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Una familia cualquiera…

 

La menor de las hijas se ha ido de casa para convivir con su pareja sin más formalidad que el compromiso de pagar juntos la hipoteca del piso, y el hijo mayor ha vuelto porque tras su divorcio, el uso y disfrute del que fue su domicilio conyugal le corresponde a su ”ex”.

Algunos padres se consolarán pensando ”al fin y al cabo es su vida, se trata de que sean felices”. Otros, en cambio, se rasgarán las vestiduras y hablarán de la tan manida ”crisis de valores de la civilización occidental”, una frase estupenda que también sirve para criticar la programación de la televisión.

Detrás está la evolución social, que no perdona ni a su estructura base; la familia. Se trata de una institución social que descansa sobre un principio biológico y que tiene presencia en todas las culturas.

Ojalá se cayera internet para volver a ser una familia

El concepto de familia va unido al de descendencia, es decir, de procreación y cuidado de los hijos, ya sean naturales o adoptivos. Algunos antropólogos aseguran que su origen está en el lento desarrollo del recién nacido. No hay ningún mamífero que necesite tanto tiempo para convertirse en adulto, ni tantos cuidados durante la primera etapa de su vida.

Parece lógico que la sociedad asegure el desarrollo de sus individuos generándoles un entorno seguro y estable en el que crecer. Ese entorno debe tener cierta consistencia y los lazos entre sus miembros, especialmente entre los progenitores, tiende a perdurar.

Cambios y modelos

Desde atrás: Nace la familia y, con ella, el matrimonio. Normalmente por matrimonio se entiende la unión monogámica y formalizada. Su etimología ya es bastante reveladora; viene del latín ”matris-munia”, que hace referencia a los deberes de la madre y la atención a la descendencia.

Posteriormente se han ido introduciendo cambios. El divorcio, el control de la natalidad que propicia que la sexualidad haya dejado de ser un tabú, la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar, la aceptación social de la homosexualidad… han ido forzando el modelo tradicional de familia, hasta hacerlo reventar.

El control de la anticoncepción ha permitido la eclosión de experiencias de vida en común en las que no se busca tener descendencia, prescindiendo del vínculo conyugal formal. Según los datos del Instituto de Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en España sólo el 2% de los mayores de edad optan por vivir en pareja sin casarse y sólo el 10% de los niños nacen fuera del matrimonio.

Los detractores de este hecho aseguran que quienes no quieren formalizar su relación, temen comprometerse, siendo incapaces en un futuro de asumir responsabilidades, aunque después decidan casarse. Este enfoque se apoya en algunas estadísticas que aseguran que las parejas no casadas y las que conviven antes de casarse, se separan más que las casadas sin convivencia previa.

La familia formada por la pareja no es el único modelo. También son cada vez más frecuentes los hogares unipersonales por viudez, separación o elección propia. En su mayoría es una fórmula que afecta más a las mujeres, aunque cada vez existe un número mayor de hombres que deciden vivir solos.

Por otro lado, está el modelo monoparental, es decir, de un solo progenitor con hijos a su cuidado. En este grupo entran los padres separados, viudos y solteros. Un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia desveló, que en estas familias eran más frecuentes las situaciones de pobreza, concluyendo que la desintegración familiar y la pobreza se alimentan mutuamente. También se constató que la vuidedad poseía cierto amparo social, en contraposición con la situación de muchos padres solteros y divorciados.

La posibilidad de contraer segundas nupcias o iniciar una nueva convivencia con otra persona acogiendo a los hijos de ésta, da origen a un nuevo tipo de familia, que aunque emule la estructura del modelo nuclear tradicional, no cuenta con los mismos cimientos de ésta.

A pesar de la gran cantidad de variantes que está sufriendo la institución familiar, parece que la tendencia sigue siendo el modelo tradicional que mantiene la supremacía a nivel mundial.

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