Este sábado 7 de febrero hago un taller llamado “Mindfulness + Inteligencia Emocional”, basado en el PINEP: Programa de Inteligencia Emocional Plena, desarrollado por la Universidad de Málaga. Si estás por Málaga en esta fecha te invito a asistir. Aquí tienes más información sobre el taller.
El programa, como el taller, fusiona la disciplina del Mindfulness: capacidad de prestar atención plena al momento presente, con la Inteligencia Emocional: capacidad para reconocer, comprender, expresar y regular las emociones.
El Mindfulness nace del Budismo y bebe de las técnicas de meditación que en aquél se aplican, así que podríamos decir que el pilar que sustenta esta fusión entre Mindfulness e Inteligencia Emocional es practicar la meditación en las emociones.
Pero… ¿por qué realizar esta práctica nos puede resultar beneficioso?
Para contestar a esa pregunta, en primer lugar hay que decir que esta propuesta no se traduce a una práctica habitual en la sociedad occidental, es decir, la gente no suele meditar sobre cómo se siente, y ya son pocos los que suelen meditar a secas.
En segundo lugar… es que más bien hacemos lo contrario: huimos, rechazamos o nos resistimos a las emociones. Hablo, naturalmente, de las emociones que nos resultan incómodas o desagradables. Como la ira, la ansiedad, la tristeza, la culpa, la vergüenza… Esto sucede porque nuestra sociedad se ha hiperhedonizado: buscamos incesantemente el placer y pretendemos evitar a toda costa el dolor.
Y eso no es muy bueno. Porque el placer no es siempre sinónimo de felicidad (¿las drogas?), porque hay cosas que no provocan placer y sí sin embargo sentimientos más hondos de satisfacción (el orgullo de un trabajo bien hecho), y porque evitar no suele ser mejor estrategia que la de afrontar.
Podemos huir toda la vida de nuestros monstruos internos,
pero ten por seguro que ellos no huirán de ti,
y durante la huida se harán más grandes, más fuertes, más poderosos,
que si los encaramos con serenidad y paz.
Y éste es el objetivo que persigue la Inteligencia Emocional Plena: abrirnos a las emociones prestando plena atención, sin reaccionar, simplemente observando la experiencia, consiguiendo reducir así el impacto negativo que tienen las emociones incómodas sobre nosotros mismos. Es decir, aquello que he dicho ya tantas veces: no sentirnos peor cuando nos damos cuenta de que nos sentimos mal.
Y es que, si observamos con atención, seguramente, descubriremos que no son monstruos, sino sólo emociones, y que aunque puedan provocarnos dolor, en definitiva, la salida del dolor es, y debe ser, a través del propio dolor.