Aunque parezca extraño, los mininos también necesitan salir de casa para satisfacer su curiosidad.
Los gatos que experimentaron la vida al aire libre generalmente sienten un verdadero deseo de volver a ella una y otra vez, aunque solo sea por breves períodos. Pero otros felinos, que nunca han tenido experiencias con el mundo exterior, es muy probable que no deseen abandonar la comodidad y seguridad de sus hogares.
El atractivo de los sonidos y las cosas nuevas no son estímulos suficientes para ellos, y no sienten ninguna necesidad de conocer el famosos “aire libre”. Para los gatos con poca experiencia callejera el mundo exterior es un lugar aterrador y hostil, lleno de cosas que no entienden y con las que nunca se han encontrado antes.
Las características de personalidad que han adoptado indican que serían auténticamente incapaces de enfrentarse a este mundo nuevo e, incluso, si la temperatura descendiera bruscamente sufrirían serios problemas físicos.
Aprender jugando
Al igual que pasa con todo lo que quieras enseñarle a su gato, debes recordar que él actúa motivado fundamentalmente por sus propias necesidades y deseos y no por los de su dueño. A diferencia de un perro, el gato no aceptará el collar y la correa solamente para que estés contenta. Este animal necesita ver los beneficios directos de las cosas que hace, sobre todo cuando tiene que soportar algún tipo de restricción física, llámese collar o correa.
Para llevar adelante la tarea de sacarlo a pasear, como primer paso se necesita un arnés que no lo moleste pero que sea resistente (es preferible al collar porque la mente del gato lo considera menos amenazador).
En este punto, la curiosidad del animal es el mayor aliado con el que cuenta el dueño. Tira el arnés al suelo, cerca de la cama del gato (no encima) y déjalo allí unos días. Esto permitirá que el felino pueda examinar el artefacto a su antojo y termine aceptándolo como un objeto más de la casa. Cuando consideres que se ha acostumbrado a su presencia, prueba a deslizarlo sobre su cabeza mientras juegas con el animal. Sigue hablándole en un tono de voz normal. Si acepta el arnés, recompénsalo con unas cuantas caricias. Quítaselo en forma delicada y hazle nuevas caricias después de unos minutos.
Si lo rechaza, vuelve a jugar con el gato durante unos minutos para reintentarlo después. Si vuelve a resistirlo, olvídate del arnés por ese día. Nunca transformes ese tema en una obligación. Vuelve a probárselo al día siguiente, pero nunca transformes este tema en una obligación.
Cuando hayas conseguido ponérselo, manténlo así durante algunos minutos del día hasta completar una semana. Después de varios días de usarlo por completo, el gato ya debería estar preparado para la correa. Con ella puesta, déjalo ir a donde quiera. Lo que no debes hacer en esos momentos es crearle a tu gato la sensación de que lo estás amenazando, por lo tanto no hay que tirar de la correa ni sacarlo de debajo de los muebles. Permite que sea el gato quien te guíe.
Después de una semana de repetir esta actividad, ponte delante de él, bastante cerca como para tocarlo, y arrodíllate o acuéstate en el suelo. Luego, ofrécele una porción de su comida favorita, emite una orden (“ven”) y después tira suavemente de la correa. Ves aumentando la distancia hasta que hayas persuadido al gato de que camine algo parecido a un verdadero paseo llevando la correa. Luego de un mes de iniciado el “tratamiento” tú y tu gato podéis intentar la primera salida auténtica de la casa. Una plaza cercana o un jardín es el lugar adecuado para la nueva actividad. Y tu mascota te lo agradecerá.
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