La baja autoestima es la esencia del sufrimiento cotidiano y conviene sanarla [21-07-2020]
Observo como hace su entrada en la plaza un perrito de tres patas. Animoso y juguetón, resulta exultante su actitud. Corretea con cierta grácil dificultad alrededor de su acompañante, un adolescente que le jalea lanzándole la pelota. Vuelve presto con ella en la boca depositandola a los pies del muchacho. Ladra y da saltitos, en una animosa danza, pidiendo marcha. Se le ve contento, pletórico, con una autoestima, una superación, que sustituye la pata que le falta.
Esta escena, en un par de trazos, ha pintado un hermoso cuadro donde lo más importante es el corazón, la actitud y sobre todo la autoestima, da igual las “patas” que tengas, da igual las que te falten.
La autoestima, esa capacidad para querernos, valorarnos y respetarnos, es nuestro principal punto de apoyo, la mejor “pata de palo”.
El concepto que tenemos sobre nosotros mismos suele influir en nuestras decisiones, en el tipo de vida que vamos creando a nuestro alrededor, tanto o más que el que proviene de los demás, en nuestra búsqueda de reconocimiento o estatus social.
Seguramente todos alguna vez hemos tenido algún bajón sacudidos por las circunstancias de la vida, del tipo que sean, y nos hemos sentido acechados por el miedo al observar nuestra propia realidad. Probablemente hemos sentido alguna vez rechazo, desprecio, ira o insatisfacción hacia nosotros mismos, ocultandonos de los demás, tras la desconfianza generada por el pensamiento de infravaloración, por castigarnos pensando que valemos poco o nada. Lo cual nos puede producir un gran dolor al juzgarnos con severidad y rechazarnos a nosotros mismos.
La baja autoestima es la esencia del sufrimiento cotidiano y conviene sanarla. Dejar de pretender vernos a nosotros mismos a través de los ojos de los demás, dejar de buscar la confianza, respeto y estima en cualquier parte menos en nosotros mismos, para comprender que la capacidad de definir quienes somos, si nos gusta o si procede cambiar, radica en nuestro interior y no está determinada por el físico, la popularidad o el éxito social o todas esas cosas que se escapan a nuestro control.
En fin, la autoestima no es comida rápida, es un plato que hay que cocinar a fuego lento y constante, partiendo de un poco de “amabilidad con uno mismo”, añadiendo unos gramos de “quierete como mereces”, una pizca de “soy capaz”, dos vueltas de molinillo de “soy valiente y yo puedo”, sazonando con una cucharadita de “distancia de lo que me daña” y espolvoreando con “sonrisas molidas con luminoso potencial”.
No seamos crueles con nosotros mismos, debemos darnos una oportunidad. Creer es poder, no importa que “pata” nos falte. La autoestima, la actitud, es lo que cuenta. Vamos: ¡en marcha!
Buen día a tod@s!!!
Os quiero Bandid@s!!!
“Lo peor que puede llegarle a pasar a un hombre, es que llegue a pensar mal de sí mismo.” Goethe
“I Feel Good”….ya está dicho todo…me siento bien…os dejo con James Brown…vamos, bailad bribones!!!