¿Y tendrán algo que ver los hijos?
El nido vacío es un acontecimiento que se define como la marcha del último hijo del hogar, y la vivencia experimentada por los padres ante este hecho.
Además, el acontecimiento del nido vacío suele coincidir con la menopausia de las mujeres, con lo que la madre pierde dos de sus funciones principales: poder tener hijos y poder cuidarlos.
No es de extrañar que con la aparición del nido vacío, los padres vivan esta situación como pérdida de funciones sociales, pérdida de su identidad. Sin embargo, existen diferencias en la manera en que cada pareja vive este suceso.
Dichas diferencias se deben a diferentes aspectos:
Las expectativas que se tengan de los propios hijos. Esperar en la edad madura una atención excesiva por parte de ellos suele ser una fuente de conflictos generacionales y de problemas propios: sentimientos de soledad, …
La concentración y absorción del papel maternal y paternal antes de producirse la marcha.
Si ha existido un aprendizaje, durante la edad adulta, para enfrentarse a los cambios que se dan en la familia. Este aprendizaje se da a través de separaciones parciales que se van produciendo a lo lardo del desarrollo de los hijos.
Los contactos sociales fuera de la familia que se dan antes de producirse el suceso.
Las actividades de tiempo libre y los intereses. Concretamente, en el caso de las mujeres, si estas actividades de tiempo libre y el campo de intereses quedan restringidos a las tareas del hogar, cuando con el “nido vacío”, desaparecen muchas de estas actividades e intereses, el trabajo doméstico pierde importancia, y así, se suele generar un sentimiento de inutilidad. Además, si el “nido vacío” coincide con la menopausia, es más probable que la mujer centre toda su atención, que antes se dirigía a los hijos, hacia su propio cuerpo, dando lugar a actividades hipocondriacas.