La primera vez que una persona acude al psicólogo siente una mezcla de sensaciones: la esperanza de que esa persona le pueda ayudar, el pudor al contar a un “extraño” sus problemas, la duda de que pueda ayudarle.
Normalmente las personas están tensas y a la expectativa. Suelen esperar una persona que le haga un montón de preguntas, y temen no saber contestar a todas.
Es algo humano y normal, y los psicólogos comprendemos perfectamente esa mezcla de emociones y el mar de dudas del paciente en “su primera vez”.
El psicólogo está para ayudar al paciente. No va a ser jamás su amigo (los amigos tienen una misión muy importante, pero carecen de la objetividad necesaria). Va a escucharle, y probablemente preguntarle cosas, algunas de ellas incómodas. Tenga la certeza que las preguntas que le hace tienen como finalidad hacerse una composición de lugar sobre el problema, incluir todos los factores posibles (aunque en ocasiones la persona no comprenda la conexión), para poder establecer un plan de trabajo.
Vd. habla y el psicólogo escucha y procesa su información. Nunca va a ser juzgado por sus conductas o sentimientos, nunca va a ser valorado su problema como muy importante o poco importante. Nosotros medimos el dolor ajeno por cómo lo siente el paciente, no por el tipo de problema que sea.
Puede ser que las primeras sesiones le cueste un poco de trabajo soltarse, pero probablemente, poco a poco, podrá relajarse y darse cuenta que su psicólogo se interesa realmente por sus problemas y trabaja para ayudarle. Su misión es su mejoría, y la mejor recompensa de cada sesión es ver un cierto alivio en la cara del paciente, una cierta sensación de esperanza.
Espero que tenga muy buenas experiencias si acude a un psicólogo. Nos gustan las personas, y trabajamos para que logren su estabilidad emocional.