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Rivalidad entre hermanos

Las disputas entre hermanos son un hecho natural e inevitable. En toda relación fraterna conviven instintos agresivos y amorosos pero a medida que los hermanos se hacen mayores, la rivalidad va superándose dando paso a una mayor unión y amistad. Con nuestros hermanos aprendemos a relacionarnos con los iguales y esto nos facilitará la socialización. Uno de los problemas más frecuentes entre los hermanos durante la etapa infantil deriva de la necesidad de compartir sus juguetes, sus objetos, y, por supuesto, el cariño de papá y mamá. Hasta los seis años, el niño se caracteriza por un egocentrismo que le hace sentirse el centro del universo. Por eso repite constantemente “esto es mío”. Un hermano le obliga a compartir, incluso lo más importante para el que es la atención de sus padres.

Las causas de los celos infantiles

No obstante, a pesar de que los padres quieran a los hijos por igual, es posible que determinadas actitudes provoquen o agudicen los celos infantiles. Veamos algunos ejemplos: – El primer hijo, al estar acostumbrado a ser el único y recibir el afecto y atención de padres y familiares, se puede sentir desplazado cuando aparece un hermano con el que debe compartir esas atenciones y afecto. En ocasiones, el hermano menor se siente menos privilegiado por no tener las concesiones que los padres hacen al mayor. Los hermanos que ocupan lugares intermedios en el orden de edad, suelen sentirse en segundo plano y buscan con más insistencia amistades fuera del núcleo familiar. – Si nace un hermano cuando el anterior está en la fase de “apego” a la madre (los tres primeros años) y requiere aún muchos cuidados, es probable que reaccione con un comportamiento celoso, demandando más atención. – En algunas familias la llegada de un hijo de sexo diferente provoca tal satisfacción a los padres que el hermano se encuentra desplazado.

Esta raro o…¿tiene celos?

Los niños celosos pueden mostrar una o varias de las conductas que se detallan a continuación: – Signos de infelicidad y/o frustración: lloro frecuente y sin motivo aparente, momentos de tristeza, preguntas alusivas a sí se le quiere o no. – Negativismo: responder con un “no” a propuestas que antes aceptaba, a veces sin razonar. – Cambios en el desarrollo del lenguaje: habla infantil imitando el lenguaje del pequeño, repetición de palabras y frases, tartamudeo. – Poco apetito: come menos que antes y se niega a probar alimentos que antes pedía. – Sueño irregular: en general pide ir a la cama de los padres, o solicita compañía en la suya, llama frecuentemente a un adulto. – Cambio de estado de ánimo sin causa aparente. – En casos extremos pueden aparecer manifestaciones de tipo orgánico: vómitos, anorexia, mareos, terrores nocturnos, insomnio etc. – En ocasiones adoptan conductas desafiantes hacia los padres/madres, familiares y profesores, menosprecian a compañeros, se aíslan socialmente, muestran pruebas de afecto exageradas…

Niños 4-6 años: Los celos

La actitud adecuada de los padres

Los celos infantiles suelen evolucionar favorablemente en un plazo más o menos largo de tiempo. Podemos afirmar que se trata de un estado emocional característico de la infancia y muy, muy frecuente: prácticamente en todas las familias los niños pasan por una etapa más o menos larga de celos. Para evitar que el asunto vaya a más conviene evitar: – Los gritos y las descalificaciones. – Las atenciones y dedicación excesivas a unos de los hermanos. – Comparaciones entre los diferentes hijos. – Entrometerse en los conflictos de los hijos y tomar partido en ellos (siempre que no haya agresión). – Comentarios de vecinos, amigos y familiares haciendo comparaciones de vuestros hijos. – Un trato irónico, o risa y burla ante conductas inadecuadas. – Que el hijo mayor deba asumir en todo momento la responsabilidad del cuidado del hermano menor. – La competitividad entre hermanos. Y debemos intentar: – Fomentar la cooperación entre los hermanos (en las tareas de la casa, recados, en situaciones de juego ..) – Observar y reflexionar sobre las conductas celosas de nuestros hijos y reaccionar sin darles excesiva importancia. – Tratar con afecto y atención frecuentes a tus hijos para que perciban que son queridos. – Favorecer el juego con todos los hijos (para lograr una mayor armonía entre los hermanos). – Promover un clima de sosiego y tranquilidad en todos los momentos posibles. – Educar a los hijos en el control de sus emociones: aprender a soportar pequeñas frustraciones, alegrarse cuando las cosas van bien a los demás, responder tranquilamente ante situaciones adversas, enseñarle a aceptar sus dificultades… – Respetar el espacio de juego e intimidad de cada hijo.

Un hermanito nuevo

Sin duda es una circunstancia que ocasiona celos en la mayoría de los niños. Es muy importante hacer participar al hermano mayor en las tareas que conlleva la llegada de un bebé: preparar la cuna y la habitación, comprar la ropita… Hay que advertir a los familiares que en las visitas que nos realicen eviten expresiones del tipo: “ahora si que vas a tener que compartir”, o “ya sabes, lo tendrás que cuidar porque el niño será muy pequeño y tu ya eres mayor” etc. Esto no haría más que sobrecargar al hermanos mayor. También debemos evitar hacer coincidir varios acontecimientos con la llegada de otro hermano. Por ejemplo, no conviene quitarle el pañal coincidiendo con el nacimiento o llevarle a al guardería los días antes o después de que llegue el bebé. Entendería que el nuevo hermano le echa de su casa y que él se tiene que ir, pero mamá se queda en casa con su hermano-rival. También hay que tener cuidado con expresiones tan frecuentes como: “no lo toques”, “que se te va a caer” y sustituirlas por frases que estimulen sus actitudes: “qué bien lo cuidas” “ayúdame a bañarle”. Es necesario involucrar a los hermanos en las tareas de cuidado del pequeño: el baño, darle de comer, pasearle, así como buscar determinados momentos para dedicarlo exclusivamente al hermano mayor. Un paseo a solas, leerle un cuento sólo a él, son algunas ideas para hacer que se sienta un poco “hijo único”. Por último, hay que valorar a nuestros hijos delante de familiares y visitas, tratando de omitir todo comentario negativo sobre ellos.

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