Los modelos
Son varios los modelos psicológicos que intentan explicar el origen de la depresión desde el punto de vista de su propia teoría: la teoría psicoanalítica, la conductual y la cognitivo-conductual. No hay que olvidar, sin embargo, la predisposición. La predisposición que tiene un individuo con determinada personalidad a padecer más frecuentemente depresión.
Las personalidades límite, obsesivas y dependientes son más proclives ha padecer este trastorno, del mismo modo en que determinados rasgos de carácter también influyen. Las personas perfeccionistas y con un gran sentido del deber, escrupulosas, amantes del orden y con poca espontaneidad, o con rasgos neuróticos…, pueden caer más facilmente en un estado depresivo.
Teorías psicoanalistas
Una base común de las teorías psicoanalíticas es la idea de que existen una serie de mecanismos inconscientes que dirigen los impulsos, las emociones y los pensamientos de una persona.
Según la teoría psicoanalítica, la depresión se produce por lo que se denomina <>, es decir, por una pérdida de interés por el mundo externo que se traduce en una conducta inhibida en la persona, inhibición que suele ser generalizada a todas sus facetas. Este sentimiento de pérdida no está relacionado con una pérdida directamente comprobable, sino que puede no existir “objeto” alguno perdido, o que la persona no llegue a ser consciente de qué es lo que ha perdido. A este sentimiento se le une un descenso de la autoestima que interfiere en la recuperación o sustitución de lo perdido.
Hasta el momento no se ha comprobado la veracidad de esta teoría.
Teorías conductistas
Son varias las hipótesis formuladas por el conductismo, pero destaca entre ellas la teoría de la indefensión o desesperanza aprendida.
La teoría de la indefensión o desesperanza aprendida explica que cuando una persona ha tenido experiencias en el pasado que le han sido desagradables y frente a las que no ha podido luchar, puede desarrollar un estilo de pensamiento en el que se convence a sí mismo de que toda situación desagradable que pueda experimentar estará fuera de su control. Ante los sucesos negativos sólo le quedará el resignarse y aceptar. Este estilo de pensamiento indica que la persona piensa que sus acciones no tienen efecto (o no, al menos, positivo) sobre lo que le rodea, que ha perdido el control sobre las situaciones. Aparecen, entonces, los sentimientos de inseguridad, de pesimismo y de desesperanza, y la persona se vuelve triste y pasiva. Otras teorías conductuales hablan de los problemas de habilidades sociales.
Este tipo de problemas lleva a la persona que los sufre a una precaria comunicación con la gente que la rodea. El refuerzo social de la comunicación, es decir, lo que podemos obtener de los demás cuando nos comunicamos con ellos, es uno de los refuerzos más importantes para que la persona conserve su autoestima, no se sienta sólo, se sienta escuchado, comprendido y querido. La comunicación con los demás nos refuerza. Si este tipo de refuerzos falla, no son entendidos o son malinterpretados, la persona puede terminar por llegar a la depresión por falta de este tipo de reforzamiento.
Teorías Cognitivo-Conductuales
La teoría cognitivo-conductual más significativa es la teoría de Beck, que interpreta la depresión como una consecuencia de las distorsiones que una persona puede hacer al procesar la información que obtiene de lo que le rodea. Según esta teoría, la persona tuvo en el pasado una serie de experiencias negativas que le hicieron elaborar un esquema vital pesimista en tres sentidos: tiene un concepto negativo de sí misma, de lo que le rodea y de su futuro. Sus pensamientos, distorsionados, tienden a llevarla a realizar una interpretación equivocada de los sucesos, siempre, por supuesto, desde un punto de vista pesimista.
Estos esquemas negativos se ponen en funcionamiento, sobre todo, cuando la persona vuelve a sufrir una experiencia vital negativa, ya que la interpreta como global e irreversible, concediéndola excesiva importancia.
Tratamiento Psicológico
La terapia interpersonal
Psicoterapia breve (16-20 sesiones) destinada, sobre todo, a los pacientes ambulatorios. Según este tipo de terapia la depresión incluye tres componentes:
a) Los síntomas aparecidos.
b) El funcionamiento social.
c) Los rasgos de personalidad.
La terapia interviene en los dos primeros componentes, ya que no existen pruebas de que la personalidad pueda modificarse. Se mejora la sintomatología aguda de la depresión, identificando los problemas asociados con el inicio de ésta, y se instruye a la persona para afrontar adecuadamente los problemas interpersonales asociados.
La terapia cognitiva
La terapia cognitiva se basa en el modelo de Beck. Según este modelo los pensamientos e interpretaciones negativas que hacemos de la realidad son la causa de la depresión. La persona deprimida emplea un tiempo excesivo en los pensamientos negativos sobre sí, sobre el mundo y sobre el futuro, tiene patrones de pensamiento estables sobre los que no reflexiona (no lo intentaré porque nunca me sale, no puedo esperar nada, no me gustará…) y distorsiona la información que viene de su alrededor.
El tratamiento se dirige a enseñar al paciente a identificar sus patrones de pensamiento y actuación inadecuados en una terapia desarrollada en aproximadamente 20 sesiones.
La terapia dinámica
Este tipo de terapia psicoanalítica intenta fomentar cambios en la personalidad del paciente a través de la comprensión de sus posibles conflictos en el pasado y mediante la introspección de las motivaciones inconscientes.
La eficacia de este tipo de psicoterapia no ha sido aún demostrada por algún estudio que no presente errores metodológicos. El tiempo de duración no puede especificarse pero, por lo general, suele ser bastante amplio (no hay que olvidar que la resolución de los conflictos inconscientes puede necesitar, desde el punto de vista psicoanalítico, incluso años).