“Voyeur forzado” [08-04-2020]
Ya puedo confirmar que han vuelto los gorriones a la plaza del barrio.
Resulta curioso que la pequeña colonia que medraba por nuestra plaza y alrededores había “desaparecido”, desde mi posición de “voyeur forzado” que me lleva a observar más y, sobre todo, mejor las pequeñas cosas con cierta consciencia, había llegado a la conclusión, creo que acertada, de que debido a la intensa interrelación de estas aves con nosotros, la ausencia de nuestra presencia en las calles les había ido dejando paulatinamente sin una parte esencial de su sustento, nuestras migajas. Con el paso de los primeros días de confinamiento ya no quedaban gusanitos caídos por el suelo, ni miguitas sembradas por el deambular de los más pequeños al simultanear merienda y juegos en el parque o en sus correteos por la plaza. Decidí, entonces, compartir una migas de pan cada día con ellos al amanecer, los primeros días no se apreciaba la aparición de ninguno, a pesar de escucharlos mejor que nunca cada mañana, creo que se habían trasladado a buscarse la vida a otros lares, quizá andaban por los campos cercanos en busca de algún grano, a lo mejor merodeaban por la ribera del río recolectando en las espigas de las hierbas crecientes en primavera o tal vez acechaban a la caza de algún distraído insecto. Pero de pronto una mañana volvieron, regocijados y alborotados, excitados como celebrando de nuevo el maná, para mi deleite y para el deleite y frustración, a partes iguales, de mis gatas, por observarlos tan cerca y no poder dar rienda suelta plenamente a su instinto cazador. La perseverancia había tenido su recompensa, desde ese día soy fiel a mi cita y comparto una o dos rebanadas de pan con estos jaleosos vecinos que, listos como el hambre, igual que perdieron la fe y la costumbre, la han vuelto a encontrar y no faltan a la cita cada mañana aportando su granito de arena y de jolgorio vital a la vida del barrio.
Esto me recuerda que esta noche he leído un manifiesto que, recientemente, han publicado un grupo de científicos en la revista Biological Conservation donde recogen la preocupación por la extinción de los insectos, las causas, consecuencias y su impacto negativo para la humanidad. La desaparición de estos pequeños seres por la contaminación de sus habitats, la fumigación no controlada, la deforestación, las especies invasoras “transportadas” por la globalización, el cambio climático…nos trae como consecuencia mucho más que perdida de especies, también nos deja pérdida de biomasa, de biodiversidad, de interacciones ecológicas, de un montón de caídas en los ecosistemas como la descomposición y reciclaje natural por medio de la biodegradación o la polinización, sistemas de los que depende la humanidad.
Así que lo pequeño da mucho juego y cobra importancia, como podemos observar con este virus que seguramente tiene mucho que ver con nuestras acciones cómo especie, sobre la manipulación y el estrés que ejercemos sobre el planeta. Un virus, tan pequeño, es en realidad una microcápsula proteica envuelta en una capa lípida, de grasa, en cuyo interior hay una molécula de ARN empaquetado. Es un ente biológico que en estado libre es inerte y no se puede considerar en si un ser vivo como tal, no cobra vida hasta que interactúa con nuestras células. Seguramente, como muchos científicos proponen, somos muy responsables, nosotros mismos, de la aparición de éstos y sus episodios pandémicos.
Toda esta sucesión de pensamientos, quizá un tanto alborotados y desordenados, me llevan a reflexionar sobre la importancia de nuestra influencia en el planeta y fuera de él, porque si hay una huella humana tangible en el espacio es nuestra basura espacial, los restos de nuestra presencia, no siempre nobles, allá donde vamos. Me hace comprender que el ser humano puede ser el mayor milagro pero también el mayor problema, que el mundo no es una herencia de nuestros padres sino más bien un “préstamo” de nuestros hijos y nietos. Que casi siempre tendemos a no simplificar, a complicarnos solos, a jugar con la naturaleza, a ser capaces de hacer florecer desiertos o desecar lagos, que incongruencias!…a no entender que la Tierra, como decía Gandhi, puede satisfacer nuestras necesidades pero no nuestra codicia o como dijo Carl Sagan, “El universo no está obligado a estar en perfecta armonía con la ambición humana”.
En realidad, la última prueba de conciencia para nosotros será nuestra disposición a sacrificar algo hoy para tener un mañana. No podemos pasar ni un día en el mundo sin tener un efecto sobre él, lo que hagamos marcará la diferencia, tenemos que elegir qué tipo de diferencia queremos realizar, no se puede eludir.
Buen día a tod@s!!!
Os quiero Bandid@s!!!
“La naturaleza no hace nada incompleto, ni nada en vano.” Aristóteles
Os dejo una canción que parece hecha a propósito, “Madre Hay Una Sola”, de un grupo de rock alternativo argentino llamado Bersuit Vergarabat, disfrutad de ella y de los “pequeños momentos”.