Durante la vida cotidiana, nuestro comportamiento y funcionamiento está determinado en gran medida por la cantidad de neurohormonas que produce nuestro cerebro (que a su vez estimulan la secreción de otras hormonas). Éstas son sustancias indispensables para la construcción del conocimiento y del pensamiento.
Además de percibir los estímulos externos, nuestro cerebro interpreta su sentido y significado.
Lo que percibimos es diferente en cada persona, tanto lo que vemos como lo que olemos, sentimos, escuchamos, etc. y depende de toda nuestra historia.
De hecho percibimos cada fenómeno con todos nuestros sentidos (no con uno solo) y lo acomodamos a lo que creemos, pensamos, sentimos, recordamos o imaginamos respecto a esa situación.
Esto hace imposible que la percepción pueda comunicarse a otra persona, más bien el interlocutor imagina y luego traduce la información a su propia percepción. En este sentido, el dicho “Cada cabeza es un mundo” ¡no podría ser más cierto!
Si esto pasa con lo que podemos ver y escuchar, ¡imagínense la dificultad para comunicar lo que sentimos o pensamos!