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El Canto de Oración. 3 La Sanación

 

IV. La santidad de la sanación

1. ¡Cuán santos son los que se han sanado! Pues en su visión sus hermanos comparten su sanación y su amor. Portadores de paz, -la voz del Espíritu Santo, a través de los cuales Él habla por Dios, Cuya Voz Él es,- tales son los sanadores de Dios. Ellos sólo hablan por Él y nunca por ellos mismos. No tienen más regalos que los que reciben de Dios. Y éstos los comparten porque saben que esta es Su Voluntad. No son especiales. Son santos. Han optado por la santidad, y han desistido de todos los sueños separados de atributos especiales que les permiten otorgar regalos desiguales a los menos afortunados. Su sanación ha restaurado su totalidad así que pueden perdonar, y unirse al canto de oración en el cual los que se han sanado cantan su unión y agradecimiento a Dios.

¡Cuán santos son los que se han sanado! Pues en su visión sus hermanos comparten su sanación y su amor. Portadores de paz, -la voz del Espíritu Santo, a través de los cuales Él habla por Dios, Cuya Voz Él es,- tales son los sanadores de Dios.

 

2. Como testimonio del perdón, ayuda a la oración, y efecto de la misericordia verdaderamente enseñada, la sanación es una bendición. Y el mundo responde en animado coro a través de la voz de la oración. El perdón destella su misericordioso alivio sobre cada hoja de hierba y ala emplumada y todas las cosas vivientes de la tierra. El miedo no tiene refugio aquí, pues el amor ha llegado con toda su santa unidad. El tiempo permanece tan solo para permitir que el último abrazo de la oración descanse sobre la tierra un instante, mientras que el mundo desaparece en la luz. Este instante es la meta de todos los verdaderos sanadores, a quienes el Cristo ha enseñado a ver Su semejanza y a enseñar como Él.

3. ¡Piensa en lo que significa ayudar al Cristo a sanar! ¿Puede algo ser más santo que esto? Dios agradece a Sus sanadores, pues Él sabe que la Causa de la sanación es Él Mismo, Su Amor, Su Hijo, restituido como Su compleción y quien ha regresado a compartir con Él la santa alegría de la creación. No pidas sanación parcial, ni aceptes un ídolo en lugar del recuerdo de Aquél Cuyo Amor nunca ha cambiado ni cambiará jamás. Eres tan querido por Él como lo es la totalidad de Su creación, pues ésta radica en ti como Su regalo eterno. ¿Qué necesidad tienes tú de sueños cambiantes en un mundo triste? No olvides la gratitud de Dios. No olvides la santa gracia de la oración. No olvides el perdón del Hijo de Dios.

4. Primero perdonas, luego oras, y te sanas. Tu oración se ha elevado y ha invocado a Dios, Quien escucha y responde. Has comprendido que perdonas y oras tan solo por ti mismo. Y en esta comprensión eres sanado. En la oración te has unido a tu Fuente, y has comprendido que jamás te fuiste. Este nivel no se puede alcanzar hasta que ya no quede odio en tu corazón, ni deseo de atacar al Hijo de Dios.

5. Nunca olvides esto: eres tú quien es el Hijo de Dios, y como eliges ser para él así lo eres para ti mismo, y Dios para ti. Tampoco tu juzgar dejará de llegar hasta Dios porque le darás a Él el papel que ves en Su creación. No elijas mal, o creerás que eres tú quien es el creador en Su lugar, y por tanto que Él ya no es la Causa sino sólo el efecto. Ahora la sanación es imposible, porque se Le culpa a Él de tu engaño y de tu culpa. Aquél que es Amor se convierte en la fuente del miedo, pues ahora sólo el miedo puede estar justificado. La venganza es Suya. Su gran destructor, la muerte. Y la angustiosa enfermedad, el sufrimiento y la pérdida se convierten en el destino de todos en la tierra, la cual Él abandonó al cuidado del demonio, y juró no liberar jamás.

6. Vengan a Mí, Mis niños, una vez más, sin tales pensamientos retorcidos en sus corazones. Aún son santos con la Santidad Que los creó en perfecta impecabilidad, y aún los rodea con los brazos de la paz. Sueñen ahora con la sanación. Luego levántense y abandonen para siempre todo soñar. Son aquel a quien Su Padre ama, quien nunca abandonó su hogar, ni vagó por un mundo salvaje con los pies sangrantes, y con Un pesado corazón endurecido contra el Amor que es la verdad en ustedes. Entreguen todos sus sueños a Cristo y permitan que sea Él su Guía hacia la sanación, y que los conduzca en la oración más allá de los lamentables alcances del mundo.

7. Él viene en Mi lugar y les habla Mi Palabra. Quiero que a Mí regrese Mi cansado Hijo de sus sueños malignos al dulce abrazo de interminable Amor y perfecta paz. Mis brazos están abiertos para el Hijo que amo, quien no comprende que ha sanado, y que sus oraciones jamás han dejado de cantar su gratitud dichosa al unísono con toda la creación, en la santidad del Amor. Aquiétate un instante. Bajo los ruidos de áspera y amarga lucha y de derrota hay una Voz Que te habla de Mí. Escúchala un instante y estarás sanado. Escúchala un instante y te has salvado.

8. Ayúdame a despertar a Mis hijos del sueño de castigo y de una corta vida acosada por el miedo, que termina tan pronto que bien podría no haber sido nunca. En su lugar, deja que Yo te recuerde la eternidad, en la cual se acrecienta tu alegría a medida que tu amor se extiende junto con el Mío más allá de lo infinito, donde tiempo y distancia no significan nada. Mientras esperas apesadumbrado la melodía del Cielo está incompleta, porque tu canto es parte de la eterna armonía del amor. Sin ti no está completa la creación. Regresa a Mí Que nunca abandoné a Mi Hijo. Escucha, Hijo Mío, tu Padre te llama. No rehúses escuchar la llamada del Amor. No le niegues a Cristo lo que es Suyo. El Cielo se halla aquí y el Cielo es tu hogar.

9. La creación se inclina a través de las barreras del tiempo para levantar del mundo la pesada carga. Eleven sus corazones para acoger su advenimiento. Miren las sombras desvanecerse en la bondad; las espinas caer suavemente de la frente sangrante de aquel que es el santo Hijo de Dios. ¡Cuán bello eres, Hijo de Santidad! ¡Cuán parecido a Mí! Cuán amorosamente te sostengo en Mi corazón y en Mis brazos. Cuán querido es para Mí cada regalo que Me has hecho, tú que sanaste a Mi Hijo y lo bajaste de la cruz. Levántate y deja que te dé Mis gracias. Y con Mi gratitud vendrá el regalo primero del perdón, y luego de la eterna paz.

10. Así pues, devuélveme tu santa voz ahora. El canto de oración está mudo sin ti. El universo aguarda tu liberación porque es la suya propia. Sé bondadoso con él y contigo mismo, y luego sé bondadoso Conmigo. Sólo te pido esto: que te consueles y que no vivas más en el terror y el dolor. No abandones el Amor. Recuerda esto: pienses lo que pienses acerca de ti mismo, pienses lo que pienses acerca del mundo, tu Padre necesita de ti y te llamará hasta que al fin regreses a Él en paz.

 

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