El otro lado de La Raya [05-05-2020]
En estos días, he de reconocer, que mi amor por Portugal se ha fortalecido, el respeto que ya sentía por nuestros vecinos, por su gran calidad cultural, su exquisita educación, su trato amable y su cortesía, se ha visto notablemente incrementado.
En los últimos años, ya fuera por motivos laborales, participando en diversas jornadas gastronómicas o por pequeñas escapadas, en las reducidas vacaciones que tiene un autónomo, mi adición por el otro lado de La Raya, como principalmente ellos denominan a la frontera, ha ido en aumento, siempre volvía con ganas de más.
En Lisboa quede prendado de su señorial presencia de antigua capital imperial, atlántica, oceánica, cosmopolita y multicultural, impregnada de un halo de sutil y “perfecta decadencia”. De sus bellos jardines, de su Barrio Alto, de sus fados, de su bacalao, de sus pasteles de Belem, de su bella desembocadura. En Oporto me enamoré de su aire bohemio, de su belleza asomada al balcón de Duero, de sus ricos pescados a la brasa en Matosinhos, de sus vinos, de la calidez y riqueza cultural de su gentes, como recuerdo el primer almuerzo en el mercado de Bon Sucesso. En Braganza, he disfrutado de la sencillez de la gente de la Portugal interior. Cerca en Verge, un pequeño pueblito, con un pequeño río, hay un pequeño restaurante donde, desde la humildad y sin ninguna estridencia, uno puede emocionarse con la cocina de producto sin alardes, especialmente a la brasa. Y de paso, si coincide la visita con las fiestas, ver una singular subasta de chorizos para financiar las fiestas y otra, a continuación, no menos curiosa, donde se subastan las tierras de labranza del municipio para un año. Y de vuelta recorrer algunos caminos hasta llegar al castillo de Braganza. Como diría la tuna: ¡Ay, Portugal, por qué te quiero tanto!
No deja de ser sorprendente que un país que supuestamente tenia muchas papeletas para la hecatombe, por su situación en la cola de Europa en gasto publico sanitario, por sus diez años de fuertes recortes públicos, por su austeridad forzada por los rescates financieros, haya pasado de esa severa austeridad al éxito. Tal vez, un prudente calendario de confinamiento, sin apenas muertos, una unidad política digna de elogio y quizá, una menor confianza en la fragilidad de su sistema sanitario, con un rápido aprendizaje de las equivocaciones de sus vecinos en el sur de Europa, tomando nota con gran atención, de manera precisa y cabal, sean claves, muy generales, de su acertada reacción ante esta pandemia.
Igualmente, envidio como los portugueses han demostrado una gran fortaleza institucional, tienen un presidente de la república conservador y un primer ministro socialista, que han mantenido un clima de consenso, con algunas divergencias, pero sin fisuras. Con un líder de la oposición que afirmó en sede parlamentaria, “no estoy cooperando con el partido socialista, estoy cooperando con el gobierno de Portugal…”, terminando con un…”Coraje, nervios de acero y mucha suerte, porque su suerte es nuestra suerte,”, Hay que joderse. Para remate, la defensa que de nuestro país hizo Antonio Costa, en rueda de prensa posterior al encuentro, donde valoro como “repugnantes” las poco empáticas declaraciones del ministro holandés sobre los países de sur de Europa, especialmente duras con España, me han hecho apreciar aún más a nuestros vecinos.
La verdad es que últimamente he bromeado, en algunas conversaciones, con pedir la nacionalidad portuguesa, suponiendo que me quisieran allí, claro. También diría, que cada vez es menos broma y más certeza, como el famoso dicho que ahora, más que nunca, hago mío:
¡Menos mal que nos queda Portugal!
Bom dia a tod@s!!!
Os quiero Bandid@s!!!
Y cómo vamos a terminar, musicalmente hablando…..pues con un fado…claro…aquí os dejo con Dulce Pontes y su versión del clásico fado portugués ” Cançao do Mar”…