El ser humano no puede vivir sin agua.
No hay que olvidar que el 70 % del organismo está constituido por este elemento. De ahí la importancia de la hidroterapia. Un método de curación y prevención de enfermedades mediante la aplicación externa de agua, a diferentes temperaturas y con distintos sistemas.
La hidroterapia nace como consecuencia de la importancia que dan los naturópatas al agua como elemento fundamental para vivir. Sobre todo, destacan su papel evacuador de los desechos orgánicos.
Todos los métodos naturistas favorecen la eliminación de sustancias tóxicas acumuladas en el organismo. Por lo tanto, desde el punto de vista naturópata, la hidroterapia es una técnica indispensable cuándo hay que enfrentarse a un cuerpo enfermo. Se trata de utilizar el agua con fines terapéuticos.
Al someter el cuerpo a baños de agua se produce una reacción térmica, que favorece la expulsión de las impurezas de la sangre, a través de los poros de la piel. Por tanto, la hidroterapia puede resultar válida para muchos campos.
En función de la dolencia o necesidades que se tengan, existen numerosas técnicas de hidroterapia. Algunas, son muy conocidas como la sauna o los baños de vapor, sin embargo, desde estas líneas, se pretende explicar otras prácticas menos conocidas, pero igualmente eficaces, basadas, fundamentalmente, en la utilización de agua fría.
Baños de toalla
Es la aplicación más sencilla y también una de las más importantes por sus beneficiosos efectos. Se trata de mojar toda la superficie del cuerpo, de la manera más rápida posible. Primero, se empieza por la frente y después, se va desde el cuello hasta las plantas de los pies, por medio de deslizamiento de una toalla empapada en agua fresca. La temperatura de ésta, siempre la marca el calor del cuerpo.
Estos baños están recomendados para prevenir y curar los trastornos de la circulación periférica. También previene, muy eficazmente, los resfriados y sus secuelas. Además calma la excitación nerviosa, mejorando el pulso, ritmo cardíaco e insomnio, despierta las defensas naturales del organismo y, por último, activa las funciones digestivas, lo que favorece una mejor asimilación de los nutrientes más elementales.
Chorros de agua
Se trata de aplicar chorros de agua a presión en las zonas del cuerpo que se necesite. Es necesario acumular calor, antes y después en la zona donde se va a producir el tratamiento. De esta forma, se asegura una reacción térmica adecuada.
De los numerosos tipos de chorros que existen, el conocido como chorro pistón es el más efectivo. Ejerce un masaje cutáneo, que produce un efecto muy estimulante. Se aplica mediante una manguera que expulsa un chorro de agua, a cinco o seis metros de distancia, lugar donde se sitúa la persona a tratar.
Los chorros a presión pueden ser totales o parciales. Si se trata de aplicar el agua a todo el cuerpo, es conveniente iniciar la aplicación por el talón derecho, continuando lentamente la ascensión hacia arriba, y bajando de nuevo al punto de partida. A continuación se efectúa la misma operación con la pierna izquierda. Si se trata de chorros parciales se incidirá, en mayor medida, sobre la zona a tratar.
Compresas húmedas
Consiste en aplicar un paño, más o menos húmedo, sobre una parte determinada del cuerpo. Después, se cubre con paño seco de lana para abrigar la zona.
Son aplicaciones parciales y las más importantes son la compresa dorsal y la abdominal. La primera, se aplica desde la cabeza hasta el extremo de la espina dorsal. Es necesario que la compresa no se caliente demasiado, porque su objetivo es refrescar y descongestionar los centros nerviosos. El efecto de esta aplicación es calmante y también propicia el sueño.
La compresa abdominal se coloca desde el pecho hasta los costados y las ingles. Su objetivo es refrescar y descongestionar el aparato digestivo. También actúa, y de forma muy positiva, sobre el estómago, los riñones y la vejiga.