Las palabrotas son más características en unas edades que en otras, y se diferencian en aspectos como la intencionalidad de ofender o burlarse de los demás, o simplemente la de llamar la atención.
La infancia
Las diferentes edades se caracterizan por el uso de un lenguaje propio, una jerga donde aparecen también las palabras mal sonantes. En la infancia los niños aprenden por imitación, y como buenos imitadores, hacen suya las “palabrotas “que escuchan a los demás. Cuando se es pequeño no se conoce el significado de estas palabras, y cuando las dicen normalmente lo hacen para llamar la atención.
Cuando un niño le dice a su madre guapa o alguna otra cosa bonita, ésta le dirige su atención. Lo mismo ocurre cuando dicen palabrotas, los tutores les prestan atención al recriminarles.
Qué hacer
En el caso de niños pequeños, cuando dicen una palabra malsonante, para que dejen de utilizarla lo mejor es no hacerles caso (siempre y cuando no estén insultando o hiriendo a alguien), menos aún, se les ha de reir la gracia.
También es aconsejable que, si persisten en el hecho de seguir con su nueva jerga, no se les regañe excesivamente dándole más importancia de la que pueda tener. No estaría mal que se les explicase con toda tranquilidad, desde un primer momento, que la palabra que están diciendo es muy fea y que a los papás no les gusta nada que se diga.
En ocasiones, cuando estos consejos no funcionan, se puede empezar a plantear a qué se debe que el niño diga palabrotas. Puede ser, entre otras cosas, porque necesita más atención de la que en ese momento se le está brindando, o porque se le está dando demasiada.
Jugar con las palabras
Cuando los más pequeños dicen palabrotas, los padres pueden utilizar estrategias para que esto no ocurra. Cuando su hijo diga una palabra malsonante, usted puede darle la vuelta y decirla de forma positiva, si dice algo como “cara pedo” le responde “cara bonita”. Por otra parte, y si en el momento no se le ocurre qué decir, podría buscar alternativas a esas palabras que no le gustan. Podría sustituirlas por otras innovadoras y atrayentes para el niño.
Los adolescentes
En el caso de los adolescentes, la cosa cambia, aunque hay ciertos aspectos como el de la imitación que todavía siguen latentes. En esta edad los jóvenes buscan su propia identidad, experimentando diferentes roles, hasta que se afianzan en uno concreto. En este proceso de adaptación a la sociedad, sufren diferentes cambios y no encuentran un lugar especifico para ellos, el lenguaje toma un papel importante.
Hacen suyas las palabras, y las repiten tan a menudo que se convierten en algo normal del lenguaje. Parece que lo que este grupo de edad pretende, es hacerse un hueco en la sociedad a través de este tipo de lenguaje, imitando los modelos de más edad a los que ellos están intentando amoldarse y pertenecer, y haciendo modificaciones de estos mismos modelos.
Qué hacer
Cuando el vocabulario está lleno de palabras malsonantes, es necesario tomar parte en el asunto. Los padres pueden mantenerse firmes ante el hecho de que sus hijos no digan palabrotas. Puede que les hagan caso cuando ellos están delante, pero volverán a usarlas cuando estén con sus amigos.
Tanto en unas edades como en otras, la educación no formal, que es la que se da en la familia, juega un papel fundamental en el uso o no de estas malsonantes palabras. Es preciso que los progenitores hagan de modelos para sus hijos, por lo que si quieren que estos no digan palabrotas, los padres deberán cuidar su vocabulario. En el caso de que suelten algún “taco” por alguna razón, podrían disculparse ante su hijo.
Palabrota es diferente que insulto
No hay que confundir palabrota con insulto. La palabrota no implica a otra persona mientras que el insulto sí que lo hace. La palabrota forma parte de la lengua y se dice, sobre todo, cuando se pierde el control o se está enfadado. Los insultos son, en ocasiones, una válvula de escape donde se puede descargar tensión (como si el insulto tuviese una función catártica en el ser humano).