellado, demasiado rápido, la persona a la que nos dirigimos puede no llegar a comprenderlo todo o quedar extasiada por el ritmo. Si resulta muy lento, no es de extrañar que pueda aburrirse.

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