Freud y sus seguidores, trataban los trastornos emocionales como conflictos del subconsciente, recurriendo a nuestra historia pasada para entender el enfoque del problemas.
La terapia cognoscitiva es totalmente diferente, los problemas psicológicos no se tratan como conflictos del subconsciente, sino como enfoques y pensamientos erróneos, o sea: actitudes mentales y creencias que distorsionan el significado de nuestras experiencias. Se trata de una curación a través del conocimiento o comprensión del origen del problema.
“Si vemos las cosas de modo negativo, probablemente nos sentiremos negativos y nos comportaremos de una forma negativa”, dice el Dr. Aarón T. Beck, director del Centro de Terapia Cognoscitiva de la Universidad de Pensilvania, considerado como el padre de la terapia cognoscitiva.
Un ejemplo fácil para ilustrar esta teoría es la de un conferenciante que vea a alguien del público bostezando y piense “Yo debo de resultar muy aburrido”, en lugar de pensar “Esa persona debe tener mucho sueño”.
Otro ejemplo: una secretaria a quien le entregan un manuscrito de cuarenta páginas para tipear y tenerlo listo a las 5 de la tarde. Cuando llega esa hora y no ha terminado piensa “No logro hacer nada bien”, en lugar de pensar “Mi jefe me asignó una tarea imposible de realizar”.
Investigando habilidosamente, el psicoterapeuta puede descubrir rápidamente la distorsión que origina este pensamiento erróneo, exponérsela al paciente y ayudarlo a pensar de un modo más realista.
“La terapia cognoscitiva es un medio de resolver los problemas al estilo de hoy”, dice una psicóloga del centro Beck (EE.UU.) “Se investiga el pasado cuando vemos que interfiere con el presente, pero básicamente evitamos perder tiempo en averiguar si el paciente odiaba a sus padres a los tres años.”
La técnica de Beck ha tenido un gran éxito en el tratamiento de las fobias, los problemas emocionales, los casos de violación sexual, y la terapia de parejas y familias.
Según Beck, toda depresión incluye una visión negativa de sí mismo, sus experiencias y su futuro. Las personas deprimidas generalmente lo ven todo negro y en todos los sucesos que les conciernen enfocan lo negativo e ignoran lo positivo. “Se ven despreciables, incompetentes, feos y huérfanos de cariño”, dice la psicoterapeuta. “Nada les sale bien y contemplan un futuro lleno de relaciones frustradas y proyectos fracasados. Y es que se fijan metas imposibles, tales como rebajar 30 kilos en tres meses, imponiéndose ellos mismos las condiciones para que sus más pesimistas predicciones se hagan realidad.”
Los terapeutas cognoscitivos obtienen a veces muy rápidos resultados, simplemente señalando a sus pacientes estas distorsiones del pensamiento.
El Dr. Aarón Beck plantea una analogía con el error gramatical: “Una vez que a usted se le señale el error, es probable que no lo vuelva a cometer”.
Esta técnica es también muy efectiva para los casos de apatía y abulia.
David Burns, autor de un libro titulado “Sentirse bien: la nueva terapia del estado de ánimo”, señala una serie de actitudes mentales que paralizan al individuo. Entre ellas:
Desesperanza. Cuando usted se acostumbra tanto al dolor que toda esperanza de sentirse mejor en el futuro es inconcebible. Por lo tanto, le parece inútil cualquier actividad.
Fatalismo. Nada ni nadie puede mejorar su estado de ánimo, porque sus terribles sentimientos están provocados por fuerzas incontrolables: otras personas, mala suerte, los ciclos hormonales, la dieta, etc.
Agobio. Por fijarse tareas imposibles. Pretendiendo hacerlo todo a la vez, renuncia a todo en lugar de hacerlo por partes.
Menosprecio de sí mismo. Mientras más se deprime, más se menosprecia pensando “Soy inútil” o “Soy estúpida/o”, agravando así cada vez más su falta de confianza en sí misma/o. Esta visión errónea de su verdadero Yo, le lleva automáticamente a esperar poco o nada de sí mismo.
Poca tolerancia de las frustraciones. Si usted espera lograr sus metas con facilidad y se sorprende e irrita cuando la vida le pone obstáculos, decidiendo entonces renunciar en lugar de persistir, es que se ha hecho una idea errónea de “lo que debe ser”. Esta frustración aumenta su sensación de inutilidad y su inclinación a renunciar a la vida.
Corregir estas diferentes actitudes erróneas requiere, en la terapia cognoscitiva, tres pasos:
- Primero: hacer que los pacientes se den cuenta de su forma de pensar.
- Segundo: enseñarles cuáles son sus pensamientos distorsionados y cómo sustituirlos con criterios más realistas.
- Tercero: la terapia suele incluir diversas tareas que el paciente pueda realizar con éxito para que se le borre la noción negativa y adquiera confianza en sí mismo.
Por ejemplo: una paciente que alega que no puede levantarse de la cama. Se le ordena que se siente en la cama y descuelgue las piernas hasta poner los pies en el suelo. Entonces se le hace dar un paso, luego otro, hasta que -en menos de una hora- ha caminado por toda la habitación. “Una vez que la paciente se da cuenta de su patrón de comportamiento y logra el más mínimo cambio, inmediatamente empieza a sentirse mucho mejor”, asegura el Dr. Beck. En la terapia cognoscitiva, los pacientes generalmente requieren solamente doce o quince sesiones para obtener resultados, en lugar de uno o dos años de psicoanálisis.